Aproximadamente entre un 20% y un 35% adicional experimentó una reducción clínica en su capacidad para oler (hiposmia).
BBC NEWS MUNDO
6 formas como la pérdida de olfato por covid te puede afectar a largo plazo
Al principio de la pandemia, múltiples estudios mostraron que aproximadamente la mitad de las personas con covid perdieron el sentido del olfato (un trastorno llamado anosmia) en algún momento durante el curso de la infección.
Aunque la evidencia más reciente sugiere que ómicron podría no conducir a la pérdida del olfato tanto como las variantes anteriores, dado que más de 500 millones de personas han tenido al menos una de las variantes hasta la fecha, todavía son muchos millones de personas que probablemente han experimentado esta condición en algún grado.
Para la mayoría, esto es solo una pérdida temporal de la función. Pero una parte considerable experimentará problemas a más largo plazo.
Estudios recientes muestran que entre 12 y 18 meses después del diagnóstico inicial de covid, entre el 34% y el 46% de las personas aún experimentan una reducción clínica en su sentido del olfato.
Sin embargo, la mayoría de estas personas no son conscientes de ello.
Un problema relacionado es la parosmia, en la que la percepción de los olores de una persona cambia y, a menudo, descubre que se vuelven más desagradables.
La investigación sugiere que hasta el 47% de las personas que han tenido covid podrían verse afectadas.
Al igual que con la pérdida del olfato, la mayoría de las personas con parosmia probablemente sanarán con el tiempo. Sin embargo, algunos podrían tener problemas más duraderos.
La covid no es la única enfermedad que puede conducir a la pérdida del olfato. También puede ser causada por otros virus o infecciones, o traumatismo craneoencefálico o una variedad de enfermedades neurodegenerativas.
Efectos a largo plazo
Si bien la evidencia sobre la pérdida del olfato posterior a la covid aún está surgiendo, los datos de otros tipos de disfunción olfativa nos dan una idea de algunos de los efectos que la pérdida del olfato a largo plazo puede tener en la vida cotidiana.
1. Seguridad alimentaria
Las personas con esta discapacidad son más propensas a ingerir alimentos en mal estado porque es el olor, ante todo, lo que nos advierte cuando algo se echó a perder.
Esto puede aumentar el riesgo de enfermedades transmitidas por los alimentos.
2. Gusto
Aparte de las sensaciones gustativas centrales (dulce, salado, amargo, ácido y umami), casi todo lo que experimentamos como sabor es producido por los olores que llegan a los receptores olfatorios en la nariz a través del pasaje oral-nasal en la parte posterior de la garganta.
Desafortunadamente, sin el sentido del olfato, la mayor parte de lo que comes tendrá poco o ningún sabor.
Si se elimina la capacidad de detectar olores una manzana sabrá como una papa si cierras los ojos.
3. Apetito
Más allá de darnos placer al comer, los olores de la comida también nos estimulan el apetito.
Esto significa que cuando no podemos oler los aromas de la cena que se cocina en el horno, es menos probable que tengamos hambre.
4. Fluctuaciones de peso
La pérdida combinada de apetito y placer de comer hace que la mayoría de las personas con un trastorno del olfato recién adquirido pierdan peso inicialmente.
Sin embargo, nuestros cuerpos están diseñados para mantenernos con vida. Las personas con pérdida del olfato rápidamente comienzan a buscar el placer de otros estímulos sensoriales al comer, como la textura, por ejemplo, en el crujido de los alimentos fritos.
Y en lugar de esperar a tener hambre, muchos simplemente comerán con más frecuencia.
Estos cambios no conscientes en el comportamiento alimentario a menudo dan como resultado un aumento de peso, lo que puede provocar problemas cardíacos a largo plazo y otros problemas de salud relacionados.
5. Relaciones
Hay algunas consecuencias de la pérdida del olfato en las que quizás no pienses de inmediato.
Tomemos, por ejemplo, el hecho de que una persona que no puede oler no podrá controlar su propio olor corporal. Esto puede ser una fuente de timidez e inseguridad en situaciones sociales.
Varios estudios han demostrado que un sentido del olfato deficiente está relacionado con una reducción en las interacciones sociales, el número de amigos y el disfrute sexual reportados.
Esto último también podría estar relacionado con la pérdida de la capacidad de sentir el olor de una pareja.
6. Salud mental
Un tercio de las personas que buscan tratamiento para sus problemas de olfato informan haber experimentado una reducción en su calidad de vida y bienestar general, en comparación con su vida antes de tener estos problemas.
Es probable que esto se deba a una combinación de los factores descritos anteriormente.
Las personas con disfunción del olfato a menudo reportan síntomas de depresión, y no es raro que los relacionen con sus problemas de olfato.
Opciones de tratamiento
Lamentablemente, existen pocos tratamientos para las personas que experimentan disfunción del olfato.
Para los problemas de olfato inducidos por virus, el único tratamiento que tiene algún efecto demostrable es el entrenamiento del olfato.
Esto es un poco como la fisioterapia para la nariz y consiste en una terapia de exposición, en la que se le pide al paciente que huela una variedad de olores durante unos 20 minutos, cada mañana y tarde, durante un período de dos a tres meses.
Aunque los pacientes rara vez se recuperarán por completo, los estudios han demostrado que el entrenamiento del olfato mejora las funciones olfativas con el tiempo.
Dicho esto, la pandemia de covid ha dado un impulso a la investigación olfatoria, y varios tratamientos nuevos e interesantes se encuentran actualmente en ensayos preclínicos.
Dentro de unos años, es posible que veamos una variedad de tratamientos novedosos para la disfunción del olfato.
Mientras tanto, ¿qué debes hacer si crees que tu sentido del olfato no es como debería ser?
Puedes comenzar a entrenarte con el olfato usando olores domésticos comunes. Si no ves una mejora notable después de seis semanas de entrenamiento, comunícate con tu médico para una evaluación.
*Johan N. Lundström es profesor asociado del Departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión en inglés aquí.