Durante el 2022 fue parte del proyecto 30 Heroínas de la Ciencia, de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt), que busca dar a conocer la relevancia del trabajo de científicas guatemaltecas tanto a nivel nacional como en el mundo.
La guatemalteca tiene un magíster en Acuicultura y pesca, así como un doctorado en recursos naturales acuáticos.
¿Cuándo descubrió su amor y pasión por el mar?
Desde pequeña veía canales de televisión como National Geographic, Discovery Channel y otros en los que me impresionaba con las cosas del mar y las especies marinas, así que esa idea siempre la tenía en mente. Me emocionaba cuando visitábamos lugares como los lagos de Amatitlán y Atitlán; solo quería ver los peces. Mientras crecía, esa búsqueda por saber más de animales marinos aumentaba. Sabía que quería estudiar algo relacionado con el mar. En Guatemala no existen carreras como biología del mar o ciencias del mar, así que estaba triste. Luego, descubrí que sí podía estudiar Acuicultura —el cultivo de organismos acuáticos, como de peces, moluscos, crustáceos y plantas acuáticas—, así que empecé el camino aquí, pero sabía que quería extender el conocimiento, y mis padres me apoyaron para hacer prácticas en Portugal, y después regresé a ese lugar por una maestría. Luego, me encaminé a un doctorado en Chile.
¿Qué ha llegado a descubrir de la vida marina?
Al estudiar en Portugal, fue en condiciones controladas, mientras en Chile se observa el medio natural y vemos cómo el mínimo cambio afecta las especies.
¿Qué le ha impactado más de su trabajo en este campo?
Estamos viendo cada vez más la interacción de las especies salvajes con el humano, porque lastimosamente como humanos estamos en cualquier parte y afectamos su hábitat y su alimentación. La sobrepesca —pesca excesiva— es un ejemplo. Afecta a los animales, porque no tienen suficientes recursos para comer, y también a los pescadores, porque les afecta a nivel económico. Algunos lobos marinos y delfines rompen las redes de pesca o comen directamente de las sartas de pesca y algunos quedan enredados en ellas, lo cual les provoca heridas o mueren. Algunos pescadores atacan a los animales para que no se coman a los peces, así que las especies sufren acoso o muerte deliberada. Es una visión fuerte de esta interacción de humanos y animales salvajes.
Esa interacción no debería ser negativa. Del otro lado, trabajamos también en el área turística, como el avistamiento de cetáceos. La gente termina maravillada después de ver una ballena, los lobos marinos y los delfines en lo natural.
¿Para usted qué significa el mar?
Para mí es felicidad, tranquilidad e inspiración. Me llena el corazón estar en el mar, aunque a veces las condiciones sean difíciles, porque hace frío, demasiado sol y otras condiciones que pasamos. Al estar ahí, se me olvida todo lo demás.
“Estamos viendo cada vez más la interacción de las especies salvajes con el humano, porque lastimosamente como humanos estamos en cualquier parte y afectamos su hábitat y su alimentación”.
¿Qué pasa con la cacería de estas especies?
Cuando viajé la primera vez a Chile, me aventuré y postulé a un proyecto de investigación que tenía como financiamiento un fondo de protección ambiental que pertenece al Ministerio de Ambiente de este país, y trabajamos con el sindicato de pescadores artesanales de la Isla de Juan Fernández, y fue un reto personal coordinarlo, porque era la primera vez que estaría sin mentores. Lo enfocamos en mejorar las buenas prácticas de la pesca.
Los pescadores pasan tanto tiempo en el mar que cuando se alimentan botan la basura en el agua y se producen enredos con las sartas de pesca, lo que crea impacto con la vida marina. Se buscaba que ellos trataran más todos esos residuos que generaban a bordo y al llegar de vuelta de su faena de pesca las colocaran en los recipientes de reciclaje. Impresiona que la pesquería en este lugar se ha vuelto sustentable; ahí, la especie principal comercial es la langosta, y han mantenido saludable esta especie por la organización que los mismos pescadores han tenido, capturan con trampas de madera, no pueden extraer a hembras, en especial si tiene huevos y tienen que cumplir con la talla mínima de captura; de lo contrario, se devuelve. Ver al inicio de mi carrera esas prácticas fue impactante.
¿Cuál ha sido una de las investigaciones de más peso para usted en Chile?
Para mi tesis de doctorado estuve en dos de los buques científicos que utiliza Chile para hacer investigaciones. Estaba más de 30 o 45 días seguidos; volvía tres días a tierra para descansar un poco y luego regresaba.
Pasé cinco meses en esta dinámica, y fue bueno, porque vi organismos como delfines, orcas, tiburones; eso ha sido increíble. Pasamos por condiciones extremas y frío, pero también ver todas esas especies lo compensa. Durante ese tiempo tenía que tomar muestras de agua en ciertas secciones que estaban ubicadas desde una milla hasta a cien millas de la costa, y esto para generar mapas isotópicos que permiten determinar la conectividad migratoria de especies marinas y conocer su comportamiento y alimentación.
Esto es posible porque somos lo que comemos, es decir, algunos de nuestros tejidos guardan información acerca de nuestra dieta, así que usando estas muestras de isotópos estables que se van acumulando en ese tejido a medida que los animales se alimentan podemos saber lo que un animal consumió durante los últimos meses, sin necesidad de estar presentes durante los eventos de alimentación. A nivel mundial se hacen estos mapas de distribución isotópica, pero este estudio era limitado en Chile y con esta investigación se exploró 75% de la costa chilena, así que me da orgullo contribuir con Chile, América Latina y el mundo. Este país tiene ocho mil kilómetros de costa. La investigación permite conocer más de estas especies y crear planes de conservación, entre otras decisiones y planes de gestión de protección.
Para Guatemala, ¿qué esperaría usted en la evolución de las carreras dedicadas a la vida del mar?
Ahora, hay más interés en el área marino-costera, y felicito a los colegas por estos esfuerzos, porque en ocasiones no es sencillo y requiere dedicación, y todavía hay poco apoyo para esta área. Esperaría que con el tiempo se le dé más importancia al mar, porque pareciera que vivimos de espaldas al mar, cuando tenemos salida al Pacífico como al Atlántico, y todavía no somos pioneros en esa investigación marina tanto en cuestión pesquera como la biología en general de los animales marinos.
¿Qué espera entre sus metas a corto y largo plazos?
Siempre intentar aportar con las investigaciones a más conocimiento en esta área, en especial con estos cambios que se dan en el mar, porque las especies que están encima de la cadena alimenticia son las más afectadas. Trabajaré en seguir contribuyendo para proteger especies, el océano y la vida en general, y a largo plazo seguir contribuyendo en hacer un vínculo con Guatemala para que más programas universitarios ofrezcan opciones en estas materias, porque conozco de personas interesadas y han tenido que salir a buscar esas oportunidades.