Sin embargo, hace más de dos mil 200 años, el matemático, astrónomo y geógrafo griego Eratóstenes afirmó que era redonda. Incluso, calculó su circunferencia con una exactitud asombrosa, pues falló en tan solo 400 kilómetros.
En la época de Cristóbal Colón (siglos XV y XVI) ya se había extendido la idea de su redondez —era mentira que los navegantes tuvieran miedo de caer sobre un precipicio, pero sí de perderse en un vasto océano—.
De hecho, ya existían numerosos mapas que ayudaban a entender cómo era la superficie terrestre. Pero, conforme avanzaron los conocimientos, surgieron nuevos problemas. Quizás el desafío más grande fue idear la forma de dibujar perfectamente las características de un globo sobre un plano. Es decir, poner algo que está en tres dimensiones en uno de dos.
En la historia ha habido varias propuestas, pero todas han sido inexactas.
El sabio griego Tolomeo, en el siglo II, dio un paso adelante al dividir el globo en una retícula formada por líneas verticales y horizontales —meridianos y paralelos, respectivamente—, con lo cual se establecieron las coordenadas geográficas que hoy se siguen empleando.
Su obra Geographika, que tiene un mapamundi y 26 mapas detallados, se considera el primer atlas universal de la historia. Claro, solo incluía a Europa, Asia y África, los cuales estaban rodeados de un enorme océano.
Luego, entre los siglos XIII y XV se trazaron minuciosas cartas náuticas, los portulanos, en los que una gran cantidad de líneas rectas unían los puertos a orillas del Mediterráneo con los africanos y asiáticos.
De nuevo, la Geographika, de Tolomeo despertó un enorme interés en la Europa de finales del siglo XVI, porque les hacía soñar con llegar hasta Asia y apoderarse de sus riquezas y especias. De esa cuenta, muchos se aventuraron a navegar por nuevas rutas, aunque fue el almirante Cristóbal Colón quien tomó el mayor riesgo y se adentró en las aguas desconocidas del Atlántico, pensando desembarcar en el continente asiático.
No lo logró, pero los europeos descubrieron América, un enorme continente del que no se tenía noticias.
Fue así como las costas americanas empezaron a aparecer en los mapas renacentistas, unidos por rectas parecidas a los portulanos.
Aunque los marineros se guiaban bastante bien con ese sistema, también tendían a perderse, porque tales líneas no tenían en cuenta la curvatura terrestre. Este problema fue solucionado por el holandés Gerard de Kremer (Mercator, en latín), quien, en su mapamundi de 1569, dibujó los meridianos en intervalos regulares, mientras que los paralelos se aproximaban proporcionalmente a medida que se alejaban de los polos.
Luego aparecieron nuevos métodos cartográficos e instrumentos de medición, con lo cual se empezó a completar el atlas de la Tierra.
Sin embargo, nunca un mapa sobre un plano ha sido perfecto. Es imposible. “No se puede proyectar una esfera en un plano sin que haya algún tipo de distorsión”, explica Saúl Duarte, físico y matemático de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Hoy, los mapas más conocidos están basados precisamente en el de Mercator, el cual tiene grandes distorsiones. El más claro ejemplo es que Groenlandia se ve como si tuviera dimensiones similares a África, cuando en realidad este último es 14 veces más grande.
La razón por la que el mapa de Mercator tuvo éxito fue porque funcionaba bastante bien para el propósito por el que fue hecho: para que los marineros se orientaran bien de este a oeste. En el siglo XVI —cuando fue trazado— no importaban tanto los polos.
¿Al revés?
El mapa que está abajo de este párrafo refleja que la orientación con el norte hacia arriba es arbitraria, pues bien podría ser cualquier otra. “No hay ninguna razón puramente geográfica por la que una dirección sea mejor que otra, o por qué los mapas occidentales han naturalizado la asunción de que el norte debería estar arriba”, escribe Jerry Brotton en el libro Historia del mundo en 12 mapas.
Incluso, en los mapas medievales judeocristianos aparecía la Tierra orientada hacia el este —es decir, con Asia hacia arriba, Europa abajo a la izquierda y África a la derecha—. Así se muestra en el mapa de San Severo, que data del siglo XI.
Además, muchas culturas preferían el este por ser la dirección donde sale el sol. En cambio, el oeste estaba asociado con la decadencia y la muerte, mientras que el norte era la oscuridad y la maldad.
Esto no fue siempre así, por supuesto. Babilonios y chinos se orientaban al norte, tal como el mismo Tolomeo.
Brotton, en su libro, añade que bien se pudo haber optado por graficar el sur en la parte de arriba, lo cual no ocasionaría ningún problema.
Esto lo ejemplifica una foto de la Tierra captada desde la nave Apolo 17, la cual plasma una imagen en la que parece como si el planeta estuviera al revés. Pero, como el cerebro está acostumbrado a ver algo diferente, se le dio vuelta a la fotografía, como se puede comprobar en una búsqueda rápida en Google.
Así como la orientación es arbitraria, también ha sido motivo de discusión qué resaltar en un mapa.
Brotton explica que a veces se tiende a colocar cierto terrotorio justo en medio por razones políticas. Por eso hay mapas donde se ve a América en el centro, mientras que Asia aparece partida en dos.
“Estar en medio tiene un valor simbólico”, escribe Brotton. De ejemplo está el mapamundi de Haldingham (ca. 1300), que está en la catedral inglesa de Hereford, el cual tiene a Jerusalén al centro, pues se trató de destacar el cristianismo.
En la historia
A lo largo de los siglos se han trazado muchísimos mapas y, con ellos, se han ideado nuevas proyecciones, las cuales tienen bastantes ventajas, pero también inconvenientes. El principal es la distorsión, lo cual se puede medir con los índices Tissot.
La proyección cartográfica de Goode, de John Paul Goode, apareció en 1923, el cual brinda una buena proporción de tamaños, aunque las direcciones y distancias no son confiables.
En 1963 apareció el mapa de Robinson, el cual simula la curvatura terrestre, pero distorsiona los extremos y el norte.
Una de las proyecciones mejor realizadas para un plano es la Winkel Tripel, propuesta por Osvald Winkel en 1921.
Por último está el Google Earth, el cual es el más avanzado de la historia, pues está en tres dimensiones —por supuesto, cuando se pone en dos dimensiones, aparecen las distorsiones—.