Las imágenes de ciudadanos de ambos lados de Berlín abrazándose perplejos la noche del 9 de noviembre de 1989 y subidos al Muro que durante 28 años había simbolizado el mundo bipolar de la Guerra Fría son parte de la memoria visual de la humanidad y uno de los íconos del siglo XX. Nada sería igual después de esa noche.
“Lo que en plena Guerra Fría nos parecía una visión inalcanzable se concretó cuatro décadas después con la unidad alemana y el regreso de la parte oriental de Europa en un triunfo de la libertad”, formuló alguna vez Helmut Kohl, canciller cristianodemócrata de la Alemania occidental en 1989 y gran arquitecto de la reunificación alemana.
También en 1989 la caída del Muro parecía una “visión inalcanzable”.
“El Muro seguirá ahí dentro de 50 o cien años”, auguraba en enero de ese mismo año el jefe de Estado y de partido de la Alemania comunista (RDA), Erich Honecker.
A lo largo de 1989, sin embargo, las políticas de apertura de Mijail Gorbachov en la Unión Soviética avanzaron al ritmo de una creciente demanda de libertad y democracia en la RDA, mientras miles de alemanes del este huían del régimen a través de Hungría, Polonia y Checoslovaquia.
Cientos de miles de manifestantes protagonizaron la llamada “revolución pacífica“, saliendo a la calle primero en Leipzig y luego en otras ciudades al grito de “Wir sind das Volk!” (“¡Nosotros somos el pueblo!”) y con consignas como “El Muro debe desaparecer”,
“Pedimos libertad de movimiento” o “Un país sin Muro”.
El 7 de octubre, la RDA celebró en un clima tenso los 40 años de su fundación. Gorbachov acudió a los festejos y fue recibido en Berlín por ciudadanos que clamaban: “Gorbi, ¡ayúdanos!” En su discurso ante la cúpula del partido único SED, el líder soviético dejó un mensaje profético: “La vida castiga a quien llega demasiado tarde”.
El gobierno de la RDA intentó descomprimir la presión con una nueva normativa para otorgar permisos de salida del país. Pero cuando el miembro del Politburó, Günter Schabowski, comentó el plan en una conferencia de prensa con periodistas extranjeros, ya bien entrada la tarde del 9 de noviembre, la situación dio un giro inesperado.
Al final de la conferencia, el periodista italiano Riccardo Ehrman preguntó cuándo entraba en vigor la normativa. Schabowski rebuscó en los documentos que tenía y, al no encontrar la fecha correcta (10 de noviembre), improvisó: “Ab sofort” (“De inmediato”). Sería una de las frases con más peso en la historia de Alemania.
Aunque el anuncio era ambiguo y buscaba otro objetivo, el titular de “la RDA abrió sus fronteras”, copó de inmediato cables de noticias e informativos de la televisión y llevó a cientos de personas a reunirse ante un paso fronterizo de Berlín, esperando cruzar al oeste.
Desconcertados y sin instrucciones, los guardias comenzaron a dejar pasar a algunos de los congregados. “Fue el momento más bonito y más horrible de mi vida”, recordó recientemente uno de los guardias apostados esa noche en el paso. La perplejidad también invadía a los primeros en cruzar: “Es una locura, ni siquiera miraron mi documento”, señalaba un entrevistado al otro lado de la frontera.
Poco antes de la medianoche, ya eran 20 mil las personas que gritaban “¡Abran el portal!“. A las 23.40 horas, la RDA daba la orden de abrir todos los pasos fronterizos de Berlín. El Muro tendido la madrugada del 13 de agosto de 1961, para frenar el masivo éxodo a occidente, caía también de noche y de manera casi imprevista.
Miles se lanzaron a ver por primera vez el oeste esa misma noche. El símbolo de la opresión y la división que había torcido millones de destinos y había costado la vida a al menos 138 personas, por intentar cruzarlo, se convirtió súbitamente en protagonista de una fiesta que unió a ciudadanos de los dos Berlines en imágenes que daban la vuelta al mundo.
Sorprendidos por la noticia en el Parlamento, los diputados de la Alemania occidental se pusieron de pie y cantaron el himno. Kohl interrumpió una visita a Polonia y al día siguiente habló ante una multitud en Berlín. Durante el acto, el ex canciller socialdemócrata y premio Nobel de la Paz, Willy Brandt, dejó la frase que mejor resumió el sentir alemán: “Ahora crece como un todo lo que es un todo”.
La caída del “Muro de la vergüenza” tuvo consecuencias geopolíticas globales e inmediatas. Además de simbolizar el derrumbe del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, posibilitó la reunificación alemana un año más tarde y dejó vía libre a la Europea unida de hoy.
También planteó desafíos y controversias todavía candentes. La reunificación de dos países forjados en sistemas diferentes planteó a Alemania enormes retos sociales, políticos y, sobre todo, económicos. Los “paisajes floridos” prometidos por Kohl en la Alemania oriental nunca llegaron y el este del país sigue siendo más pobre y con más desempleo que el oeste, si bien la brecha se acorta cada año.
La caída del Muro, sin embargo, sigue siendo un motivo de celebración para la mayoría de los alemanes, como volverá a demostrarse hoy en los actos del aniversario presididos por la canciller Angela Merkel y el presidente Joachim Gauck, ambos crecidos en la RDA.
La fiesta popular, frente a la Puerta de Brandeburgo, emblema de la reunificación, incluye conciertos de grandes de la música como el británico Peter Gabriel y el director argentino-israelí Daniel Barenboim.
A lo largo del antiguo trazado del Muro fueron instalados ocho mil globos iluminados. En el momento del aniversario, serán soltados y la frontera simbólica desaparecerá en el aire, como ocurrió con la real una noche de hace 25 años.
DPA