Llega la leyenda
Cuando se creía que en el mundo del tenis se podía ser un maestro sobre hier ba, sobre pista rápida, so bre tierra batida
apareció una nueva categoría: se po día ser Federer. Con un jue go de lo más completo, el mejor drive nunca visto, un primer saque potente y preciso —característica que llevaba a su segundo servicio aumentando su ra tio de aces—, potentes vo leas en la red, un elegante revés a una mano marca de la casa, unas dejadas cor tadas que se colocan en lu gares imposibles para el ri val, una técnica clásica que huye del ahora tan de moda juego basado en el físico, un agresivo smash y un abanico de golpes quimé ricos, entre otras virtudes, el Expreso de Basilea arra só con todos los registros.
Con todo esto que po dría decirse que es un don, que se escapa incluso a las horas de trabajo, Roger se convirtió en maestro hasta seis veces y en el único que lo ha hecho en tres con tinentes distintos —Amé rica en el 2003 y el 2004, Asia en el 2006 y el 2007, y Europa en el 2010 y el 2011—, acumuló más de 900 vic torias en alrede dor de mil partidos, conquistó 77 títulos de los que 21 son Mas ters 1000 y 17 son grand slams —cuatro en Austra lia, uno en Roland Garros, siete en Wimbledon y cin co en el US Open—, se apuntó el récord de sema nas en el número uno (302) y una medalla de oro en dobles conseguida en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, con su compatriota Stanislas Wawrinka, y otra de plata cosechada en Lon dres 2012.
Pero después de domi nar el tenis durante casi una década, en este 2013 solo se alzó con el título de Halle —habría que remon tarse al 2001 para igualar el registro de una sola copa en sus vitrinas—, no llegó a ninguna de las finales de los cuatro grand slams y estuvo al borde de no cla sificarse para la Copa de Maestros —uno de sus tor neos fetiche y donde el es cocés Andy Murray le hizo un favor parando por le sión—.
Es por ello que son mu chos los que se preguntan si estamos ante el ocaso de su majestad. Él lo niega, como ya ha tenido que ha cerlo antes, callando bocas con su séptimo Wimble don. Quizás haya malacos tumbrado a los amantes de este deporte, para los que habría dejado atrás la con dición de humano. Pasa de preocuparse por su posi ción en el ranquin y dice que seguirá mientras con tinúe amando lo que hace. Eso y, probablemente, ce rrar su brillante palmarés con la medalla de oro en singles de los Juegos Olímpicos. Físicamente está más fino que nunca y su planificación anual está es tudiada al detalle. Federer ya no tiene por qué acu dir a todas las citas, no hay muchas razones por las que agotar se en las pistas, ha logrado lo más grande y ahora solo le importa cuidarse para estar en Río 2016.