Tímido y celoso de sus herramientas de trabajo —su caja de lustre, una pequeña banca de madera y un cepillo—, César aceptó la invitación de Castillo para ir a disfrutar del almuerzo del día: un menú de pollo frito y un helado de fresa de postre, que degustó después de inclinar el rostro para hacer una oración de gratitud.
El niño cobra Q2 a cada cliente por dejarle los zapatos lustrados y brillosos.
SATISFACCIÓN
“Para mí es una experiencia inolvidable. César es un niño muy lindo. Estaba un poco nervioso y tímido, pero supo abrir su corazón a su manera. Voy muy contenta”, comentó Castillo, satisfecha por haber compartido con el prójimo.