Tenía solo 26 años.
BBC NEWS MUNDO
¿A qué edad alcanzamos el punto máximo de inteligencia?
En 1905, Albert Einstein tuvo su llamado "año milagroso": escribió cinco influyentes investigaciones científicas que incluyen, por ejemplo, la ecuación más famosa de la historia de la ciencia (E=mc2).
¿Sabías que Einstein tenía solo 26 años cuando creó la teoría de la relatividad especial? (Foto Prensa Libre: Getty Images)
“Mi supervisor de doctorado, un hombre brillante e inspirador, solía decirme en broma que la plenitud de su carrera había pasado y que estaba en mí lograr el descubrimiento que le diera el premio Nobel a nuestro equipo”, cuenta la astrofísica Sabrina Stierwalt en su podcast “Everyday Einstein”.
La comparación que hacía el docente entre el “año milagroso” de Einstein y su joven estudiante no solo servía como motivación.
También caía dentro de un patrón socialmente aceptado de que las habilidades cognitivas alcanzan su punto máximo a los 18 años para luego comenzar su inexorable caída.
Esta idea se ve reforzada con el hecho de que, a medida que van pasando los años, el cerebro se va deteriorando y, junto con él, las habilidades de crear, razonar y memorizar información.
Pero ¿eso quiere decir que los adultos jóvenes están en el punto máximo de inteligencia? ¿Qué hay del valor de la experiencia acumulada con los años?
La respuesta depende de qué estés midiendo y cuándo.
Capacidades por edad
“En cualquier edad estás mejorando en algunas cosas, estás empeorando en otras cosas y estás en una meseta en otras más”, dice Joshua Hartshorne, autor principal del mayor estudio sobre capacidad cognitiva en relación a la edad, en declaraciones al portal MIT News.
El trabajo de Hartshorne, publicado en 2015 por la revista Psychological Science, evaluó a más de 48.500 individuos mediante una serie de pruebas online y luego cruzó la información con experimentos realizados en persona en grupos pequeños.
Según el estudio, “algunas habilidades alcanzan su punto máximo y comienzan a decaer tras la secundaria; algunas habilidades se estancaron en la adultez temprana, comenzando a disminuir en los años 30; otros no alcanzan su punto máximo hasta los 40 o más tarde”.
Por ejemplo, la habilidad de procesar información rápido tiene su punto más alto a los 18 y 19 años.
A los 25 años, en cambio, se alcanza el máximo en memoria a corto plazo, la cual se mantiene por una década antes de comenzar a decaer.
Y la habilidad de comprender las emociones ajenas no logra su plenitud hasta los 40 o 50 años.
De hecho, esta investigación conjunta de la Universidad de Harvard y MIT descubrió que algunas llegan a su esplendor en la tercera edad.
A diferencia de lo que indicaban estudios previos, en pruebas de vocabulario (dar la definición a palabras) los que mejor desempeño tuvieron fueron aquellos que estaban entre los 65 y 75 años.
“Estábamos mapeando cuándo estas habilidades cognitivas tenían su punto máximo y vimos que no había un solo pico para todas la habilidades. Estaban por todas partes”, agrega Hartshorne a MIT News.
Fluida versus cristalizada
Stierwalt explica en su podcast que estos descubrimientos se deben a que nuestra inteligencia es multifacética.
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Por un lado, dice, “tenemos inteligencia fluida, que es nuestra capacidad de pensar rápidamente, resolver nuevos problemas e identificar patrones“.
Esta es la que, en general, tiene su punto máximo en la juventud.
Pero, continúa, “también tenemos lo que los psicólogos denominan inteligencia cristalizada, que refleja nuestro conocimiento aprendido y nuestra capacidad para relacionarnos con nuestro entorno“.
Aquí es donde la experiencia de los años es lo que más pesa.
Las pruebas de coeficiente intelectual suelen medir el primer tipo de inteligencia y por eso a lo largo de la historia, distintos estudios han demostrado que los jóvenes obtienen mejores resultados que los adultos.
Sin embargo, según afirma el psicólogo Phillip L. Ackerman en un estudio publicado en el Journal of Gerontology en 2016, “muchas tareas intelectualmente exigentes del mundo real no pueden realizarse sin un vasto repertorio de conocimientos declarativos y habilidades procedimentales”.
En otras palabras, dice, nadie le pediría al novato con el coeficiente intelectual más alto que realice una operación cardiovascular por delante de un experto de mediana edad.
Tampoco se esperaría que un estudiante universitario de primer año logre una tesis doctoral con el nivel que lo haría otro con mayor trayectoria académica y experiencia empírica, agrega.
Por eso, Ackerman insiste en que no hay que confundir conocimiento con inteligencia.