Se trata de una selección del total de 10 mil piezas que contiene el citado museo de Jerusalén, explicó la comisaria de la exposición, Eliad Moreth-Rosenberg, para la cual, además de los motivos que plasmaron los prisioneros, personas con formación artística o meros aficionaos, destaca el peso de la historia, el cómo se generó cada una de esas piezas.
“Cómo consiguieron los materiales para pintarlas, qué les llevó a hacerlo en esa situación, y cómo finalmente cada uno de esos cuadros sobrevivió hasta llegar a nosotros, son algunas de las preguntas que nos sugiere la exposición”, reflexionó la comisaria.
Algunas piezas son meros retratos de compañeros de confinamiento, fuera en guetos o en campos de concentración; otras captan el traslado de cadáveres o deportaciones bajo la mirada vigilante de un oficial nazi; y otras reflejan simplemente la angustia del prisionero.
Pero también está la imagen dos muchachas sobre una verde pradera y con hermosos trajes pintada en 1943 por Nelly Toll, entonces una niña de ocho años ucraniana y ahora ciudadana estadounidense, a quien su padre escondió de los nazis junto a su madre en una habitación durante meses.
“Yo no sabía qué pasaba ni por qué no podía salir al exterior, pero mi madre siempre me decía todo saldrá bien. Y así fue, más o menos”, explicaba Toll, única superviviente entre los autores de esos cuadros, quien acudió a Berlín para la inauguración de la muestra.
Era su primera visita a Alemania: “Nunca hubiera imaginado que atraería a tantos reporteros”, explicaba, entre azorada y feliz, sometida a los flashes de los fotógrafos y las cámaras de televisión.
“No, nunca estuve en un campo de concentración”, respondía una y otra vez, para explicar que pasó cerca de un año de esa guerra, de la que nada sabía, en una habitación con su madre, refugiadas por una familia cristiana para salvarlas de la deportación a Siberia.
Cuando todo acabó salieron, pero nunca supieron a ciencia cierta qué fue de su hermano y de su padre, muertos en el gueto o en un campo de concentración.
El cuadro de las dos sonrientes muchachas, de alegres colores, refleja “la fantasía de una niña que ni sabe qué significa estar presa, pero cuya creatividad le ayuda a volar fuera de su refugio”, explicó la comisaria.
La gran mayoría de los cuadros son de tono mucho más lúgubre, en ocasiones dibujos a carbón con escenas de campos de concentración, realizados por presos u otros víctimas adultas.
Otra excepción a ese panorama es la mariposa amarilla posada sobre un alambre de espinos, con el perfil de los Pirineos al fondo, utilizado como ilustración para el cartel de la muestra.
Se trata de una de las obras que firmaron conjuntamente dos presos de la Francia ocupada, Kurt L w y Karl Bodek, éste último deportado antes del fin del nazismo a Auschwitz, donde murió.
La mitad de los autores de las piezas seleccionadas para la muestra murió bajo el nazismo, como Bodeck, mientras que el resto sobrevivió al Holocausto, aunque ya sólo sigue viva Toll.
La exhibición del museo berlinés es la mayor jamás mostrada en Alemania de la colección conservada en Yad Vashem y su apertura se produce en vísperas del Día de las Víctimas del Holocausto, que se conmemora este 27 de enero, aniversario de la liberación de Auschwitz.
La muestra será inaugurada esta noche por la canciller Angela Merkel y permanecerá abierta al público hasta el próximo 3 de abril.