Hoy, dentro del despacho principal de esa máxima institución y frente a un piano, revela que el entusiasmo por seguir guiando a las nuevas generaciones la colma de ilusión, a pesar del desinterés que han demostrado muchos altos cargos estatales, quienes no han visto en el arte una oportunidad de transformación cultural.
Ante ello, García Salas plantea que la educación debe ocupar un espacio relevante en los primeros años de quienes sienten afinidad por la música, ya que solo con una adecuada formación de sus talentos, los jóvenes y los niños podrán transformarse y así moldear un nuevo futuro social que permita una mayor sensibilidad.
En esta conversación la maestra nos lleva a recorrer sus impresiones sobre la importancia de crear y sentir a través de la música, y la urgencia de acompañar mediante el diálogo a las nuevas generaciones atraídas por esta rama del arte.
¿Cuál es la relación que encuentra entre la educación tradicional y el arte?
Veo la educación como indispensable para el ser humano en su crecimiento y su formación intelectual, moral y espiritual. En el caso de la educación en el arte, hay que decir que cada artista trae consigo un cúmulo de talentos que siempre es preciso desarrollar. La educación es entonces importante para que los creadores puedan manifestar sus inquietudes.
De ahí la necesidad de que existan papeles como el de los educadores que puedan dar una formación tanto técnica como práctica e interpretativa, ya que de eso dependerá que los talentos puedan expresarse y no quedarse bloqueados por una falta de preparación. Para mí, educar es eso: brindar herramientas, en especial a los jóvenes, para que puedan expresarse.
¿Qué la llevó a interesarse en este campo de acción y, más adelante, de formación?
Desde pequeña mi sueño era ser una gran pianista y poder interpretar lo que compusieron grandes maestros como Bach, Beethoven, Mozart, Eider, Yupanqui y otros. Comencé a imaginar todo esto cuando tenía seis años y mi madre me compró un piano con el que empecé a introducirme en la música. Esto me llevó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música desde que tenía 7 años.
La pasión me permitió luego participar en concursos nacionales y también irme a otros fuera del país, donde tuve la oportunidad de estudiar en Estados Unidos y Europa. Allí continué mi formación y al estar en contacto con grandes maestros, me di cuenta que otro de mis grandes sueños era regresar al Conservatorio y dar clases o incluso dirigirlo.
Lo logré y diría que entre mis principales motivaciones estaban los jóvenes que integran un grupo de la sociedad que tiene bastantes sueños, y me gustaría pensar que pueden llegar a alcanzarlos.
Este año asumió la dirección del Conservatorio como esperaba. Luego de varios años como formadora en esta misma casa de estudios, ¿qué representa para usted guiar a tantas personas en el campo de la música?
Lo que ha provocado la experiencia es un sentimiento de certeza en cuanto a que un pueblo, en este caso Guatemala, podría salir adelante y continuar transformándose. Estamos en un país que necesita más cultura y más educación.
Todas las personas nacen con capacidades cognitivas —lo que llamamos inteligencia—, y por eso todos estamos capacitados para adquirir nuevos conocimientos siempre. Lo que pasa en sociedades como la nuestra es que los conocimientos no siempre son dados de la forma correcta.
¿Cuáles son los aportes de la música a la experiencia sensible de las personas?
Todas las personas amamos lo estético, siempre estamos buscando lo que consideramos bello, ya sea en la naturaleza o en las artes. Creo que todos necesitamos un poco de eso, que al final es una gran experiencia sensible. Y no solo lo buscamos para satisfacer una necesidad, sino para comprender un lenguaje universal.
La búsqueda sensible por lo artístico y lo bello ha estado desde siempre en la historia, y lo podemos ver en las sinfonías de los compositores Bach —que a pesar de estar ciego al final de su vida seguía componiendo música— o Beethoven —que también componía aún siendo sordo—.
Por eso me pregunto qué no podrían hacer entonces las personas que cuentan con todos sus sentidos y sus capacidades. Creo que el humano siempre buscará la forma de expresar lo bello.
¿Qué le ha permitido conocer sobre usted misma esta experiencia en el ámbito musical?
Debo reconocer que mi acercamiento con la música ha sido muy privilegiado, ya que nací en una familia con mucha afinidad por ella. Mi padre formaba parte de la Orquesta Sinfónica y mi madre siempre estuvo atenta a las inquietudes tanto de sus hijos como de su esposo. De allí que se interesara en apoyarme a seguir con el aprendizaje con el piano.
El apoyo de mi familia determinó gran parte de mi experiencia musical, pero otro gran elemento fueron mis maestros. Esa experiencia me hizo entender que en el proceso de aprendizaje siempre se necesita un maestro que se dedique con el alma a formar a los estudiantes al máximo.
Esto puede relacionarse mucho con los desafíos que tiene la educación musical en el país. A su parecer, ¿cuáles son los retos que encuentra la gestión pública en la formación musical?
Es muy difícil, porque para entender a un artista se debe conocer bastante sobre el arte. Por desgracia hemos visto muchas veces que personas con poca preparación en este tema llegan a puestos políticos, y no son idóneas.
Esto lleva a que entiendan poco de la importancia que tiene el arte en la cultura y en la sociedad. Hasta cierto punto, hay un desconocimiento total de lo que es el hacer del artista y esto genera muchos retos de aprendizaje. Sobre todo, porque la música es para toda una vida si en realidad somos personas que nos identificamos como apasionadas por el arte.
Desde este apasionamiento por la música, ¿qué ha logrado descubrir sobre la juventud y la niñez a la hora de impartir clases?
En estos larguísimos años de docencia he aprendido que debe existir una comunión de ideas más allá de solo un simple saber. Para que un conocimiento pueda ser transmitido de docente a alumno, el primero debe reconocer cuáles son las circunstancias que está atravesando el segundo; esto, con el propósito de propiciar un ambiente para que aprenda de la mejor manera.
Desde mi experiencia con jóvenes y niños he comprendido que lo más importante como docente es saber cómunicar y tomar en cuenta todo lo que el alumno pueda sentir, pensar y observar, con el propósito de conectar. Esa conexión será reforzada y el conocimiento podría ser más receptivo.
Durante el tiempo que he dado clases mi vida ha sido transformada por los jóvenes y los niños. He de decir que antes de esta experiencia, como artista creo que era muy egoísta: solo quería tocar el piano, ser buena y única.
Estaba dentro de una mentalidad constante del “yo, yo, yo”, pero gracias a los estudiantes entendí que el “tú” era más importante. Aprendí que un “¿Cómo estás?” o un “¿Qué sientes cuando escuchas y ejecutas esta música?” era lo más importante.
Tomando en cuenta eso, ¿cómo cree que se puede romper la idea del “yo creador” y fomentar una mayor aproximación con las personas a través de sus conocimientos artísticos?
Creo que el “yo” creador no debe perderse. Esto no quiere decir que las personas no sepan comunicarse con los demás; más bien, los necesitan. Si el creador musical no se abre a los otros, se limita y se vuelve repetitivo en su creación, porque no hay nada que le aporte nuevas ideas.
Entonces se debe abrir a nuevas experiencias, emociones y estímulos para ser más creativo. El “yo” no es inmóvil, y ese movimiento solo puede darse gracias a los estímulos externos que vienen a reforzarlo o alimentarlo, y solo se puede dar con la presencia de otros.