Su desengaño, unido a las condiciones que Michel exhibía desde pequeño, estimuló la obsesión de que su hijo fuese lo que él nunca pudo ser. Fue su mentor, su principal seguidor. Siempre detrás de él, preparándole unas rigurosas sesiones de entrenamientos y castigos severos si fallaba —lo hacía dar 20 vueltas al campo—. Eso endureció el carácter de Michel y, según él, fue clave de su éxito.
Con 11 años se enroló en el AS Joeuf. Su padre entrenaba al equipo de Tercera. No lo perdía de vista. El desarrollo físico tardío de Platini hizo que perfeccionara aún más sus virtudes técnicas. Jugaba siempre en categorías superiores y siempre destacaba. La Copa Gambardella, el torneo juvenil más importante de Francia, representó el espaldarazo para Platini. Llegó a ella con 16 años y en un partido contra el Metz enamoró a todos los presentes. Precisamente, el Metz lo invitó a hacer una prueba, pero no pudo asistir por una pequeña lesión. Meses más tarde, sí la hizo. Fue sometido a un examen médico y en la prueba de espirometría —soplar con todas las fuerzas en un tubo— cayó desmayado. El diagnóstico fue devastador: no era apto para el futbol de alto nivel. La efímera carrera de Michel se desvanecía de golpe. El desconsuelo en la familia Platini era mayúsculo. Aldo no se lo creía. Enojado, rescató a su hijo para jugar en el AS Nancy, equipo al que él entrenaba. ¡Cómo cambió la película!
Su debut en el equipo reserva, que militaba en la Tercera francesa, empezó a evidenciar la envergadura de tal jugador. Hizo un hat-trick al Valenciennes e inició así su historia. Marcó 12 goles en 19 partidos y debutó en Ligue 1 con el primer equipo contra el Nimes. “Estuve muy mediocre. Con 17 años no es fácil”, recuerda siempre cuando le preguntan por ese partido. En aquel curso llegó a disputar tres encuentros más. La siguiente campaña supuso ya el afianzamiento en el once inicial, pero una grave lesión frenó su progresión. El Nancy descendió a Ligue 2. Platini enmendó la situación en solo una temporada marcando 17 goles y convirtiéndose en el guía supremo del retorno a la máxima categoría.
A su hilo, el Nancy vivió la mejor etapa de su historia. Platini lo era todo. Marcaba, asistía y capitaneaba un grupo que practicaba un futbol ordenado. Llegaron así reconocimientos individuales y galardones colectivos. Michel fue nombrado el mejor jugador francés en 1976 y 1977, año en el que el Nancy fue cuarto. En 1978, el club que vio su explosión ya se le quedaba pequeño. “Todos los jóvenes quieren fichar por el Saint-Étienne”. El deseo de Michel se hizo realidad.
Los verdes eran un equipo protagonista, habían ganado dos ligas en 1975 y 1976, y eran subcampeones de la Copa de Europa. Con el fichaje de Platini pretendían dar un salto mayor. La aspiración se quedó en eso. Ganó la Ligue 1 de 1981 y llegó a dos finales de copa, ambas con resultado negativo: perdió contra el Bastia aquella misma temporada (1-0), y en 1982 cayó en los penaltis ante el PSG. Platini anotó 58 goles en 104 partidos. Su figura adquirió una dimensión internacional y la Juventus no le dejaría escapar.
“Mi adaptación al Calcio no fue sencilla”, asegura en el documental El Partido del Siglo. ¡Quién lo diría! Platini comenzó su periplo dorado en la Vecchia Signora alzando la Copa, erigiéndose en el capocannonieri de la Serie A con 16 goles y llegando a la final de la Copa de Europa donde no pudo superar al Hamburgo. Logró su primer Balón de Oro. La temporada siguiente fue mejor. Ganó el Scudetto, la Recopa y el Balón de Oro. “Es el más grande”, tituló France Football. Aún quedaba más. En 1985 levantó la Copa de Europa contra el Liverpool en la trágica final de Heysel —murieron 39 personas—.
Aquella fatal jornada provocó sentimientos encontrados. Platini transformó un penalti sobre Boniek que en realidad no fue. Engañó a Grobelaar y celebró el gol.
Platini se resarció en la final de la Intercontinenal contra el Argentinos Juniors. Anotó la pena máxima decisiva en los penaltis —en el tiempo reglamentario también marcó uno de los goles—. Otra vez fue premiado con el Balón de Oro, el primer jugador que lo conseguía tres años seguidos, y era nombrado Caballero de la Legión de Honor francesa. Su último gran triunfo con la Juve lo logró en 1986 al conquistar la Serie A por delante del Nápoli de Maradona. Aquel año encuadró la última gran temporada con el Mundial de México.
Con los Bleus
No se entiende su grandeza sin su presencia extraordinaria en la selección gala. Francia hizo grande a Platini; Platini hizo grande a Francia. Su primera convocatoria con la selección absoluta se produjo en 1976 para un partido ante Checoslovaquia. El técnico Michel Hidalgo confiaba en su evolución y desde el primer día le dio los galones en el eje. La respuesta de Platini no pudo ser mejor. Causó sensación con un libre directo perfecto marcando así su primer gol. Ese verano formó parte del combinado olímpico en los Juegos de Montreal —Francia cayó en cuartos ante Alemania Oriental—. Su siguiente escaparate fue el Mundial de Argentina 1978.
Francia quedó en el denominado grupo de la muerte junto a Italia, Hungría y Argentina. El torneo comenzó mal con una derrota por 2-1 ante la selección transalpina. Platini sufrió el correoso marcaje individual de Tardelli y no pudo brillar. En el enfrentamiento frente a la anfitriona fue eliminada. Platini había igualado el gol inicial de penalti de Passarella, pero Luque decidió la balanza. Ante Hungría, ya sin opciones, Francia ganó fácilmente 3-1.
El Mundial de España 1982 supuso la consagración de Platini. A pesar de acusar unos problemas en la ingle durante toda la competición, supo regir a su selección hasta las semifinales, donde se mediría con Alemania Federal. Un partido histórico. Al final de los 90 minutos se llegó 1-1. Platini anotó el tanto galo. Francia se puso dos goles arriba en la prórroga; los germanos consiguieron empatar. La tanda de penaltis no sonrió al conjunto de Hidalgo. El fallo de Bossis los condenó. Francia caía y lo hacía entre gritos cargados de rabia. Una jugada marcó aquel partido. La agresión del portero Schumacher a Battiston con 1-1 en el luminoso. El alemán debió ser expulsado, pero no fue ni amonestado. El jugador galo tuvo que ser retirado en camilla con una conmoción cerebral severa, la rotura de una vértebra y dos dientes menos. “Todos lloramos en el vestuario”, explicó Platini después. Aun así, lo registra como su mejor recuerdo. “Nunca podré leer un libro, ver una película o una obra que corresponda a lo vivido en ese partido. Fue fabuloso”, aseguró.
Sin embargo, el apogeo de su obra futbolística asomó dos años más tarde. En la Eurocopa en Francia, en la que su selección superó la fase de grupos contra Dinamarca, Bélgica y Yugoslavia. Platini volvió a ser decisivo en las semifinales contra Portugal con un gol en el último minuto. Su rival en la final sería España. Los franceses calentaron el partido. “España ha tenido mucha suerte”, decían los integrantes galos. Al ser cuestionado por un periodista español sobre la victoria que consiguieron al filo contra los portugueses, Tigana respondió con convencimiento: “La suerte de Francia es tener a Platini”. El conjunto de Hidalgo ganó con aquel fallo inolvidable de Arconada tras un libre directo de Platini. El gol de Bellone casi en el descuento amplió el resultado. Platini, que durante el partido fue anulado, tiró de ironía: “Siempre hay que contar con la diosa fortuna”.
México 1986 sería su última parada. Los cuartos de final frente a Brasil en Jalisco. Careca adelantó a la Canarinha, pero Platini puso las tablas. Era el primer gol que recibían los brasileños en todo el campeonato. La suerte de los penaltis sedujo a Francia a pesar del fallo de Michel. Luis Fernández marcó la pena máxima definitiva que dio el pase a semifinales y llevó la fiesta a la concentración gala. No duró mucho. Alemania Federal se volvía a interponer en su camino. La tristeza que provocó aquel partido a Platini tuvo mucho que ver con su temprana retirada. En 1987, a los 32 años, anunció que dejaba el futbol. “Ya no siento el placer de jugar”, dijo.
El adiós
Comenzaba así un nuevo período en su vida. Dedicó sus primeros meses alejado de la pelota a su fundación contra la drogadicción. Pronto volvió a llamar a su puerta el gusanillo del futbol. La Federación le ofreció la posibilidad de dirigir a la selección en 1988. No se lo pensó. Todavía le perseguía, en parte, el recelo de las oportunidades perdidas en los mundiales. Sin embargo, Platini no iba a alcanzar como entrenador la fama lograda como futbolista. Tuvo que hacerse cargo de un grupo en pleno relevo generacional. No obtuvo el pase para el Mundial de Italia 1990. El equipo galo creció tras el duro varapalo y completó una fase de clasificación fabulosa para la Euro de Suecia 1992. Platini amoldó aquel equipo a su antojo y dio la responsabilidad a hombres como Cantona y Papin. Los locos de Platini les llamaban por su propuesta de vértigo. Su propio estilo lo traicionaría en la fase final consumando un pobre bagaje: empataron frente a Suecia e Inglaterra y perdieron contra la campeona Dinamarca. La estancia de Platini en el banquillo de los bleus terminaría abruptamente.
A los despachos
Su fracaso como técnico le permitió redirigir su actividad hacia los despachos. Lo suyo fue una reconversión modélica erigiéndose rápidamente en uno de los hombres fuertes de la Federación gala. Su labor de mayor relevancia llegó con el Mundial de 1998, que acogió su país. Fue nombrado copresidente del Comité Organizador de un torneo que sigue siendo alabado en los mentideros futbolísticos.
La experiencia de aquel mundial fantástico reposicionó la figura de Platini. Pasó a ser vicepresidente de la Federación francesa y entró a formar parte de la Uefa y de la Fifa como miembro ejecutivo. Así empezaría una carrera fugaz. Platini anunció en el 2006 su candidatura para presidente de la Uefa. El 26 de enero de 2007 se impuso en la votación por 27 votos contra 23 al sueco Leonnart Johannson, que sumaba cinco mandatos en el cargo. Platini contó con el presidente de la Fifa, Joseph Blatter, y consiguió lo que nadie había logrado: derrotar a un presidente de la Uefa en ejercicio que se presentaba a la reelección. En el 2011 fue reelegido por una mayoría aplastante.
Sigue así su trayectoria meteórica. La principal apuesta de su programa es la aplicación del fair play financiero, que está previsto que entre en vigor este año. Además, su política se ha encaminado a que las federaciones nacionales más pequeñas tengan mayor participación en las competiciones europeas de clubes. Su próximo proyecto parece girar en torno a una Champions de 64 clubes. El gobierno de Platini tampoco se ha librado de ciertas controversias. Sus frecuentes salidas de tono, algunas de ellas contra el Real Madrid —”ha arruinado el mercado”— y su implicación, según la revista France Football, en la supuesta red de corrupción que permitió a Qatar ser nombrada sede del Mundial 2022 son los puntos negros de su gestión. Nada impedirá, seguramente, que Platini se presente para ser presidente de la Fifa en el 2015.
Desde que comenzó a corretear en las viejas calles de Joeuf su ambición continúa intacta. Un hombre hecho a su manera, con una pasión desmedida por el futbol y hábil en los entresijos políticos. Romántico —le pidió la camiseta a Xavi tras la final del Mundial de Sudáfrica de 2010— y protocolario. Imaginativo y voraz. Apasionado y controlador. El genial futbolista que ansía ser mejor dirigente. Las crónicas de los periódicos galos el día después de la final de la Eurocopa de 1984 resumen el calado de su figura: “Platini es Francia”.