¿Qué recuerda de su niñez?
Mis primeros 12 años de vida los pasé en Tectitán. Mis abuelos, y luego mis padres, tuvieron una panadería; así que tengo recuerdos de cómo se horneaba y de la atención al cliente. Después de la secundaria me mudé a la cabecera de Huehuetenango, donde estudié Turismo y Administración de hoteles.
Por su carrera, supongo que tuvo la oportunidad de viajar.
Sí, conocí los lugares más conocidos de Guatemala, como Antigua y Panajachel. ¡Y cómo olvidar el refresco de sandía que bebí en Tikal! Pero el sitio que más me impresionó fue Alta Verapaz, por su clima y naturaleza.
¿Fue bueno en los estudios?
Ganaba todas las clases, excepto inglés. De hecho, estuve a punto de repetir dos años a causa de ese idioma. Pero aquella situación, con el tiempo, me ayudó a aprender que hay que estar preparado para todas aquellas cosas que más le tememos. Mire yo, terminé en Estados Unidos, así que tuve que aprender inglés.
¿Por qué decidió emigrar?
Tengo familia acá en Chattanooga, Tennessee, que es un pueblo pequeño fronterizo con Georgia. Aquí hay mucha gente oriunda de Huehuetenango y de San Marcos, así como mexicanos. Vine en el 2001 porque mi meta era trabajar, hacer dinero y luego regresar a Guatemala para continuar en la universidad y abrir una agencia de viajes. Vine de forma legal, así que no sufrí la peligrosa travesía que hacen mucho de nuestros compatriotas.
¿Cómo fueron sus primeros días en Estados Unidos?
Sentí un enorme choque cultural; es diferente el estilo de vida, la comida, el idioma… Tardé como un año y medio en adaptarme.
Imagino que ahora domina el inglés.
Claro. Me costó, no sé por qué. En cambio, me apasionaba el francés. Incluso me gané una beca para estudiar en Francia; me fui, pero no como hubiera querido, pues mis padres no se sintieron cómodos con que me fuera para allá por mucho tiempo. Estuve solo dos meses y medio.
¿Está de acuerdo con el modo de actuar de sus padres?
Me pone en un aprieto —ríe nervioso—. Mire, yo sé que los padres quieren lo mejor para sus hijos. ¿Qué hubiera pasado si me hubiera quedado con la beca en Francia? Bueno, quizás mi vida hubiera tomado otro rumbo. Quién sabe. La vida es de oportunidades; a lo mejor perdí una en Europa, pero se me abrió una puerta enorme en Estados Unidos y la aproveché.
¿Qué hizo al regresar a EE. UU.?
Trabajar duro para lograr poner mi agencia de viajes y, de esa forma, dar a conocer a mi patria en el extranjero. Así que, por las mañanas, estudié en la escuela, y por las tardes trabajé con uno de mis hermanos, quien brindaba servicios de mantenimiento y limpieza a los edificios de la zona. Esto se convirtió en una empresa que hoy se llama Management Cleaning Service.
Tengo entendido que usted es un apasionado de la gastronomía.
Así es. Por eso, hace cuatro años fundé el restaurante Ovalle’s, el cual, por motivos de mercadeo, tuve que promocionarlo como un lugar mexicano, pese a que tenía comida de nuestra tierra.
¿Por qué lo hizo así?
Porque la gente en Estados Unidos no se imagina cómo es la “comida guatemalteca”, pues es un término que no lo relaciona con algo específico. En cambio, si decía que era mexicana, entonces sí llegaba. En nuestro menú encontraba un churrasco chapín, el cual incluía tamalito de elote, frijoles, plátanos y carne. La gente decía “esto es diferente”. ¡Por supuesto! Si los churrascos mexicanos son distintos —ríe—.
¿Aún existe el restaurante?
Estuvo por tres años, pero luego empecé a venderle almuerzos a una escuela privada cercana. Hice un menú saludable porque la obesidad es un problema serio acá en EE. UU. Lo bueno es que ese negocio me ayudó a construirme una buena imagen y a descubrir que mi pasión es la gastronomía. Ahora nos dedicamos al catering y a la organización de eventos.
¿Desechó la idea de la agencia de viajes?
Sí, pero ahora promociono a Guatemala mediante su gastronomía. Muchos piensan que nuestra cocina es igual a la mexicana o similar a la del resto de Latinoamérica, lo cual, por supuesto, no es así.
¿Ha logrado que una receta guatemalteca tenga la misma sazón en EE. UU. como si la hubiera preparado en nuestro país?
La verdad es que no. La diferencia es dónde han sido cultivados los ingredientes. Aquí tienen otro sabor. Así que no es lo mismo comerse un jocón preparado en EE. UU. a uno netamente guatemalteco. La meta es hacerlo lo más parecido posible.
Cuénteme de su proyecto Nerdwebs.
Mire, aquí hay muchos emprendedores latinos, pero muchos no tienen idea de cómo hacer negocios. Hace poco visité a alguien que se dedica a las alquifiestas; tiene manteles, sillas, mesas, etcétera, a precios muy económicos. Sin embargo, me dijo que iba a cerrar porque no tenía muchos clientes. Claro, su error estuvo en rentar un local poco visible y escasamente transitado; además, su empresa no contaba con presencia en internet, lo cual aquí es vital. De hecho, yo lo conocí porque un amigo me llevó. Así, con ese tipo de problemas, está el 90 por ciento de los negocios de nuestra gente. Lo que hace Nerdwebs es darles una asesoría e impulsarlos mediante las plataformas digitales.
En su criterio, ¿qué condiciones debe reunir una persona que desea migrar a EE. UU.?
No animo a cualquiera a que se venga, pero creo que el requisito básico es traer hambre por el trabajo. Claro, antes de hacerlo debe prepararse bien y preferiblemente que sepa inglés; de esa forma se abren muchas puertas.
Así que trabajo duro.
Exacto. En los países latinoamericanos uno trabaja para vivir, pero aquí uno vive para trabajar. La situación es muy competitiva, así que uno debe mantenerse siempre con la mentalidad de ser el mejor en su campo.
¿Se toma descansos?
Desde que estoy en EE. UU. no he tenido vacaciones. Me levanto a las 7am y regreso a mi casa a las 23 horas, pero creo que es tiempo de empezar a delegar responsabilidades para disfrutar más de la vida.
¿Cuáles son sus sueños?
Viajar para conocer a gente emprendedora y tener más conocimientos sobre nuestras culturas. En la Unión Americana están de moda los restaurantes pop-up, que se abren de vez en cuando —un fin de semana, por ejemplo—, en los cuales algún país o región es agasajada mediante la preparación de comidas y con decoración y exposiciones culturales alusivas. En eso estoy ahora.
Perfil
– Erwin Ovalle nació en Tectitán, Huehuetenango, el 24 de febrero de 1982.
– Su niñez la pasó entre la panadería y los cafetales de su familia.
– Estudió Turismo y Administración de Hoteles. Se mudó en el 2001 a Chattanooga, Tennessee.
– Este año, la organización La Paz, que promueve a la comunidad latina en Estados Unidos, le entregó el premio Latino Leadership. Asimismo, fue nominado al Chattanooga Startup, el cual está dirigido a los emprendedores de esa ciudad estadounidense.
– En el 2001 fundó la empresa MCS, que brinda servicios de mantenimiento y limpieza a edificios en EE. UU. También lanzó el proyecto Nerdwebs, que se enfoca en el diseño web y mercadeo de pequeñas empresas de la comunidad latina en la Unión Americana.
– Hace cuatro años se aventuró en el negocio de la comida. De esa cuenta, fundó el restaurante Ovalle’s, que hoy brinda servicios de catering y organización de eventos.