Esta capacidad es el fruto de años de práctica. Desde los siete años, López, como todas las niñas de su comunidad, aprendió a tejer guiada por su madre, como lo dicta la tradición, pues se trata de un conocimiento transmitido de generación en generación.
Los textiles son las muestras más representativas de la riqueza artesanal guatemalteca. En 17 de los 22 departamentos se tiene una indumentaria distintiva. Violeta Gutiérrez, directora técnica del Museo Ixchel del Traje Indígena, especifica que en 156 municipios se conserva esta tradición.
Los textiles son la mayor rama artesanal —en telares de cintura y de pedal, bordados y croché—, pero hay muchos más productos. La cerámica, la jarcia, la cestería, la cerería, el cuero, la palma, entre otros, forman parte de los 27 tipos registrados, según investigadores del Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Cefol).
Conforme la Gremial de Exportadores de Productos no Tradicionales (Agexport), los artesanos son, en promedio, un millón, en su mayoría indígenas, de los cuales el 70 por ciento son tejedoras, concentradas en las zonas occidental y central.
La calidad y variedad de las artesanías se han convertido con los años en un atractivo turístico, una fuente de ingresos para sus creadores y, especialmente, en un referente de identidad local. Cada una es un vivo ejemplo del sincretismo cultural, donde la fusión de símbolos prehispánicos con la herencia española dieron como fruto productos únicos que caracterizan a los pueblos del país.