A continuación, algunos de esos hechos. Pero ojo: siempre será mejor usar la energía para que prevalezca la paz.
Antigua civilización
Conocidas son las guerras que mantuvieron los antiguos mayas entre sí. ¿La razón? Pues la de siempre: ostentar el poder. En Petén, alrededor del año 631. hubo enfrentamientos entre El Naranjo y Caracol; en esa centuria también se registraron guerras entre Calakmul y Dos Pilas en contra de Tikal, que terminaron con la derrota de esta última. Precisamente, eso le sirvió al gobernante Balah Chan Kawil para extender su dominio por Tamarindito, El Naranjo, El Ceibal, Yaxchilán, Acul, El Chorro y Motul de San José.
Sus campañas expansionistas y de prosperidad terminaron en el 761, cuando los ejércitos de Tamarindito y Arroyo de Piedra vencieron a la potente Dos Pilas, que quedó destruida.
Para algunos historiadores, estos acontecimientos hicieron que Petexbatún fuera la región donde comenzó el colapso maya en el Clásico.
Esta es una síntesis, porque las batallas fueron muchas, al igual que las caídas y resurgimiento de ciudades.
Varios siglos pasaron hasta que los españoles vinieran a estas tierras, y no precisamente con un mensaje pacifista —ni aunque se presentaran “en nombre de Dios y del rey”—. Así pues, empezó la invasión. En 1524 ingresaron los ibéricos al actual territorio de Guatemala.
Estos aprovecharon las rivalidades y odios entre los diversos señoríos indígenas. De esa cuenta, cada pueblo luchó por separado, pero siempre con garra.
Las crónicas refieren que Pedro de Alvarado y sus tropas fueron bien recibidas por los kaqchikeles, quienes los ayudaron en la conquista de Utatlán y a someter a los quichés, así como en las campañas por la Costa Sur y Cuscatlán.
Sin embargo, a los españoles se les olvidó —o ignoraron— la lealtad y se les ocurrió exigirles metales preciosos y, de paso, tomaron algunas de sus doncellas para hacerlas sus concubinas.
De esa cuenta, los kaqchikeles, desde el 28 de agosto de 1524, montaron una revuelta encabezada por su gobernante Kaji’ Imox. La resistencia duró hasta 1530.
Tres años más tarde, Kaji’ Imox y Quiyavit Caok se rebelaron una vez más, manteniéndose firmes hasta 1535, cuando fueron encarcelados. Como castigo, Alvarado mandó a la horca al líder kaqchikel (28 de mayo de 1540).
Otro pueblo que opuso resistencia fue el xinca, que habitaba la región comprendida entre los ríos Michatoya y Paz. En mayo de 1524 se enfrentaron a Pedro de Alvarado en distintos lugares que hoy pertenecen a Santa Rosa y Jutiapa. Fueron conquistados cuatro años después.
Sin duda, una de las mayores gestas fue la del pueblo mam, que habitaba en Zaculeu —Huehuetenango— al mando de Kaibil Balam. La resistencia empezó en 1525, hasta que capitularon en 1530 ante el ejército de Gonzalo de Alvarado. La historia oral relata que el espíritu de Kaibil Balam jamás fue conquistado, ni derrotado, ni muerto, y que sigue viviendo en las cumbres.
Historia diferente fue la de Juan Matalbatz, cacique de San Juan Chamelco, Alta Verapaz, quien mantenía buenas relaciones con los sacerdotes católicos, entre ellos los frailes Bartolomé de las Casas y Domingo Vico —este último fue asesinado en Acalá, mientras intentaba evangelizar a los locales—. Matalbatz, en venganza de su amigo, mandó a matar a 300 lacandones. Esto sucedió en el siglo XVI.
La rebelión también fue intensa con los itzaes, quienes, al ver que su gente era víctima de vejámenes por parte de los españoles, capturaron a religiosos y los decapitaron. Se dice, incluso, que al capitán Francisco De Mirones le abrieron el pecho con una daga y le arrancaron el corazón en 1624. La capital Itzá fue tomada hasta 1697.
En la colonia
Durante esta época, los indígenas vivieron bajo el dominio de los ibéricos y criollos. En julio de 1802 hubo una sublevación en Santa María Chiquimula, Totonicapán, y otra en la actual cabecera del mismo departamento, en 1820, en la que varios pueblos de occidente protestaron por el cobro de un tributo que se había suprimido en 1812 por la Constitución de Cádiz. En estos acontecimientos salió a relucir la imagen de Atanasio Tzul, cuya escultura situada en Totonicapán —tallada por Rodolfo Galeotti Torres— aparece en nuestra portada de hoy.
Otra gesta de lucha la protagonizó Matías de Gálvez, presidente de la Audiencia de Guatemala de 1779 a 1783. Llevó a cabo dos campañas militares contra los piratas ingleses, quienes se habían apoderado de una amplia región del caribe centroamericano. Gálvez recuperó Honduras, el Castillo de Omoa, la isla de Roatán y el Río Tinto; impidió, además, la toma de Granada, Nicaragua.
En 1813 empezaron los movimientos independentistas, con la Conjura de Belén.
Libres de España
El Reino de Guatemala rompió relaciones con España el 15 de septiembre de 1821, con la firma del Acta de Independencia, aunque sin la representación de todas las regiones. Eso sí, se dijo que era preferible declararla para “prevenir las consecuencias que serían terribles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.
Luego de varios problemas, por fin se declaró la emancipación absoluta, el 1 de julio de 1823, que varios historiadores consideran como la “verdadera independencia”.
El 24 de abril de 1824, José Francisco Barrundia presentó una moción para abolir la esclavitud de los negros, la cual fue aprobada.
Luego, las provincias mostraron una serie de descontentos, como lo demuestra la sublevación de San Juan Ostuncalco, el 6 de marzo de 1837, por el establecimiento de juicios por jurados.
Un año más tarde, el 2 de febrero de 1838, se declaró el Estado de los Altos.
Aquellos eran los días de Serapio Cruz, Tatalapo, quien, además, estuvo activo en el esfuerzo militar de Centroamérica para derrotar y expulsar de Nicaragua a los filibusteros al mando de William Walker. Ese acontecimiento se llamó Guerra Nacional (1856-1857).
Años antes también se libró la Batalla de La Arada, en San José La Arada, Chiquimula, en la que tropas de Honduras y El Salvador intentaron derrocar el gobierno conservador de Rafael Carrera (2 de febrero de 1851).
Dos décadas después —3 de junio de 1871—, se dieron nuevos movimientos militares. En esa ocasión se firmó el Acta de Patzicía, en la que el ejército comandado por Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios desconoció el gobierno provisional de Vicente Cerna. A esto se le conoce como Revolución de 1871.
En esa época se intentó unir a las provincias de Centroamérica. Barrios, de hecho, murió en una de las batallas libradas en Chalchuapa, el 2 de abril de 1885.
En 1897 ocurrió la Revolución de Occidente, en la cual el pueblo se levantó en armas para oponerse al régimen de José María Reina Barrios. Un año más tarde hubo una sublevación en San Juan Ixcoy, Huehuetenango, debido a que ladinos ocuparon tierras que los locales consideraban suyas.
Siglo XX
La centuria pasada estuvo marcada por diversos acontecimientos sangrientos y mucho tuvieron que ver los gobiernos militares.
El caos, sin embargo, empezó con la dictadura del abogado Manuel Estrada Cabrera. El 29 de abril de 1907, su carruaje fue atacado con una bomba por la 7a. avenida y 17 calle de la zona 1, suceso del cual salió ileso.
Pasaron los años hasta que en 1920, por fin, fue despuesto el Señor Presidente.
Después vino la época de los gobiernos militares. Los guatemaltecos vivieron varias décadas de inconformidad. Incluso, hubo facciones castrenses que se opusieron a esas administraciones como la Revolución de los Coroneles —en oposición al presidente Lázaro Chacón— y el Complot de los sargentos, que intentó impedir la reelección de Jorge Ubico, el 24 de diciembre de 1940.
Los civiles también mostraron fuerte oposición, como lo demuestra el Memorial de los 311, con fecha del 24 de junio de 1944 y que fue dirigido a Ubico. Esta carta exigía el restablecimiento de las garantías constitucionales y brindaba apoyo a las manifestaciones del pueblo.
Fue una época convulsa que terminó en victoria para los guatemaltecos. Todo esto fue la Revolución de 1944, la cual empezó con la renuncia de Ubico y culminó el 20 de Octubre con la caída de Federico Ponce Vaides.
En Patzicía, sin embargo, hubo movilizaciones intimidatorias. La gente había sido engañada para apoyar a los ubiquistas. Fueron acarreados, tal como sucede ahora. En aquella ocasión se produjeron graves desórdenes que degeneraron en enfrentamientos entre indígenas y ladinos. Al final se contabilizaron 43 muertos, según registros oficiales, pero hay fuentes que elevan el número a 400.
Años más tarde hubo otras rebeliones en Salamá (marzo de 1953) en oposición a Jacobo Árbenz. Así empezaron diversas actividades de choque con lo cual finalizó la primavera democrática.
En 1960 comenzó una de las etapas más complejas y sangrientas de la historia del país. El 13 de noviembre se intentó derrocar a Miguel Ydígoras Fuentes. Los comandantes de ese movimiento se convirtieron en los primeros guerrilleros de la llamada Guerra Interna, cuyas acciones empezaron en 1962.
Ese mismo año, estudiantes se unieron en marzo y abril para protestar contra Ydígoras Fuentes. En esa época también se formaron la distintas facciones guerrilleras y, con el correr de los años, las fuerzas de choque formadas por el Ejército —las Patrullas de Autodefensa Civil—.
El conflicto finalizó con la firma de los Acuerdos de Paz, el 29 de diciembre de 1996.
Hoy, de nuevo los guatemaltecos alzan su voz en contra del Gobierno, acusado de numesosos actos de corrupción. Estas jornadas, sin duda, quedarán marcadas en la historia.