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Los tejedores del arte sacro

En Guatemala, las cabelleras de las imágenes se elaboran desde finales del siglo XVI o XVII.

Danilo Briones, un artesano que fabrica cabelleras para imágenes religiosas, manteniendo una técnica aprendida de su abuela.Un oficio aprendido de generción a generación se mantiene aun vigente, son pocas las personas que se dedican a confeccionar cabelleras para imágenes de iglesia. Las cabelleras se elaboran con pelo natural y luego de un laborioso trabajo se va tejiendo el cabello y luego se le da forma según lo requiere el diseño de la imagen.FOTO: Álvaro Interiano. 11/03/2015

Danilo Briones, un artesano que fabrica cabelleras para imágenes religiosas, manteniendo una técnica aprendida de su abuela.Un oficio aprendido de generción a generación se mantiene aun vigente, son pocas las personas que se dedican a confeccionar cabelleras para imágenes de iglesia. Las cabelleras se elaboran con pelo natural y luego de un laborioso trabajo se va tejiendo el cabello y luego se le da forma según lo requiere el diseño de la imagen.FOTO: Álvaro Interiano. 11/03/2015

Eloísa Morales López aprendió el inusual oficio de tejer cabelleras para imágenes de Rosa, su madre, quien a su vez lo hizo de Dolores, su abuela, y a esta se lo enseñó María Arriola, una monja española que llegó a la ciudad de Antigua Guatemala a finales del XIX. En Guatemala, sin embargo, este trabajo artesanal comenzó, según algunos historiadores, a finales del siglo XVI o principios del XVII.

Hoy son pocos los que se dedican a este arte sacro, y sus obras cobran mucho más brillos durante la Cuaresma.

Herencia

El hogar de Eloísa, en la ciudad de las perpetuas rosas, fue inusual. Creció bajo la mirada atenta de grandes imágenes de San José, varias Vírgenes, Nazarenos y ángeles.

Quién sabe por qué razón sus muñecas tenían el cabello corto, y para entretener a la pequeña, su abuela Dolores le daba un peine para que aprendiera a desenredar las cabelleras de las imágenes.

Un título firmado por Jorge Ubico que cuelga de una de las paredes de la sala certifica que Rosa era maestra. Eloísa decidió seguir los pasos de su madre y hace 14 años se jubiló.

“El oficio lo he practicado desde siempre”, cuenta Eloísa mientras enrosca con cañitas de bambú el cabello de una de las imágenes que debe entregar en estos días.

Cobra Q500 por una larga y Q300 por una mediana. Cuando son más frondosas el precio aumenta, pero no pasan de Q mil. “Mi madre me enseñó que esto es un servicio”, comparte.

Sus manos están un poco deformadas por la artritis que padece, y los dolores son intensos, comenta, pero estos inconvenientes no la han detenido en este oficio al que ella, asegura, ama sobremanera.

Magdalena pelirroja

Frente a un enorme espejo sobre el tocador está la larguísima, ondulada y castaña cabellera de María Magdalena, de la iglesia de Santo Domingo. Fue elaborada con material ciento por ciento natural y data de un siglo, cuenta Briones. Al lado, una cascada de canelones pelirrojos que pertenecen a la Magdalena del templo de San Francisco, a la que hay que hay retocarle el color y colocarle extensiones.

Briones trabaja por encargo, y su prestigio es tan bueno que lo buscan de iglesias de la provincia así como de El Salvador e, incluso, de Miami.

Un día antes de esta entrevista, Briones había enviado por correo uno de sus trabajos a Guajaca, México.

Sus pedidos van delicadamente envueltos en cajas con la marca “Cabellera Sacra”, la misma que coloca en sus etiquetas.

Briones tiene 32 años y está por concluir la carrera de Diseño Editorial.

Aprendió el oficio de su abuela María del Carmen de Bolaños.

Mientras unta un mechón con una mezcla de goma de arabia, linaza y cola de pez, previo a enrollar con una tusa el cabello de otra imagen, explica que su trabajo tiene atributos iconográficos.

Distingue entre figuras del barroco, cuyas expresiones son más dramáticas, y las neoclásicas, con facciones más relajadas. “Se tiene que tener cuidado con los límites al crear. No debe olvidar ni la época ni de que se trata de una imagen religiosa”, dice.

María del Carmen falleció hace seis meses. Durante los últimos días lo acompañaba sentada en su silla de ruedas. Dejó de tejer cabelleras por 40 años. Volvió a hacerlo la tarde cuando descubrió que su nieto había heredado su pasión y decidió enseñarle todos sus secretos.

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