Las nuevas autoridades que llevarán el timón del país a partir del 14 de enero encontrarán una sociedad fragmentada, con innumerables problemas, una diversidad de propuestas teóricas y de agendas que vienen generalmente del ambiente internacional, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible –ODS-, pero que se cumplen con desgano y una mentalidad colectiva que no logra descifrar su implementación.
A mi manera de ver las cosas, el mal de todos los males en la sociedad guatemalteca actual reside en la falta de concretización de agendas que se manifiesta en la débil ejecución de proyectos y la deficiente calidad de los servicios públicos, dentro de los que sobresale la educación y la salud. Es en parte un problema de Gerencia Pública.
El caso de la educación es sintomático, pues desde los tiempos del ajuste estructural se le encomendó al sector público la cobertura de los primeros años, mientras que el sector privado en toda la república se dedica a la educación media y diversificada, con resultados magros que se reflejan en la baja calificación de la fuerza de trabajo; es decir, una educación de baja calidad, por debajo de los niveles requeridos para hacerle frente a un proceso competitivo de grandes dimensiones, dada la sofisticación de la economía globalizada, que se asocia con la llamada “cuarta revolución industrial”.
Los exámenes de admisión que se realizan en la Universidad de San Carlos reflejan a una masa de jóvenes con baja capacidad de comprensión de lectura y niveles de destrezas matemáticas que les hace imposible seguir alguna de las carreras de punta y vanguardia de la tecnología, tal es el caso de las ingenierías o las carreras científicas de nueva generación.
Tal situación ocasiona luego una serie de patologías que se traducen en falta de liderazgos, errores de implementación de resultados concretos y principalmente una entropía organizacional que impide logros colectivos de y no permite la obtención de consensos, y un ejemplo muy claro de ello es el de las propuestas alrededor de la contaminación y muerte lenta de recursos naturales emblemáticos como la biósfera maya, el Motagua, Atitlán, la Sierra de las Minas y otros no menos importantes.
Las agendas políticas se encuentran en desintonía con las agendas tecnocráticas, pero también los liderazgos tecnocráticos liderados por un sindicalismo defensor de intereses inmediatistas vienen generando y ampliando los males sociales del país. A ello se unen unas élites que más bien aúpan la mediocridad de los logros estatales, a costa de la defensa de intereses grupales e individuales.