Según el estimado conservador de uno de sus descubridores, Pedro Bernardinelli, astrofísico de la Universidad de Pensilvania, el núcleo polvoso y congelado del objeto mide entre 99 y 201 kilómetros de largo. Eso significa que este cometa es tan pequeño como cinco islas de Manhattan o más grande que la isla de Hawái. Durante mucho tiempo, Hale-Bopp, el astro que iluminó los cielos nocturnos de finales de la década de 1990 con su núcleo de 40 kilómetros de largo, fue considerado un gigante entre los cometas. No obstante, el núcleo de este cometa, C/2014 UN271, “es dos o tres Hale-Bopps”, comentó Teddy Kareta, estudiante de posgrado de astronomía planetaria en la Universidad de Arizona. “Es simplemente una locura”.
“Con un grado razonable de certeza, podemos decir que es el cometa más grande que hayamos visto”, comentó Colin Snodgrass, astrónomo de la Universidad de Edimburgo.
En este momento, el cometa está en la órbita de Neptuno. Durante la próxima década, se acercará al sistema solar interior. El resplandor del Sol vaporizará sus hielos, lo cual causará que hierva y brille. En 2031, pasará a unos 1600 millones de kilómetros del Sol —casi llegará a Saturno, aunque se quedará corto— antes de regresar a los límites más oscuros y fríos de nuestro vecindario galáctico.
A pesar de que es poco probable que una nave espacial pueda encontrarse con el cometa, al haberlo visto a 3200 millones de kilómetros de distancia, los astrónomos podrán usarlo para adaptar sus telescopios y verlo brillar, y luego desvanecerse, con una minuciosidad impactante, durante los próximos veinte años.
“Los cometas son como los gatos. Nunca sabes qué van a hacer”, opinó Meg Schwamb, astrónoma de la Universidad de la Reina de Belfast. “Estoy lista para preparar las palomitas”.
Los cometas son restos glaciales tan antiguos como el Sol y es probable que hayan producido agua y materia orgánica para los mundos rocosos del sistema solar. Por lo tanto, este leviatán congelado brinda una oportunidad fantástica para descubrir un tesoro de secretos cometarios.
Se le observó por primera vez con el Estudio de la Energía Oscura, una iniciativa para mapear galaxias lejanas y estallidos de estrellas a fin de poder investigar la expansión acelerada del universo. Para los cazadores de galaxias, “todas esas rocas en primer plano son tan solo una molestia”, opinó Snodgrass. Sin embargo, para los cazadores de cometas, “son una molestia bastante interesante”.
En una búsqueda en los bancos de datos del estudio, se encontraron más de 800 nuevas bolas de hielo con órbitas superiores a las de Neptuno. Una, designada como 2014 UN271, fue “por mucho la más interesante que encontramos”, señaló Bernardinelli.
Una serie de imágenes del objeto congelado tomadas entre 2014 y 2018 reveló que en definitiva estaba cubierto de hielo, probablemente era alargado, y que había surgido de la nube Oort, una “cáscara” extensa de restos espaciales primordiales que rodean al sistema solar, nada inusual hasta el momento. No obstante, cuando sus dimensiones espectaculares fueron anunciadas el 19 de junio, los científicos quedaron impactados. Ni siquiera está cerca de ser el objeto más grande más allá de Neptuno. Pero su trayectoria hacia el Sol implicaba que, si sus hielos se transformaban en gases, se convertiría en el cometa más grande que se hubiera descubierto.
La curiosidad de los científicos se disparó. Snodgrass, Schwamb y sus colegas usaron telescopios en Sudáfrica y Namibia para observar el astro más de cerca y divisaron que lo rodeaba una cabellera, una nube de gas. A pesar de su distancia considerable, los rayos del Sol ya habían vaporizado algunos de sus gases más volátiles: dióxido de carbono y monóxido de carbono, tal vez.
Era oficial: se trataba de un cometa colosal. El 24 de junio, este vagabundo recién identificado fue renombrado C/2014 UN271 (Bernardinelli-Bernstein) por sus descubridores Bernardinelli y Gary Bernstein, astrónomo de la Universidad de Pensilvania.
Este cometa tarda casi 3 millones de años en realizar una circunnavegación completa del Sol. La última vez que estuvo aquí, los humanos modernos todavía no habían evolucionado. La próxima vez que vuelva, quién sabe qué habrá sido de nuestra especie. Tal vez sea la única oportunidad que tenga la humanidad de observarlo.
En 2031, si enfocas un telescopio más o menos decente hacia un área con luz tenue, podrás ver cómo este espectro se desplaza entre las estrellas. A una distancia de 1600 millones de kilómetros, no producirá la iluminación cinemática que ha hecho famosos a otros cometas, pero verás un destello de luz.
Muchos de los destellos del cielo nocturno les pertenecen a objetos que se encuentran a una distancia inconmensurable, pero no a los cometas. Y, como todos sus primos congelados, este es “tanto extraño como hermoso”, comentó Kareta. Su visita nos recuerda que el universo no es una extensión estática, sino un ballet caótico, lleno de cosas maravillosas que siempre se encuentran en movimiento.
c.2021 The New York Times Company