Las mujeres también son sexistas: incluso las feministas declaradas están inconscientemente predispuestas contra las mujeres. ¿De dónde provienen estas actitudes discriminatorias y qué podemos hacer al respecto?
BBC NEWS MUNDO
Por qué las mujeres también tenemos sesgos machistas (y cómo podemos evitarlos)
Las mujeres también son sexistas: incluso las feministas declaradas están inconscientemente predispuestas contra las mujeres. ¿De dónde provienen estas actitudes discriminatorias y qué podemos hacer al respecto?
“Se supone que las mujeres son incompetentes, a menos que se demuestre lo contrario, y se supone que los hombres son competentes, a menos que se demuestre lo contrario”.
Esa es la observación de alguien que ha vivido como hombre y como mujer: la ecologista y bióloga evolutiva estadounidense Joan Roughgarden.
Roughgarden, una mujer transgénero, dice haber probado con su experiencia lo que muchas mujeres han experimentado: que deben trabajar el doble de duro para demostrar que son buenas en lo que hacen.
¿Pero será cierto que hasta las mujeres esperan menos de otras mujeres que de los hombres?
Catherine Nichols, escritora residente en Boston, tiene experiencia de primera mano sobre esto.
En una ocasión, al terminar de escribir su novela, envió los primeros capítulos, además de una sinopsis, a 50 agentes literarios, en su mayoría mujeres. Solo recibió dos respuestas positivas y le pedían ver más del manuscrito.
Esto la desconcertó, ya que sus amigos escritores le habían dicho lo buena que era su novela. Así que concibió lo que ella llama un “plan loco”: envió exactamente el mismo material a 50 agentes más, pero esta vez con un nombre de hombre.
¿El resultado? Tuvo 17 respuestas positivas.
En otras palabras, los agentes, principalmente mujeres, parecían pensar que ella era 8,5 veces mejor escribiendo con el nombre “George” que con el suyo.
Además, recibió muchas críticas constructivas sobre cómo mejorar la novela, ayuda que nunca recibió cuando escribía con el nombre de una mujer.
“Fue impactante lo rápido que se hizo evidente que había una gran diferencia”, me dijo.
Pero tal vez la experiencia de Nichols sea solo anecdótica.
¿Existe alguna evidencia científica…
…de que las mujeres estén sesgadas en contra de las mujeres?
La respuesta es sí. Varios experimentos lo han demostrado.
Durante uno, investigadores de la Universidad de Yale enviaron solicitudes de empleo y currículums para un puesto de gerente de laboratorio a profesores y profesoras de ciencias. Las solicitudes eran idénticas, excepto que la mitad tenía el nombre de un hombre y la otra mitad, el de una mujer.
¿Y adivina qué?
Los profesores, tanto hombres como mujeres, dijeron que la solicitud del hombre era mejor, que era más probable que lo contrataran y que los tuviera de mentores.
Y le ofrecieron un salario sustancialmente más alto.
¿De dónde viene este sesgo?
Viene de muy atrás en nuestra evolución, de cuando estábamos aprendiendo a distinguir entre amigos y enemigos.
Nuestro cerebro inconsciente tiene mucho más poder de procesamiento que nuestro cerebro consciente, y siempre está ideando atajos, lo que se conoce como heurística.
Estas heurísticas, parte de nuestro cerebro reptil, nacen de la experiencia.
Entonces, si en la infancia nos quemamos por un plato recién sacado del horno, aprendemos rápidamente a asociar “horno” con “calor” y “dolor”.
Del mismo modo, si en nuestra sociedad los puestos más altos están desproporcionadamente ocupados por hombres, asociaremos “hombre” con “líder”, “éxito” y “competencia”, y “mujer” con “hogar”, “hijos” y “familia”.
Esto anula la posibilidad de que el prejuicio que las mujeres puedan tener hacia las de su mismo género sea natural.
Existe una prueba de sesgo inconsciente, conocida como test de asociación implícita o IAT, por sus siglas en inglés.
Para mi consternación, sugirió que incluso yo, una feminista acérrima que siempre ha tenido una carrera, puede estar ligeramente sesgada en contra de las mujeres trabajadoras.
Las palabras masculinas y femeninas, y las palabras que representan el trabajo y la familia, aparecen en la pantalla. Luego, la prueba mide cuán rápido logras asociar cada categoría y cuántos errores cometes.
La profesora Mazarin Banaji de la Universidad de Harvard fue una de los creadores de la prueba… y a través de ese test descubrió que ella misma también podía ser parcial.
“Fue el día más importante y transformador de mi vida, cuando me encontré cara a cara con mi propio prejuicio, con el hecho de que mi mente y mis manos eran incapaces de asociar a la mujer con el liderazgo tanto como al hombre con el liderazgo”.
El IAT de carrera-género que ambas hicimos es una medida de cuán poderosas son nuestras heurísticas, dice Banaji.
“Dice que ha quedado una huella digital cultural en nuestro cerebro”. Y en esta prueba, el 80% de las mujeres y el 75% de los hombres muestran algún sesgo.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Bueno, el primer paso es ser consciente de ello.
Sin importar cuán liberal y socialmente consciente seas, lo más probable es que tu cerebro inconsciente esté lleno de estereotipos que aparentemente desdeñas.
Someterse a un entrenamiento de sesgos inconscientes es, pues, un comienzo, pero no es suficiente.
Como pregunta el profesor Banaji: “Si te diera una conferencia sobre la grasa y el azúcar y cómo nuestro cuerpo convierte eso en energía, al final del programa de entrenamiento de tres horas, ¿habrás perdido algo de peso?”.
Lo importante es estar atento a cualquier posible sesgo.
Cuando entrevistes a solicitantes de empleo, intenta corregir cualquier sesgo inconsciente que pueda estar diciendo que el timbre de la voz de una mujer carece de autoridad.
Asegúrate de no perdonar más las deficiencias de un hombre que las de una mujer.
Compáralos rigurosamente con la especificación del trabajo y no confíes en tu instinto o corazonada.
Requiere un poco de trabajo, pero seguro que merece la pena.
El sexismo es tan vil como el racismo y no debería tener un lugar en la sociedad moderna.
La próxima vez que te sorprendas asumiendo que una mujer no es competente hasta que demuestre lo contrario, comprende que es tu cerebro reptil el que habla y toma la decisión consciente de actuar como una persona del siglo XXI, no como un o una cavernícola.