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Milutinovic: Los cinco mundiales del nómada del futbol

Luce con orgullo un registro casi imposible de batir: acudir a cinco ediciones del torneo futbolístico por excelencia con cinco selecciones diferentes.

El serbio Bora Milutinovic es el coordinador de la actividad de Aspire en Guatemala. (Foto Prensa Libre: Archivo)

El serbio Bora Milutinovic es el coordinador de la actividad de Aspire en Guatemala. (Foto Prensa Libre: Archivo)

Cuenta la leyenda de la occidental ciudad serbia de Bajina Basta que entre sus montañosas tierras pertenecientes a los Alpes Dináricos habita desde hace años el vampiro Sava Savanovic. Agazapado en un molino próximo al río Rogacica, esta especie de Drácula atacaba a cualquier persona que se acercara a merodear por las proximidades de la cosecha.

Quién sabe si el miedo a este macabro personaje influyó a la hora de forjar el carácter intrépido y trotamundos de Velibor Bora Milutinovic, el nómada del futbol, un técnico que fue profeta en casi todas las partes del mundo, salvo en su Yugoslavia natal. Nacido en 1944, en esa bucólica ciudad enclavada en el valle del Drina, donde se supone que mora el vampiro, el técnico serbio es un personaje peculiar del mundo balompédico. Desde su plácida vida actual en Qatar, y a falta de un brillante palmarés,

Bora puede presumir con orgullo de un registro muy difícil de batir: acudir como técnico de cinco selecciones diferentes a cinco ediciones de la competición futbolística por excelencia.
Pero antes de consolidar su perfil de técnico aventurero, hubo un Milutinovic futbolista. Y primeramente un Bora adolescente, que tuvo que superar la pérdida de sus padres y que encontró en el futbol la razón de ser en su vida. Sin figuras paternales referentes, ese vacío lo ocupó su hermano Milos, reconocido futbolista serbio que llegó a jugar en el Bayern. Milos fue el mentor futbolístico de Bora.
Antes de que la maleta se convirtiera en su compañera habitual, Milutinovic jugó en los equipos FK Bor, OFK Belgrado y Partizán de la antigua Yugoslavia. En 1969 ya nació en él la pasión por emigrar.

El destino lo llevó a Francia, donde formó parte del Mónaco, el Niza y el Ruan. Tras un último paso en las filas del FC Winterthur suizo, iba a emprender el viaje más importante de su vida. En 1972, el serbio arribó a México, el otro país de su corazón, la tierra donde encontraría el amor y nacerían sus hijos. “En invierno, en México luce el sol, mientras Belgrado está cubierto de nieve”.
Hasta 1976 jugó en los Pumas de la Unam, con el cual salió campeón de la Copa de México. Y fue allí donde se inició su carrera como técnico. Además fue el club donde obtuvo mayores éxitos: tras dos subcampeonatos, por fin logró que los Pumas campeonaran en 1981 por segunda vez en su historia. En esa época también contribuyó a modelar a uno de los mejores delanteros del siglo XX, el entonces juvenil Hugo Sánchez.
Pero, sin ningún género de dudas, Milutinovic es el entrenador de mundiales por excelencia. Su primera experiencia fue con México, en la tan apasionante como complicada tarea de representar al conjunto azteca, anfitrión de la edición de 1986. En primera ronda consiguieron vencer a la Bélgica que llegó a semifinales. Tan solo Alemania los pudo sacar de su Mundial, en los penaltis. México fue sexto, toda una heroicidad en el país.
Este reportaje no habría tenido lugar si a falta de un par de meses para el Mundial de Italia 1990, en la Federación de Costa Rica, no se hubieran acordado del serbio. “Cuando me llamaron pensaba que era para coger el equipo tras el torneo. Tenía que aceptar. Ir a un mundial es una aventura extraordinaria”, cuenta. En Costa Rica, Milutinovic es un mito futbolístico viviente. Hizo de los ticos la selección revelación del campeonato. Únicamente Brasil pudo derrotarla, en la primera fase.

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