Para siempre quedarán en la memoria las escenas de ciudades vacías y en silencio, los cielos sin aviones, los animales tomando las grandes avenidas ante la falta de tráfico o la carencia global de papel sanitario.
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5 razones por las que, a pesar de todo, 2020 también nos dio motivos para la esperanza
Cuando miremos hacia atrás y 2020 sea historia, pocos de los que lo vivimos dudaremos que estuvo entre los años más inusuales de nuestras vidas.
Pero también la idea de millones de personas muriendo a solas, en hospitales saturados, los rostros extenuados de miles de médicos, los últimos adioses por Zoom, el final súbito de proyectos de vida, empleos o amores.
La lista es inmensa y cada persona podría sumar tragedias globales, colectivas o personales.
Pero vayamos a contracorriente: ¿es posible enumerar los motivos para la esperanza que también nos dejó este año, a pesar de todo y de tanto? ¿Ocurrieron también cosas buenas que pudimos haber pasado por alto?
Para responder, en BBC Mundo conversamos con la académica y escritora estadounidense Rebecca Goldstein, una de las voces que, desde la filosofía de la ciencia y el racionalismo filosófico, ha buscado a través de los años razones para el optimismo en los aspectos más oscuros de la condición humana.
Ganadora de la Medalla Nacional de Humanidades, el mayor premio que entrega el gobierno de Estados Unidos a intelectuales, Goldstein, también autora de una decena de libros, asegura que 2020 ha puesto a prueba sus límites no solo como filósofa, sino también como persona.
Pero a pesar de todo, asegura que el camino también le ha dejado motivos para creer en la humanidad, en el poder de la compasión y en la ciencia.
Y que, aunque cueste pensarlo ahora, existen igualmente razones para tener fe en el futuro. Estas son sus razones para seguir siendo optimista, y una síntesis de su entrevista con BBC Mundo.
5 cosas buenas que deja 2020
- Mi primer motivo parecerá paradójico: 2020 nos dio esperanzas porque nos ha obligado a prestar atención a algunos de los aspectos más oscuros de nuestra sociedad.
- Los científicos han puesto su experiencia en marcha a toda máquina para entregarnos una vacuna en menos de un año.
- La responsabilidad que las personas han asumido entre sí durante la pandemia, tratando de mantenerse a salvo, observando las pautas médicas de usar mascarillas y mantener la distancia física o informando de inmediato a todos sus contactos tan pronto como se enteren de que han estado expuestos al coronavirus.
- Más allá de la responsabilidad básica hacia los demás, todos hemos sido testigos del coraje de innumerables trabajadores, algunos de los cuales vemos en nuestros hospitales y clínicas, nuestras oficinas de correos, escuelas y tiendas de comestibles, y muchos de los cuales nunca vemos, pero que continúan arriesgandose a contraer una enfermedad mortal para que todo siga funcionando para el resto.
- Es natural dar por sentadas las cosas buenas de nuestra vida. Después de todo, son las cosas que necesitan cambiar las que requieren nuestra atención. Sin embargo, un año como este nos ha enseñado lo importantes que son muchas de las cosas que tendemos a pasar por alto. En lo más alto de la lista para la mayoría de nosotros están nuestras interacciones sociales. Vivimos en una sociedad competitiva que a veces puede camuflar cuánto nos necesitamos y amamos los unos a los otros.
En varias de sus razones para el optimismo menciona el factor esperanza, que ha formado de la narrativa de las religiones y las sociedades por siglos. Para muchos de nosotros la esperanza es ahora es una vacuna, o un mundo postcovid. ¿Qué nos ha enseñado 2020 sobre la condición humana y sobre nuestra necesidad de esperanza?
Tener esperanza es una leve forma de autoengaño, pero que puede alimentar nuestra ambición para mejorar, instándonos a mejorar nuestra vida y la de los demás.
Sin una esperanza que nos dé valor, nunca emprenderíamos nuestros proyectos a largo plazo ni entablaríamos nuestras relaciones transformadoras de vida.
Pero me gustaría distinguir entre la esperanza, que fortalece el valor, por un lado, y las ilusiones, por el otro.
Una de las cosas que 2020 nos ha enseñado, en una clase magistral implacablemente avanzada, es lo importante que es la distinción entre ambas.
La ilusión que ignoró las advertencias de los científicos sobre una apertura de la economía demasiado rápida; la ilusión que aboga por una “inmunidad de rebaño” como si tuviera poderes apotropaicos; la ilusión de los que se han cansado del coronavirus antes de que el coronavirus se haya cansado de nosotros…
Nada de esto es una esperanza que fortalece el valor, sino que estamos tratando de desechar la realidad. Y la realidad al final siempre gana. Eso es lo que la hace realidad.
Y hablando de realidad, Spinoza, uno de sus filósofos favoritos, criticó muchas veces la idea de concebir la realidad humana como un “reino dentro de un reino”, o sea, un mundo que se cree autónomo dentro de la naturaleza. Durante muchos años, las sociedades occidentales celebraron que vivían un período relativamente largo y estable en sus historias. Y luego llegó el coronavirus. ¿Cuál cree que ha sido la mayor enseñanza de la pandemia este año sobre el lugar de la humanidad en la naturaleza?
Spinoza es un maestro maravilloso que nos enseña a acomodarnos a la realidad en lugar de imaginar que la realidad se acomodará a nosotros.
En sus textos, utiliza el término naturaleza de manera intercambiable con el de realidad.
La naturaleza es todo lo que existe y nosotros somos parte de la naturaleza, sujetos a sus leyes. Y, sin embargo, aunque Spinoza se despoja de algunas de nuestras más queridas ilusiones personales, su visión nos concede un lugar privilegiado especial dentro de la naturaleza.
Somos la parte de la naturaleza que puede alcanzar el conocimiento sobre ella. ¡En nosotros, la naturaleza llega a conocerse a sí misma!
Spinoza, que vivió en el siglo XVII, cuando las ciencias naturales aún estaban en su infancia, sólo tenía un atisbo de esperanza de todo el conocimiento de la naturaleza que nos han traído los siglos desde su muerte.
¿Qué significa esto para lo que hemos aprendido de 2020?
Significa que debemos valorar el conocimiento de la naturaleza, valorarlo y utilizarlo.
La naturaleza que se conoce a sí misma —es decir, nosotros— puede utilizar su conocimiento para mejorar la naturaleza.
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Podemos usar nuestro estatus privilegiado como conocedores de la naturaleza para mejorar nuestra propia especie, otras especies y el planeta desgarradoramente hermoso que tenemos el privilegio de habitar.
De modo que aquí también hay esperanza: la esperanza de que una especie que permite que la naturaleza se conozca a sí misma y se valore a sí misma al valorar ese conocimiento.
También está la parte negativa de la acción del hombre sobre esa naturaleza: cambio climático, muerte de especies, migraciones masivas, guerras. Son amenazas para la humanidad tan probables (o más) que lo que era el coronavirus hace un año. ¿Cómo lo que vivimos este 2020 podría ayudarnos a enfrentar las futuras amenazas de la naturaleza y las formas futuras en las que nuestra especie se amenace a sí misma y al planeta?
En el dolor y la ansiedad compartidos que nos ha traído el 2020 hay lecciones adquiridas con esfuerzo.
Está la lección de que no podemos cambiar la realidad con solo desearlo; la lección de que el futuro no cambiará por sí mismo, sino que requiere nuestros mejores esfuerzos.
También ganamos en el conocimiento de cuán preciosa y frágil es nuestra vida, así como la de las otras especies, también llenas de dignidad y esplendor y que son rehenes de nuestras acciones.
Luego está también la responsabilidad sobre las generaciones venideras, que no tienen voz ahora para defender sus derechos, pero cuyas vidas les importarán tanto como a nosotros nos importan las nuestras.
Con nuestras ilusiones, les estamos haciendo la vida intolerablemente difícil, al menos tan difícil como lo ha sido para nosotros este terrible año.
Tenemos el conocimiento de la naturaleza para darles a estas generaciones futuras la oportunidad de luchar para prosperar.
Este ha sido un año que nos ha hecho no solo conocer estas difíciles verdades, sino también sentirlas profundamente dentro.
2020, con todos sus horrores, aún podría ser nuestra salvación, si logra sacarnos de nuestro estupor de ilusiones.