Los entornos del Paleolítico o la Edad de Piedra, eran dinámicos. Las poblaciones se movían, interactuaban y, a veces, incluso se mezclaban.
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5 especies de humanos que han existido y que quizás no conocías
Estamos tan acostumbrados a la idea de ser las únicas personas en este planeta que parece descabellado pensar que no hace tanto tiempo en nuestra historia evolutiva, múltiples tipos de humanos ocuparon nuestras tierras.
A medida que las metodologías arqueológicas y las tecnologías disponibles se vuelven más sofisticadas, podemos “ver” las vidas de estas poblaciones humanas con más y más matices, haciendo que el mundo del Paleolítico se parezca más a un cuadro viviente que a una pieza de un museo.
Pero, ¿cuántos tipos diferentes de seres humanos han existido? Esta es una gran pregunta y los antropólogos aún no se ponen de acuerdo.
Una gran parte del debate es que hay muy pocos especímenes con los que los antropólogos pueden trabajar.
Tómate un momento y piensa en todo el espectro de tamaños y formas corporales de los humanos modernos. Ahora imagínate tratando de recrear todo eso utilizando los esqueletos de solo un pequeño grupo de individuos.
Los investigadores han desenterrado fósiles de unos 6.000 homínidos en total. Solo unos pocos han aportado alguna evidencia genética.
Entre otras cosas, intentan averiguar cuáles representan especies nuevas, a veces a partir de un solo cráneo o el hueso de un dedo.
El trabajo es duro y puede causar polémica.
Cada nombre científico tiene una designación de género, seguida por una de especie.
En el árbol genealógico humano, el género Homo, se remonta unos 3 millones de años e incluye más de una docena de especies de homínidos, incluidos los humanos modernos: los Homo sapiens.
La familia extensa de los homínidos, que incluye al género Ardipithecus, se remonta unos 6 millones de años.
Aquí te describimos cinco homínidos que contribuyeron a la historia de la evolución humana, con los que quizás estés menos familiarizado y que muestran cuán diverso fue el paisaje humano antiguo.
1. Homo Rudolfensis
El Homo rudolfensis es el ejemplo perfecto de los peligros de describir a una especie basándose en pruebas fósiles limitadas.
La designación se basa en un solo espécimen, un cráneo, también conocido como el KNM-ER 1470, que data de hace aproximadamente 1,9 millones de años y proviene de Koobi Fora, en lo que hoy es Kenia.
Originalmente, el cráneo se le atribuyó a la especie Homo habilis, el miembro más antiguo que se conoce del género humano.
Sin embargo, hubo algunos problemas con esto: primero, la cavidad del cráneo era muy grande.
Los otros especímenes de Homo habilis que habían tenían cerebros de alrededor de 500 centímetros cúbicos; el Homo rudolfensis tenía un cráneo que habría albergado unos 700 centímetros cúbicos de cerebro.
El espécimen de H. rudolfensis también tenía dientes más grandes y un borde de cejas más pequeño que los cráneos de H. habilis.
Los antropólogos finalmente concluyeron que era poco probable que la variación dentro de una sola especie -incluso teniendo en cuenta las posibles diferencias entre machos y hembras-, pudiera explicar estas diferencias físicas.
Por eso el KNM-ER 1470 recibió una designación de especie separada en 1986.
2. Homo antecessor
La cueva Gran Dolina en Atapuerca, España, es un sitio arqueológico gigante, con depósitos que se extienden por casi 20 metros y datan de hace más de medio millón de años.
El más antiguo de estos depósitos es de hace unos 780.000 años e incluye los restos de un grupo de homínidos que se denominó Homo antecessor en 1997.
A menudo se describe a la especie como una que tiene una mezcla de rasgos modernos y “primitivos“: algunos rasgos son similares a los de los neandertales y los denisovanos, mientras que otros se parecen más al Homo sapiens.
Un estudio reciente de proteínas antiguas extraídas del esmalte dental de uno de los fósiles de Atapuerca ha confirmado que el H. antecessor es un “linaje hermano” muy relacionado con los humanos modernos, los neandertales y los denisovanos.
Todas estas poblaciones comparten un ancestro común cercano.
3. Homo floresiensis
Los únicos fósiles conocidos de Homo floresiensis proceden de la cueva Liang Bua en la isla de Flores, en Indonesia.
Los antropólogos también se refieren con cariño a la especie como “hobbits” debido a su diminuto tamaño: habrían medido un poco más de 90cm.
Los primeros restos de H. floresiensis se descubrieron en 2003.
Estos parientes humanos tenían cerebros pequeños (alrededor de 400 centímetros cúbicos), pero cazaban presas en la isla y sus herramientas eran muy similares a las realizadas por el Homo erectus, una especie con cerebros más grandes.
Una posible explicación de la pequeña estatura de los hobbits es un fenómeno conocido como enanismo insular.
En entornos con recursos limitados, como una isla rodeada de océano abierto, las especies que normalmente tendrían un cuerpo y un cerebro más grandes tienden a evolucionar hacia una masa corporal y un cerebro más pequeños.
Una especie de elefante pigmeo (ahora extinto) que una vez compartió la isla de Flores con los H. floresiensis es un ejemplo del mismo proceso.
4. Homo luzonensis
Otra población de homínidos que se descubrió recientemente es el Homo luzonensis, que vivió en la isla de Luzón, en Filipinas, hace unos 50.000-60.000 años.
Esta especie está representada por solo 13 huesos: dientes, dedos de manos y pies y un fémur. Estos pertenecían al menos a tres individuos diferentes.
En 2019, los antropólogos determinaron que estos huesos son lo suficientemente diferentes de especies como el H. erectus y el H. floresiensis como para justificar una nueva categoría de especies.
Los huesos de los dedos de las manos y los pies de H. luzonensis son interesantes. Están ligeramente curvados, una característica que comparten las especies vivientes de primates que habitan en los árboles.
Esto sugiere que vivir en los árboles para los H. luzonensis podría haber sido parte de su estilo de vida.
5. Homo Longi (hombre dragón)
La especie de homínido que se ha propuesto más recientemente proviene de China, donde al cráneo de ceja gruesa apodado “Hombre Dragón” se le otorgó un nombre en junio.
El cráneo fue encontrado por primera vez en la década de 1930, pero fue hace poco que se puso a disposición de los científicos para que lo analizaran.
Se dice que data de hace unos 146.000 años y los que lo analizan lo definen como un “linaje hermano perdido hace mucho tiempo” del H. sapiens.
Las cuencas de los ojos del cráneo son grandes y con forma de bloque. Los molares también son grandes (mucho más grandes que los tuyos o los míos) y la cresta sobre los ojos es enorme.
Todos estos son rasgos más “primitivos”.
Sin embargo, el tamaño del cerebro es comparable al de los humanos modernos. Este nuevo descubrimiento es otro recordatorio de la dificultad de asignar un solo espécimen a una nueva especie.
De hecho, el “Hombre Dragón” puede ser un denisovano, hasta ahora no hay evidencia genética que ayude a determinar eso.
Dondequiera que este individuo encaje en el árbol genealógico humano, es un recordatorio de que el pasado humano es enredado y todavía tenemos mucho que aprender.
*Anna Goldfield es arqueóloga, Ph.D. de la Universidad de Boston y columnista de la revista Sapiens. Esta nota apareció originalmente en Sapiens.