Los niños que trabajan en la calle tratan de ayudar a sus familias para tener dinero que les ayude a subsistir, pero al trabajar de esta manera se ponen en peligro y les es más difícil acceder a sus derechos fundamentales, como la educación.
Carlos Cordón, lector de Prensa Libre pasa todos los días por una esquina donde se ponen varios niños a limpiar vidrios, algo que le parte el corazón, ya que ve que algunos conductores los ignoran, comprende que quizá no todos tienen dinero para apoyarlos con algo, pero considera que al menos deberían ser empáticos con estos niños.
“La idea nació porque día a día paso por acá y veo a los niños que están limpiando vidrios”, explica Cordón, quien admite que muchas veces las personas, incluyéndose, se enojan porque los niños comienzan a limpiar sin que les hayan contestado si quieren que les limpien los vidrios o no, pero reflexionó que no lo hacen por maldad, sino por la necesidad de agenciarse de algunos quetzales para comer.
“Muchas veces uno se enoja porque llega el niño, le tira el agua y empieza a limpiar, pero no sabemos que es necesidad de ellos porque no tienen que comer”, aseguró Carlos Cordón.
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“Estos vienen acá a trabajar para ganarse el sustento diario”, analizó Cordón, quien asegura que su intención al cumplir este deseo fue hacer felices a estos niños y que el dinero que ganaron ese día les pudiera servir para cubrir otras necesidades. La ayuda consistió en darle una cajita feliz a cinco niños.
Entrega de cajita feliz
El día estaba nublado y eran alrededor de las cuatro de la tarde cuando Carlos Cordón se acercó a la esquina donde siempre ve a estos pequeños trabajadores soportar el calor o el frío, el humo de los vehículos y en muchas ocasiones los insultos o desplantes de los conductores.
Los niños estaban en la esquina esperando a que la luz del semáforo diera rojo para poder ofrecer a los conductores limpiar los vidrios de sus vehículos.
Carlos se acercó a un grupo de tres pequeños y les regaló la cajita con alimentos, en el rostro de los pequeños se pudo percibir una sonrisa de agradecimiento. Fue tanta la alegría que interrumpieron por un momento su trabajo en el semáforo para comer de inmediato el inesperado regalo.
Unos metros después, encontró a otros dos niños a los que les entregó la cajita feliz de regalo, este fue solo un granito de arena, pero espera que otras personas puedan imitar este tipo de acciones.
Después de hacer esta buena acción, Carlos nos compartió que fue un niño de cinco años quien le tocó el corazón y lo inspiró para ayudar a estos niños de la calle.
“He visto a este niño dormir en el piso muchas veces, me conmueve que pasen todo el día bajo el sol, las inclemencias del frío. No sabemos por lo que están pasando, si encontrarán un lugar seguro para dormir o si va a tener que ser en la calle”, agregó.
“Lo que más me conmueve son sus ojitos de no saber lo que está pasando, ya que solo está limpiando vidrios sin saber ¿por qué?”.
Por último, instó a los padres o encargados de los niños para que no los arriesguen mandándolos a los semáforos, que busquen otra forma de ganar dinero para que los niños puedan ir a estudiar en lugar de trabajar.