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Eric McMillan, el hombre que revolucionó los parques infantiles con inventos como la piscina de pelotas

Eric McMillan es un pionero en el diseño de parques de aventura que revolucionó la manera en que los niños jugaban en la década de 1970.

En la Aldea de los Niños, McMillan dio rienda suelta a su imaginación para diseñar atracciones como la montaña de redes. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

En la Aldea de los Niños, McMillan dio rienda suelta a su imaginación para diseñar atracciones como la montaña de redes. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Eric McMillan es un pionero en el diseño de parques de aventura que revolucionó la manera en que los niños jugaban en la década de 1970.

Fue en aquellos años que emigró de Reino Unido a Toronto, Canadá.

Antes había crecido en la pobreza en la posguerra de Manchester y superó una educación limitada para acabar asistiendo a una escuela de arte.

Finalmente, se convirtió en el inventor del parque de juegos moderno, diseñando atracciones como la piscina de pelotas y la red de cuerdas para escalar.

Su revolución sucedió en Ontario Place, un impresionante y ambicioso proyecto construido en el puerto de la ciudad a comienzos de los 70 con una gran sala de conciertos, restaurantes, un teatro futurista de cine y hasta su propia rúbrica musical.

Pero la zona de juegos era algo nunca visto hasta entonces. Casi una hectárea de locas invenciones: un bosque de peras de boxeo, inmensas pirámides para escalar, un área empantanada de gomaespuma… todo un paraíso para los niños.

Y la persona detrás de esta descabellada ciudadela fue McMillan, un diseñador idealista llegado a Canadá desde las lúgubres ruinas de la Segunda Guerra Mundial.

Un chico de la calle con suerte

En su infancia, Eric McMillan no tuvo una zona de juegos como la que se inventó años después. Sus lugares de esparcimiento fueron los edificios y fábricasbombardeadas por los alemanes.

Niños jugando entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images  Eric se crió entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial

“Había una cantidad de escombros y ahí fue donde jugaba. Era un chico de la calle. Regresaba en las noches para que me alimentaran”, le contó al programa Outlook de la BBC.

“Jugar está tan profundamente arraigado en nuestro ADN que rompe todo tipo de barreras”, señaló. “Era muy libre. No digo que jugar entre ruinas sea lo más apropiado para los niños, pero tuve suerte. Sobreviví y creo que me benefició”.

La supervivencia fue una de las características de sus primeros años. McMillan nació durante un bombardeo y, según su madre, nació muerto. Pero la partera lo zambulló varias veces en agua fría y caliente hasta que empezó a respirar.

Vivían al día en su casa. Su padre se metía en las noches en las prisiones para robar carbón para la calefacción y plomo, que en esa época era “como el oro”.

“No creo que yo fuera un niño querido”, aseguró el diseñador. “Pero jugar era muy importante para mí, como una droga”. Sin embargo, el ser pobre le hacía vestir con harapos y solo niños callejeros jugaban con él.

Tampoco le fue bien en la escuela. Entre los 5 y 15 años de edad fue a nueve instituciones. Su vista se malogró y no podía ni ver el pizarrón. Cuando abandoné la escuela, casi no podía leer ni escribir, dice.

Un dibujo le abre las puertas

Sin embargo, en la secundaria hizo un dibujo de un árbol que llamó la atención de sus maestros, quienes lo exhibieron en una galería de la ciudad.

Eso fue suficiente para que lo emplearan como pintor de casas. Poco después, fue aceptado en un instituto politécnico que lo puso en contacto con un grupo de gente interesante.

Eric McMillan
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images  Eric McMillan por la época en que empezó a trabajar en Ontario Place, Canadá.

“El politécnico quedaba al lado de una escuela de arte”, relató McMillan a la BBC. “Ellos eran completamente diferentes. Yo me vestía como un Teddy Boy(un joven callejero), peinado con copete y pantalones de pierna angosta, violento”.

Él creía que los estudiantes de arte eran hijos de burócratas y banqueros, engreídos, no de su tipo. Pero necesitaba dinero para comprar una moto, así que consiguió un trabajo de mesero en la escuela de arte. Al entrar en contacto con los clientes, se dio cuenta que en realidad era gente muy agradable.

“Me dijeron que la escuela de arte iba a empezar un programa nuevo basado en el Bauhaus (movimiento artístico de Alemania) y necesitaban desesperadamente estudiantes”.

Aquello le pareció una gran idea. Solicitó una plaza y no solo se la dieron, sino que le ofrecieron una beca.

Al principio le resultó difícil ajustarse a su nuevo entorno con un grupo social diferente. Pero tuvo más problemas en casa con su padre, quien no podía aceptar por qué ya no tenía “callos en las manos y mugre bajo las uñas” como él. “Peleábamos todo el rato”, recordó.

Diseños
(Foto Prensa Libre: Eric McMillan)
Eric McMillan  Algunos de los diseños de Eric McMillan: el “bosque de sacos de boxeo” y la “carrera de mariposas”

Entonces decidió mudarse con amigos en Manchester y escribió su tesis en base a los niños que veía jugar, como el solía hacerlo, en lotes abandonados “divirtiéndose entre la basura, destrozando todo”.

De la escuela de arte se mudó a Londres, donde tuvo la oportunidad y libertad para diseñar grandes espacios para salas de exposición, con las que tuvo bastante éxito.

Un revolucionario en Canadá

Pero McMillan tenía los ojos puestos en nuevos horizontes. Uno de ellos era Canadá, donde estaban ocurriendo cosas interesantes como la Feria Internacional de Montreal 67.

Así que viajó a Toronto para trabajar en un lugar que haría historia en el ámbito del diseño: Ontario Place.

Niños jugando en la Aldea de los Niños
(Foto Prensa Libre: Eric McMillan)
Eric McMillan  “Mi concepto estaba basado en lo que a mí me gustaba hacer como niño”.

Su jefe lo invitó a ver el lugar destinado para los niños y le preguntó qué pensaba sobre ello. “Le dije que era aburrido”.

Pero no tenía idea de qué hacer. Pidió que le dieran dos semanas y, junto a un asistente, se pusieron a pensar en las cosas más locas.

“Tenía una escuadra de contratistas que construían cualquier cosa, cosas bien raras. Como el bosque de bolsas o peras de boxeo, o la zona de sonido donde los niños tiraban de una cuerda y salían ruidos, el colchón de aire o el pantano de gomaespuma”, explicó.

Lo llamaron la “Aldea de los Niños” y todo el mundo quedó encantado.

En ella había muchos diseños nuevos para aquella época, pero que todos reconoceríamos hoy en día: las redes de carga para escalar, los castillos inflables “Mi concepto estaba basado en lo que a mí me gustaba hacer como niño”.

Y lo cierto es que le impactó que las atracciones quedaban muy dañadas. Pero no por vandalismo,sino por el entusiasmo de los niños al jugar.

Zona acuática en Ontario Place
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images  Seguro que disfrutado de un parque acuático alguna vez… pero el primero se construyó en Ontario Place, diseñado por Eric McMillan.

“Teníamos materiales que normalmente eran resistentes pero se despedazaban”, reconoció. “Pero los modificamos y reparamos.

“Se siente muy bien entrar a un sitio que uno construyó donde hay 10.000 personas gritando porque se están divirtiendo”.

Se volvió en el lugar más popular de Ontario Place y luego se convirtió en un laboratorio para sus ideas, impulsadas por el juego de los niños.

La piscina de pelotas y otras grandes invenciones

Piscina de pelotas
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images  La piscina de pelotas fue uno de los grandes inventos que tuvo McMillan para al Aldea de los Niños.

Por ejemplo, tenían un charco que los niños debían cruzar con una especie de escalera atravesada y, si no lo lograban, se caían en el agua. De ahí salió la idea de hacer toda una zona acuática.

Se inventó cañones de agua a chorro impulsada por pedales que operaban los niños . “Estaba gastando US$1 millón al año, llegando a los límites de la experimentación donde nadie había tenido la oportunidad de hacerlo”.

Pero hubo un diseño que sobresalió de todos: la piscina de pelotas que tuvo su inspiración en un frasco de cebollas encurtidas. “Me puse a pensar cómo sería atravesar eso. Y ¡ping!, diseñamos un espacio con bolas de plástico. 40.000 en total. Se volvieron locos”.

El éxito de Ontario Place lo cotizó al alza. Fue contratado para diseñar en otros lugares de Canadá, Estados Unidos y Reino Unido.

“Se trata de la interacción de niños con otros niños y con los padres. El límite entre el juego y el aprendizaje se desvanece”, señaló el diseñador.

Colchón de aire en la Aldea de los Niños
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images  El colchón de aire del que ya no se puede disfrutar tras el cierre de Ontario Place.

Al final, Ontario Place cerró sus puertas. Sin embargo, se sigue encontrando con gente que le dice con nostalgia que jugaban ahí de niños. pero que lugares así ya no existen para sus hijos.

“Me da tristeza, las cosas ya no son iguales”, reconoció.

La vida actual de Eric McMillan es irreconocible de los días que dejó atrás entre los escombros de la postguerra en Manchester. Ahora vive en una cabaña de troncos en Ottawa con su esposa Rose.

No regresó a su país de origen, pero se reconcilió con su familia, especialmente con su padre a quien le insistió en que viniera a visitarlo. “Lo hizo y la pasamos muy bien. Lloró cuando se fue”.

 

 

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