Es un hecho evidente que hay muchas más personas en este planeta que nunca antes -la población global es de 7.700 millones y continúa en ascenso- y también estamos viviendo cada vez más cerca los unos de los otros.
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Coronavirus en China: ¿Por qué los brotes infecciosos se están volviendo cada vez más comunes?
A lo largo de los últimos 30 años, el número de brotes virales se ha incrementado y las enfermedades infecciosas de rápida propagación -como el actual coronavirus en China- se están volviendo cada vez más comunes. Pero, ¿por qué?
El público en Tailandia está usando mascarillas después de que seis turistas chinos fueran diagnosticados con el coronavirus que emergió en Wuhan. Getty Images
Más gente ocupando menos espacio significa un mayor riesgo de exposición a los patógenos que causan enfermedades.
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El coronavirus que surgió en Wuhan, China, parece ser transmitido entre los humanos por las gotitas despedidas cuando las personas tosen o estornudan. El virus puede sobrevivir por corto tiempo fuera del cuerpo, así que el emisor y el receptor deben estar relativamente cerca para que se produzca el contagio.
En 2014, la epidemia de Ébola se transmitía a través de la sangre u otros fluidos corporales, sólo aquellos en proximidad cercana podían caer infectados.
Pero no todos los virus se pasan de humano a humano. El zika, por ejemplo, se contagia por picadura de mosquitos a humanos pero también se beneficia de la cercanía entre las personas.
Los mosquitos que transmiten este virus prosperan en zonas urbanas donde pueden alimentarse de la sangre humana. Se reproducen en lugares densamente poblados, húmedos y cálidos.
Desde 2007, más humanos han vivido en ciudades que fuera de ellas. Más de 4.000 millones de personas viven ahora en 1% de la masa terrestre de la tierra.
Y muchas de las ciudades a las cuales nos estamos mudando no están preparadas para nosotros. Así que muchas personas terminan en zonas marginadas, sin acueducto ni un sistema de aguas residuales adecuado, permitiendo la rápida propagación de las enfermedades.
Movilidad
Aviones, trenes y automóviles significan que un virus puede viajar al otro lado del mundo en menos de un día. En unas pocas semanas, se registraron posibles brotes de coronavirus en más de 16 países.
En 2019, las aerolíneas transportaron 4.500 millones de pasajeros -diez años antes apenas fueron 2.400 millones.
Wuhan es una de las paradas principales del servicio de tren rápido de China y el virus surgió precisamente cuando el país asiático se alistaba a dar inicio a la mayor migración humana en la historia -más de 3.000 millones de viajes a través de todo el territorio para la celebración de Año Nuevo lunar.
Una de las peores pandemias jamás registradas fue la influenza de 1918, conocida como la gripe española. Brotó en Europa durante otro período de migración masiva, hacia el final de la Primera Guerra Mundial.
Cuando la influenza empezó a propagarse, los soldados estaban regresando a sus países de origen y portaron la gripe con ellos. Llevaron el virus a comunidades que no habían desarrollado una resistencia contra éste, tomando completamente por sorpresa sus sistemas inmunes.
Un estudio realizado por el virólogo John Oxford afirma que la fuente del virus pudo haber sido un campamento transitorio por el cual pasaban unos 100.000 soldados cada día.
Aun antes de la era de la aviación, la epidemia se propagó a casi todas partes del mundo. Cobró las vidas de entre 50 millones y 100 millones de personas.
Con todo y eso, le tomó a la gripe española entre seis y nueve meses para diseminarse por el mundo. En una época cuando podemos viajar alrededor de planeta en un día, un nuevo virus infeccioso podría propagarse mucho más rápido.
Más carne, más animales, más enfermedades
Ébola, SARS (síndrome respiratorio agudo severo) y ahora el coronavirus de Wuhan son todos virus zoonóticos, trasmitidos de animales a humanos.
El nuevo coronavirus parece haberse originado en una mercado de carne que vende animales vivos. Los primeros informes especularon que pudo haber sido trasmitido por serpientes.
En estos días, casi tres de cada cuatro enfermedades son zoonóticas.
Nuestro apetito global por la carne va en aumento, las crías de animales se están expandiendo a medida que partes del mundo se enriquecen y desarrollan una dieta con mayor contenido de carne.
En China, los mercados de animales vivos y de carne son comunes en áreas densamente pobladas. Eso podría explicar por que dos de las últimas epidemias tuvieron su origen allí.
Los virus de las gripes tienden a infectar a los humanos por la vía de animales domésticos. Así que las probabilidades de que animales infectados entren en contacto con humanos también van en aumento.
Además, a medida que nuestras ciudades se expanden, invaden zonas rurales donde los humanos entran en contacto con animales salvajes. La fiebre de Lassa se propagó de esta manera -cuando la gente empezó a despejar los bosques para la agricultura, las ratas que allí vivían tomaron refugio en las casas y trajeron con ellas la fiebre de Lassa.
Simplemente no estamos preparados
Aunque el mundo está más conectado que nunca antes, todavía no contamos con un sistema global de salud que pueda responder a estas amenazas.
Para detener el brote, dependemos de los gobiernos de los países donde surgen. Si no actúan, todo el planeta está en riesgo.
Eso no pudo quedar más evidente que en África Occidental, durante el brote de ébola. Cuando los sistemas de salud locales en Guinea, Liberia y Sierra Leona fracasaron en detener la propagación del virus.
El ébola mató a 11.310 personas en África Occidental.
Por fortuna para el resto del mundo, ese es un virus que se propaga lentamente, pero los virus respiratorios como la influenza y el coronavirus se diseminan mucho más rápido.
Tampoco ayuda que los brotes son más probables que ocurran en lugares pobres con sistemas de salud inadecuados. La falta de regulaciones, educación sobre higiene o instalaciones sanitarias, así como una densa población aumentan el riesgo.
Al mismo tiempo, muchos de estos países sufren una fuga de cerebros de sus mejores profesionales de la salud.
Muy pocos sistemas de salud están dispuestos a invertir sus escasos recursos en prevención de brotes extremos de enfermedades que pueda que no ocurran. Cuando la gripe porcina sucedió hubo un lanzamiento global de fármacos, que fue criticado por la sobrerreacción contra un virus que terminó siendo leve.
Aunque contamos con la tecnología para desarrollar fármacos que podrían salir al paso de algunos de estos virus, para la industria farmacéutica no vale la inversión –si el virus sólo va a matar unos cuantos miles, no hay dinero para hacer.
A pesar de que sabemos que van a suceder, no podemos pronosticar dónde y cuándo se darán. La mayoría de los brotes de enfermedades infecciosas casi siempre nos toman por sorpresa.
Buenas noticias
Aunque estamos viendo más brotes que nunca antes, menos personas se están enfermando y muriendo a causa de ellos, según un estudio del Royal Society, una academia científica en Reino Unido.
Cuando las economías crecen rápidamente, como hemos visto en China, la higiene básica y el acceso hacia el cuidado de salud mejoran. Igualmente los sistemas de comunicación que difunden mensajes sobre cómo evitar la infección.
Los tratamientos son mejores, más personas tienen acceso a estos y nos estamos volviendo más efectivos con la prevención. Las vacunas se desarrollan mucho más rápido.
De ninguna manera la respuesta global es perfecta, pero estamos mejorando la capacidad de detectar y responder a los brotes.
Un país como China puede construir un hospital con 1000 camas en una semana, algo que hubiera sido completamente impensable en 1918.