En dicho período sobresalieron artistas como Roberto González Goyri, Guillermo Grajeda Mena, Roberto Ossaye, Juan Antonio Franco, Dagoberto Vásquez, Julio Urruela, Rina Lazo, Arturo Martínez, Rodolfo Galeotti Torres, Jacobo Rodríguez Padilla, Max Saravia Gual, Víctor Vásquez Kestler y Óscar Barrientos.
El arte plástico cumplió la función de divulgar los logros de la revolución mediante monumentos escultóricos —como Tríptico a la Revolución del 44, de Rodolfo Galeotti Torres— o de grabados.
La revolución brindó la oportunidad de que varios jóvenes artistas salieran becados al extranjero, de 1945 a 1953, quienes al volver compartieron sus nuevos conocimientos —Guillermo Grajeda Mena y Dagoberto Vásquez Castañeda estudiaron en Chile, y Roberto Ossaye y Roberto González Goyri, en Estados Unidos—.
La temática se inspiraba, principalmente, en la reforma agraria, la intervención extranjera, la lucha social y las proyecciones económicas que significaban los nuevos medios de comunicación y servicio público que construía el Gobierno.
Son notables las obras influenciadas por el muralismo mexicano, quizás por la relación tan estrecha entre Frida Kalo y Diego Rivera con Juan Antonio Franco y Rina Lazo.
Con la gesta del 20 de octubre y el nuevo ambiente que se respiraba en Guatemala, se propició un renacer de la técnica del grabado como no había ocurrido en épocas precedentes. Su carácter de estampa popular era portador de significados colectivistas como reflejo de la situación social.
En relación con la obra plástica, esta se caracterizó por la creatividad, tanto en lo realista como lo abstracto, cuya principal virtud fue ser dinámica y utilizar con la misma soltura las líneas curvas y verticales. En cuanto a la textura, se centró en la máxima regularidad y aun en las obras de pintura, dibujo y grabado prevaleció el efecto del volumen (tridimensionalidad). En el color predominaron los matices y brillos opacos. En la escultura dominó una tendencia realista.
Sin duda, el arte del período revolucionario surgió precisamente como una denuncia, en la que el impulso creativo es concentrado en mensajes propagandísticos de la ideología y las ideas imperantes en el régimen, dice el historiador Haroldo Rodas. Gracias a este panorama, surgieron organizaciones artísticas que promovieron la discusión estético-filosófica y fueron unidades de apoyo al régimen.
El producto artístico de ese momento influye en el actual por su tendencia de alto contenido social, especialmente en la fuerza que se dio en las décadas de 1970 y de 1980 que, sin duda, dejaron una visión de revolución y contrarrevolución, aunque en la actualidad hay un desarrollo propio que busca la identidad local, indica Rodas.