Desde hace cinco años Iñárritu tenía la idea de hacer el proyecto, pero hace cuatro comenzó a trabajarlo, “tuve el privilegio de conocer y entrevistar a muchos inmigrantes mexicanos y centroamericanos. Sus historias de vida me impactaron, así que invité a algunos de ellos a colaborar conmigo en el proyecto”, explica el cineasta.
Agrega que su intención era experimentar con la tecnología de realidad virtual para explorar la condición humana en un intento por romper con la dictadura del encuadre—dentro del cual, las cosas sólo son observadas—y reclamar el espacio para permitirle así al visitante una experiencia directa, caminando en los pies del inmigrante, por debajo de su piel, y dentro de su corazón.
“Hablé con varios inmigrantes y de sus experiencias en la travesía y de los detalles que me especificaron escribí, rodé -con la ayuda de Emmanuel Lubezki, mi director de fotografía- y monté esta secuencia. Para cada visitante la experiencia es única, creo que catártica y emotiva”, dice el cineasta en una entrevista para El País.
Dice que trabajar con tecnología de realidad virtual permite que el espectador se vuelva personaje de la instalación.
Carne y Arena también estará en Milán en la Fundación Prada hasta enero de 2018 y después viajará a Los Ángeles y a Ciudad de México.