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Florence Bell, la “nueva dama oscura del ADN” que ayudó a que comprendiéramos de qué estamos hechos

Su trabajo en ese campo fue una contribución clave para resolver la estructura del material genético.

Tesis presentada para optar al grado de Doctora en Filosofia en la Universidad de Leeds en la que marcó un hito.

Tesis presentada para optar al grado de Doctora en Filosofia en la Universidad de Leeds en la que marcó un hito.

Cuando el diario Yorkshire Evening News informó sobre un discurso pronunciado por la física de 25 años Florence Bell en una conferencia celebrada en Leeds, Inglaterra, en 1939, no fue su ciencia lo que ocupó los titulares, sino simplemente el hecho de que era una mujer que se dedicaba a las ciencias.

Lo que ni los escritores a los que se les ocurrió el titular “Mujer científica explica” ni sus lectores podrían haber sabido es que, en el curso de su investigación de doctorado, esta científica en particular había sentado silenciosamente las bases de uno de los hitos más importantes de la ciencia del siglo XX: el descubrimiento de la estructura del ADN.

Con capítulos que describen la estructura de las fibras proteicas en las medusas, las aletas de tiburón y el cabello, la tesis doctoral de Bell podría parecer un hito improbable en biología.

Pero entre estos, un capítulo se destaca.

Una parte del trabajo de Bell describe cómo se podrían usar los rayos X para revelar la estructura regular y ordenada de una fibra biológica que en ese momento se llamaba “ácido timonucleico”.

Hoy en día, el ácido timonucleico se conoce con el nombre más familiar de ácido desoxirribonucleico o ADN.

El método de rayos X de Bell se convertiría en una herramienta vital para finalmente revelar la ahora bien conocida forma de doble hélice del ADN que le permite copiar información genética.

Abogado del diablo

Bell, quien nació en 1913 en Londres, formaba parte del creciente número de alumnas que estudiaban ciencias naturales en el Girton College de la Universidad de Cambridge.

Después de dejar Cambridge en 1936, Bell pasó por primera vez un breve período en Mánchester con Lawrence Bragg, quien, junto con su padre William, había recibido el Premio Nobel de Física en 1915.

La pareja había demostrado cómo se podían usar los rayos X para revelar la disposición de los átomos y las moléculas en cristales simples como la sal.

En 1937, Bell se trasladó a la Universidad de Leeds para ocupar un puesto como asistente de investigación con el físico William Astbury, que estaba aplicando los métodos de Bragg al estudio de la lana y otras fibras biológicas.

Los estudios de rayos X de Astbury de las proteínas en las fibras de lana revelaron que su estructura era como una cadena molecular, o collar, formada al unir sustancias químicas más pequeñas llamadas aminoácidos.

Ese collar molecular podía estirarse o compactarse.

El modelo original del ADN que Francis Crick y James Dewey Watson harían años después (en 1953).
Getty Images
El modelo original del ADN que Francis Crick y James Dewey Watson harían años después (en 1953).

Aunque esto puede no parecer significativo, el hecho de que estas proteínas pudieran cambiar de forma resultó ser crucial para comprender cómo funcionaban.

Los estudios de Astbury sobre la lana transformarían nuestra comprensión de la biología a nivel molecular.

Envalentonado por su éxito con la lana, Astbury comenzó a ampliar su red para estudiar otras fibras biológicas.

Para ello, necesitaba otro par de manos expertas en ese nuevo método de análisis de rayos X.

Fue entonces que llegó Florence Bell.

Por su agudo intelecto y su voluntad de desafiar sus ideas, Astbury llamó a Bell su “abogado del diablo”. Y le asignó la tarea de usar rayos X para estudiar el ADN.

Alas cortadas

Cámara de difracción de rayos X de Astbury.
Science Photo Library
Cámara de difracción de rayos X de Astbury.

Tomar una imagen de rayos X no era fácil.

Requería tiempos de exposición de 10 horas, trabajando en una habitación oscura muy cerca de altos voltajes eléctricos y tubos de rayos X muy calientes.

Pero la habilidad y la tenacidad de Bell valieron la pena y en 1938, basándose en las imágenes de rayos X que había tomado, ella y Astbury propusieron un modelo inicial de la estructura del ADN.

Más tarde, ese modelo le daría a James Watson y Francis Crick un punto de apoyo vital cuando comenzaron su propio trabajo sobre el ADN.

Lamentablemente, justo cuando estaba tomando vuelo, el trabajo de Bell sobre el ADN se detuvo abruptamente.

En 1941 fue convocada para el servicio militar en la Fuerza Aérea Auxiliar Femenina. Según uno de sus hijos, Chris Sawyer, durante su servicio dio los primeros pasos en el desarrollo del radar (detección y alcance de radio).

Mientras tanto, Astbury le rogó a la Oficina de Guerra que le permitieran a Bell permanecer en su laboratorio, pero sus súplicas fueron en vano.

La Universidad de Leeds incluso mantuvo su puesto vacante, pero Bell nunca regresó.

La nueva dama oscura

"Foto 51": Imagen de la difracción con Rayos X de una molécula de ADN, realizada en 1951 por Rosalind Franklin y Raymond Gosling.
King’s College London
El trabajo de Bell le abrió camino a la icónica “Foto 51” de Rosalind Franklin y Raymond Gosling, clave para revelar la estructura del ADN.

Tras casarse con un militar estadounidense, Bell emigró a Estados Unidos, donde trabajó como química industrial antes de abandonar su carrera para cuidar a sus cuatro hijos.

Presumiblemente como reflejo de este cambio de circunstancias, cuando ella murió en 2000, su ocupación en su certificado de defunción se registró como “ama de casa”.

Sawyer recordó que más adelante en su vida, a su madre le gustaba afirmar que uno de sus mayores logros fue haber sido la primera mujer en la Royal Air Force en usar pantalones. Pero Bell estaba siendo modesta.

Con sus estudios de rayos X del ADN, Bell no sólo le dio a Watson y Crick un punto de apoyo vital, sino que también allanó el camino para Rosalind Franklin, cuyo propio trabajo en ese campo fue una contribución clave para resolver la estructura del material genético.

Franklin ha sido interpretada por Nicole Kidman en la obra de teatro “Photo 51”, cuenta con un Mars Rover nombrado en su honor y una nueva novela sobre ella: afortunadamente ya no es “la dama oscura del ADN” que alguna vez fue.

Quizá sea ahora Florence Bell quien verdaderamente se merece ese título.

* Kersten Hall es un autor y miembro honorario de la Facultad de Filosofía, Religión e Historia de la Ciencia de la Universidad de Leeds. La historia de Florence Bell se cuenta en la edición revisada del libro de Kersten, “The Man in the Monkeynut Coat: William Astbury and How Wool Wove a Forgotten Road to the Double Helix”, que será publicado en edición de bolsillo por Oxford University Press en marzo de 2022.

Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

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