Y si bien la Policía detuvo a Daniele De Santis, un aficionado radical de la Roma, sospechoso de haber disparado, la lucha contra la violencia aún tiene un largo camino por delante.
Las luces de alarma no solo se encendieron por lo ocurrido en las afueras del Estadio Olímpico, sino también adentro, y bajo la mirada del primer ministro, Matteo Renzi; el presidente del Senado, Pietro Grasso; y el jefe del Comité Olímpico Italiano, Giovanni Malago.
Ellos, al igual que otros 70 mil espectadores, debieron esperar 45 minutos para que comenzara el partido y ser testigos de una insólita negociación.
Acompañado de una escolta policial, el capitán del Napoli, Marek Hamsik, debió dirigirse en persona a las tribunas y convencer a sus enfurecidos aficionados de que ningún simpatizante del equipo había sido asesinado y pedirles que permitieran comenzar el encuentro.
En la curva norte del Olímpico, el centro de poder de los radicales, se encontraba Gennaro De Tommaso, más conocido como Genny a Carogna —Genny el Carroña—.
En medio del ruido ensordecedor de los petardos y colgado en lo más alto de una puerta junto a otro líder, Genny fue quien posibilitó el inicio del partido.
Durante el encuentro, De Tommaso exhibió en su camiseta negra un mensaje en letras amarillas que pedía por la “libertad de los ultras” y la “libertad de Antonino Speziale”, un aficionado que se encuentra en prisión por el asesinato de un policía en el 2007 durante un enfrentamiento entre seguidores del Catania y el Palermo.
Según advierte la Policía, Genny es el hijo de Ciro De Tommaso, un miembro de la mafia napolitana de La Camorra.
La Policía niega que los disparos contra los aficionados del Napoli hayan estado relacionados con el futbol, pero se sabe que los seguidores de la Roma mantienen una fuerte rivalidad con el equipo del sur de Italia.
Muchos se preguntan qué hubiera ocurrido si la bala hubiera matado a Esposito. Hace 10 años, en el mismo estadio, un grupo de hooligans forzó la suspensión del encuentro entre Roma y Lazio debido a los falsos rumores que se esparcieron sobre la muerte de un niño en unos enfrentamientos.
“Ver a ese individuo mandando desde las tribunas demuestra la debilidad del Estado”, criticó Marina Grasso, la viuda del policía asesinado en Catania en el 2007.
El ministro del Interior, Angelino Alfano, Renzi y otras autoridades del gobierno italiano se comunicaron luego con la viuda, que recibió numerosas muestras de solidaridad.
Se esperan ahora severas medidas contra los aficionados radicales, pero también reina la desconfianza.
Las leyes italianas contemplan la prohibición de ingresar a los estadios, pero el diario La Repubblica publicó una lista de líderes que pueden presenciar los partidos.
“¿Recién ahora nos damos cuenta de que el crimen y La Camorra tienen influencia en los aficionados del Napoli y otros clubes?”, escribió Roberto Saviano, un periodista napolitano que debe vivir con custodia policial.
Saviano aseguró que Genny es un chivo expiatorio y apuntó directamente contra Giancarlo Abete, el presidente de la Federación Italiana de Futbol, que presenció el partido en un sector VIP.
“Este señor asumió en el 2007, dos meses después de la muerte de el policía Filippo Raciti en Catania”, escribió Saviano.
“Siete años pasaron desde entonces. Nada cambió y lo que vimos en la final de Copa es el estado agonizante del deporte más importante de Italia”, añadió el periodista.
La violencia es, por ahora, un problema sin solución a la vista en el futbol italiano.