A Almodóvar le dijo dos veces no, en Pepi, Luci, Boom… (1980) y en Laberinto de pasiones (1982). Y a la tercera fue la vencida. Su sor Rata de Callejón de Entre tinieblas (1983) fue su primer personaje con el director manchego. A partir de entonces, se hicieron inseparables.
Rodaron juntos ocho películas, de las 20 del director y aunque no está en Julieta, que se estrena esta semana, fue la madre de Eva Cobo en Matador (1986) y la tía Paula de Volver (2006).Pero con el personaje de portera hizo casi un género propio, que comenzó con Mujeres al borde de un ataque de nervios, cinta en la que hizo famosa su frase: “Lo siento señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir.” Más adelante repetiría registro en Hable con ella (2002) y Los abrazos rotos (2009).
Fueron estos personajes los que convirtieron a Lampreave en una de las actrices más queridas por el público, a pesar de que siempre estuvo en segunda fila.
Pero su carrera va mucho más allá, con más de 80 producciones de cine y televisión y una capacidad para seducir a los más grandes cineastas.
Su único Goya, como mejor actriz de reparto, lo obtuvo gracias a su doña Asun de Belle Époque (1992), la película que le valió el Óscar a Fernando Trueba, con quien también rodó El año de las luces (1986) y El artista y la modelo (2012).
Y con José Luis Cuerda formó parte del equipo de una de las comedias de culto de la filmografía española, Amanece que no es poco (1989).
Todo esto a pesar de que siempre dijo que no era una actriz vocacional, que lo suyo era la pintura. De hecho, estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, hasta que Jaime de Armiñán la “descubrió” y la introdujo en la televisión.
En el cine debutó con un pequeño papel en El pisito (1959) de Marco Ferreri. Con Berlanga rodó su mítica trilogía nacional, Todos a la cárcel (1993) y Moros y cristianos (1987). Fernando Colomo, Fernando Fernán Gómez, Santiago Segura o Antonio Mercero también se rindieron a su talento.