“Por el traslado de la ciudad en 1776, la antigua metrópoli se quedó con muy pocas imágenes de culto y, por consiguiente, de Semana Santa. Para resolver el problema, las esculturas de las ermitas o templos se movieron a las parroquias en el centro de la arruinada capital, como Jesús Nazareno de la Ermita de San Jerónimo”, se indica en el libro Contemplaciones.
San Felipe es una aldea extramuros de la ciudad y tiene una especial significación, porque desde el siglo XIX es un lugar de peregrinación durante la Cuaresma, explica Enrique Berdúo, cronista de Antigua Guatemala.
“Las comunidades, cofradías —con sus imágenes— y barrios soportaron el asedio y permanecieron en la ciudad —después del traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción— y son la prueba de que jamás quedó desierta”, puntualiza el cronista.