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Por qué un experto en la guerra de Afganistán cree que “War Machine”, la última película de Brad Pitt, debería mostrarse en las universidades

La guerra más larga que Estados Unidos ha luchado -16 años y contando- está a punto de extenderse debido a la decisión del presidente Donald Trump de enviar al terreno miles de soldados más.

Brad Pitt protagoniza la película "Máquina de guerra", una sátira sobre el ejercicio de las tropas estadounidenses en Afganistán. (NETFLIX/FRANCOIS DUHAMEL)

Brad Pitt protagoniza la película "Máquina de guerra", una sátira sobre el ejercicio de las tropas estadounidenses en Afganistán. (NETFLIX/FRANCOIS DUHAMEL)

El conflicto en Afganistán, como la mayoría de los conflictos en Medio Oriente, resalta las difíciles decisiones políticas y las polémicas estrategias contraterroristas que EE.UU. ha impulsado, sin éxito, desde los ataques del 11 de septiembre de 2001.

A la fecha, seis países de mayoría musulmana (Irak, Siria, Yemen, Libia, Somalia y Afganistán) enfrentan una crisis institucional grave, en parte debido a las políticas estadounidenses.

La llamada “guerra contra el terrorismo” que lanzó el presidente George W. Bush, las invasiones a Irak y Afganistán y la arriesgada maniobra de impulsar un cambio de régimen mientras una oposición islámica radical se propaga sin pausa han creado enorme dilemas para Estados Unidos.

Y ese caos y larga lista de conflictos han sido material perfecto para muy buenos libros y documentales desde 2001, pero Hollywood, la gran industria del cine, se ha quedado corta a la hora de producir una película que logre informar (o en el mejor de los casos, educar) los porqués del fracaso de EE.UU. y la expansión de yihadismo en Medio Oriente.

Los pocos filmes con sello hollywoodense han estado entre la sátira y la acción al mejor estilo de John Wayne, que muestran tropas heroicas y compasivas pero muy profesionales.

Tal vez la única excepción es la producción de 2008 The Hurt Locker (“Vivir al límite”), que ganó seis premios Oscar al mostrar los dilemas que enfrenta una unidad antibombas del ejército de EE.UU. en Irak.

Pero incluso The Hurt Locker sólo lidia con una parte del conflicto: los soldados, como lo hacen otros buenos documentales sobre las fuerzas militares de EE.UU. en Afganistán como “Restrepo” y “Korengal”.

Pero, ¿por qué ha sido así? Porque las películas de Hollywood no se hacen preguntas sobre aquellas decisiones estratégicas que ha tomado el gobierno.

¿Debía Estados Unidos invadir o interferir en países que poco conoce? ¿Cómo las tropas pueden ganarse el apoyo local? ¿Es coherente la promoción de la democracia por una parte del gobierno de EE.UU., mientras que otra parte quiere solo una estrategia de guerra?

Hollywood no nos ha ayudado a entender cómo ha ocurrido la escalada global del caos.

Hasta ahora. Hasta “War Machine” (“Máquina de guerra”). Este filme, que por su título parece ser otra película de acción, muestra de forma brillante las preguntas arriba enunciadas.

El australiano David Michod, director y guionista, ha logrado junto a Netflix crear una película que es oscura, satírica, emocional y divertida a la vez.

Pero, sobre todo, que logra ilustrar y educar sobre las intervenciones de Estados Unidos en Medio Oriente.

El guión está basado en el artículo de la revista Rolling Stone, que después se convirtió en libro: “Los operadores: la salvaje y aterradora historia de la guerra de EE.UU. en Afganistán”, escrito por el periodista Michael Hastings.

El artículo condujo al retiro en 2010 del general Stanley McChrystal, la persona que estaba a cargo de comandar la guerra en Afganistán, después de que él y sus subordinados hicieran ante el periodista comentarios despectivos sobre el gobierno de Barack Obama.

La película, de hecho, se centra en la serie de hechos que llevan al despido de McChrystal.

Varias cosas funcionan en este filme: la acertada elección de Brad Pitt en el papel del general Glen McHahon, una versión imaginaria de McChrystal, quien es amado por sus hombres pero a la vez está lleno de excentricidades.

Pitt logra retratar al general con elementos de la comedia absurda, pero a la vez como alguien que está en plena curva de aprendizaje sobre cómo ganar o perder una guerra moderna.

Lleno de fanfarronería y confianza en sí mismo, McMahon llega a Kabul para hacerse cargo del conflicto después de que otro general fallara.

“Vamos a ganar esto y quiero que se lo metan bien en la cabeza”, le dice a sus ayudantes, un grupo de actores igualmente brillantes, cuyas apariciones ayudan a mostrar la lenta compresión del general de que sólo está repitiendo lo que los otros comandantes intentaron antes e irremediablemente fallaron.

Pronto comienza a tener problemas: no puede obtener más tropas, porque Obama no quiere enviarlas.

Tampoco puede evitar que los granjeros afganos dejen de sembrar amapolas -de donde se obtiene el opio- porque funcionarios estadounidenses le dicen que otros cultivos alternativos, como el algodón, competirían con lo que producen los granjeros en Estados Unidos.

Algunas de las grandes lecciones le llegan a través sus compañeros de la OTAN. “No puedes construir una nación a punta de pistola” y “no te puedes ganar la confianza de un país invadiéndolo”, le dicen.

Pero no sólo es Pitt. También está la interpretación de Ben Kingsley en el papel de Hamid Karzai, el cínico expresidente de Afganistán.

Kingsley, además de imitar hasta los tics nerviosos del mandatario, interpela al general sobre su empeño de sacar a adelante al país.

“Vamos a construir una Afganistán próspera y libre”, le dice McMahon. “Suena mucho a una promesa que ya escuchamos”, la responde Karzai con una sonrisa.

Entonces, varios reveses conducen al general McMahon a comprender la situación.

Por ejemplo, un problemático y enojado soldado estadounidense, interpretado por Lakeith Stanfield, cuestiona cómo puede funcionar una confusa estrategia: entrenados para matar, los soldados estadounidenses ahora deben mostrar una “valiente moderación”.

“No le puedo decir la diferencia entre las personas que viven aquí y el enemigo”, explica el soldado.

“Todos lucen iguales. No puedo ayudarlos y matarlos al mismo tiempo. Estoy confundido”, agrega.

La actriz Tilda Swinton, que interpreta a una política alemana, le dice al general McMahon: “Ustedes están expandidos por todo el país, pelean 1.000 batallas de forma separada al mismo tiempo con locales que no los quieren en sus pueblos. Eso sólo significa que es una guerra que nunca van a ganar”.

La película no llegará a las salas de cines, porque es producida especialmente para la plataforma de Netflix.

Sin embargo, es un filme que debe ser proyectado en las universidades y ser discutido entre jóvenes y adultos.

Porque ayudará a entender por qué la contrainsurgencia está fallando y el terrorismo se está propagando, y por qué la guerra ha destruido tantos países.

Y también por qué, después de 16 años, Estados Unidos continúa debatiendo el número de tropas que debe enviar a Afganistán.


(*) Ahmed Rashid es un periodista y escritor paquistaní, autor del libro “Descendiendo al caos y el Talibán”, que se convirtió en un éxito de ventas.

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