En entrevista con la agencia de noticias DPA, el director de orquesta de origen japonés explica quién tiene la culpa.
Escribe que la música clásica está perdiendo peso. ¿Qué le hace ser tan pesimista?
Pesimista no es la palabra adecuada, más bien profundamente preocupado. A diario, y sobre todo entre los jóvenes, la música clásica apenas tiene peso. Se ha perdido la naturalidad de su presencia. Este maravilloso arte se enfrenta a la amenaza de convertirse en hobby de determinados estratos sociales, pero ese no es su objetivo. Se compone para todos.
Pero todos los días, en toda gran ciudad, hay conciertos.
El porcentaje de población que va a un concierto más de una vez al año es minúsculo. El público envejece. En Estados Unidos hay conferencias sobre cómo afrontar este fenómeno. Las orquestas se cierran o fusionan. Esto es algo latente en Alemania, el paraíso de la música clásica, con su fabuloso panorama de orquestas; pero en Estados Unidos es escandaloso. La retransmisión de música clásica en radio y televisión se ha convertido en una rareza. Las emisoras clásicas desaparecen o son desplazadas a lo digital.
¿Podría tratarse solo de una tendencia? Quizás la próxima generación sea la de los amantes de la música clásica.
Me impresiona aún más que la música clásica esté siendo relegada en la escuela, mientras el resto de materias gana peso. Esta evolución comenzó en Estados Unidos, y desde entonces se siente ya de igual manera a ambos lados del Atlántico. Si los jóvenes no acceden a la música clásica ni en casa ni en la escuela, tampoco la echarán de menos. No saben que existe. ¿Es justo que lOs privemos de esta maravillosa posibilidad, de esta experiencia incluso existencial?
Que los jóvenes no quieran saber más de Beethoven y Mahler, ¿no es simplemente algo que sucede porque sí? ¿La música clásica no debería someterse a la competencia?
Los hábitos y preferencias culturales cambian, por supuesto. Pero la amenaza que afronta la música clásica es el resultado de un grave cambio de valores. Vivimos en una época obsesionada con la economía, todo se somete al cálculo de costo-beneficio, la ponderación de esfuerzo y recompensa, el esperado resultado sin el cual una inversión no merece la pena. Pero los réditos de ir a un concierto son tan difíciles de calcular como el que un niño aprenda a tocar un instrumento, aunque todos sepamos lo importantes que son las artes.
¿No sucedió siempre que el arte tuviera que someterse al mercado? También los artistas necesitan ganarse la vida.
Yo soy un ejemplo del cambio de valores que afecta tan fuertemente a los jóvenes. Es el dictado casi mundial de Pisa en la política educativa. El sistema educativo de un país se considera modélico cuando obtiene un buen resultado en el informe Pisa, pero ni las letras ni las artes se tienen en cuenta: la filosofía, la literatura, la pintura o la música clásica son irrelevantes, según Pisa, en un sistema educativo eficiente. ¿En qué concepto educativo tan estrecho de miras se basan? Esta nueva forma de entender la educación está minando las artes, y con ello la música clásica en los colegios. Y eso me preocupa mucho
¿Qué podemos perder si nos centramos más en las ciencias naturales? Al fin y al cabo, son las que mueven nuestra economía y, con ello, nuestro bienestar.
Perdemos muchísimo: inspiración, consuelo, sentido común y una parte de nuestra tradición occidental. Perdemos la posibilidad de descubrir y experimentar cosas que son más grandes que nosotros mismos. Ese es el sentido de las experiencias estéticas, sin las cuales nuestra imaginación sería mucho más pobre. ¿Sabe usted lo importante que es tener una imaginación buena y entrenada para solucionar cuestiones realmente difíciles?
¿A quién considera responsable?
Responsables de que la música clásica deje de ser desplazada somos todos, cada cual a su manera. Como director de orquesta no debo ni quiero confiar en que mis conciertos se llenen. Sí quiero que la gente se entusiasme con la música, porque estoy profundamente convencido de que puede cambiarles la vida; tengo que llevarles la música: en conciertos fuera de lo común, en lugares parcialmente fuera de lo común y con ideas nuevas y fuera de lo común que muestren que esta gran música no solo sigue siendo actual, sino que hoy es aún más relevante que antes.