REVISTA D
San Juan Comalapa: un recorrido por la vida de 5 habitantes que llevan el arte en las venas
Las obras de los artistas comalapenses retratan la memoria del pueblo y la vida cotidiana se convierte en una obra de arte.
Las obras de San Juan Comalapa rescatan del olvido historias y tradiciones de la región. Obra sin título de la artista Maria Elena Curruchiche (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)
Situado entre los valles al norte del departamento de Chimaltenango, a unos 82 kilómetros de la ciudad capital como un tesoro escondido repleto de colores vibrantes, murales artísticos y un clima templado se encuentra San Juan Comalapa.
Basta con subir una pequeña colina localizada antes de la entrada del pueblo para deleitarse con las primeras obras de arte. Murales que representan la cotidianidad de la región.
Cuna de artistas, así le llaman. Para los habitantes de Comalapa, en su mayoría originarios del pueblo maya kaqchikel, el arte es una herencia genética que ha transformado su vida.
Con una extensión territorial de 76 kilómetros cuadrados, San Juan Comalapa también es conocido como Chixot —que significa en o sobre el comal—.
Aunque también en el libro Arte Naif, Pintura Maya Guatemalteca Contemporánea —de la Unesco y Fundación Paiz—, Lucrecia Méndez de Penedo lo describe como la “Florencia de América”.
El arte de Comalapa
El legado artístico del pueblo comienza en la década de 1920 cuando Andrés Curruchich se interesó por el arte. Su obra partió de su contacto con la naturaleza, pintando sobre trozos de madera, tapaderas de lata, plumas de ave y jícaras. Andrés pintaba para entretenerse.
Al inicio, la mayoría de los artistas de Comalapa fueron autodidactas, Curruchich por ejemplo, utilizaba pinturas preparadas por él mismo con tintes vegetales y minerales para retratar el día a día de los comalapenses destacando la luminosidad y el color en la composición de sus obras.
En el libro de Arte Naif, citado anteriormente, Linda Asturias de Barrios y Mónica Berger describen como la pintura kaqchikel de Comalapa se distingue por tres estilos: el primitivismo o costumbrismo, el realismo y el surrealismo.
El primer término hace referencia al estilo que representa las costumbres y ambientes del pueblo; el realismo se guía por la línea de representar algo que existe; y el surrealismo se conceptualiza como la representación de los sueños, leyendas y mitos, mezclando lo que existe y lo que no.
Curruchich en sus pinturas evocaba escenas cotidianas del pueblo y en su arte anecdótico predominaban las tradiciones, las figuras humanas, desfiles, funerales, y las abundantes escenas urbanas dentro del pequeño pueblo de Comalapa, y este legado ha perdurado hasta las nuevas generaciones de artistas.
Inspirado por Andrés Curruchich, Francisco Telón otro de los pioneros en el arte comalapense, aprendió también de manera autodidacta. Sin embargo, Telón a diferencia de Curruchich montó un taller para enseñar a quienes estuvieran interesados en aprender a pintar, entre ellos Santiago Tuctuc y Vicente Curruchiche.
Las pintoras comalapenses
Por casi medio siglo la pintura estuvo dominada por hombres. Pese a ello, en la década de los setenta, incursionaron las primeras mujeres pintoras, de las que se puede nombrar a Rosa Elena Curruchiche como una de las pioneras femeninas.
Rosa Elena, al ser nieta de Andrés creció inmersa en el arte, pero al ser la pintura en ese entonces una ocupación exclusivamente masculina, su incursión fue muy criticada.
La historiadora Nudia Andrea Pineda Cópin destaca la visión femenina y rebelde de Rosa Elena, pues en su momento su familia no le permitió pintar, pero a pesar de esto ella decidió continuar.
Pineda destaca el aporte de las mujeres en la historia del arte, pues “las artistas de Comalapa tenían algo que decir, muchas de ellas plasman en sus obras la visión cotidiana de la región desde un punto de vista femenino, y sin esa visión nuestra historia no estaría completa”, comenta Pineda.
A esta visión femenina de lo cotidiano también aportan artistas como Maria Elena Curruchiche, Paula Nicho, Joaquina Castro Luis entre muchas otras quienes con su estilo particular dejan un precedente artístico para mujeres del futuro.
“Todas ellas en sus cuadros logran contar historias y es interesante ver que a pesar de que toda una sociedad estaba en contra de que las mujeres ejercieran como pintoras, logran hacerlo y plasmar ese espíritu y esas ganas de decir lo que ellas sentían para que nosotros como espectadores logremos ver ese punto de vista femenino del arte comalapense” añadió Pineda.
Una nueva generación de artistas
El legado artístico de Comalapa sigue floreciendo, ya que los hijos, nietos y hasta bisnietos de los pioneros del arte, como los Curruchiche, Tuctuc, Perén, Simón, Chex, Xocop, Cúmez, González, Mich, Otzoy, Mux, Nicho por mencionar algunos, continúan dedicándose no solo a las artes plásticas, sino también a la música, los textiles y la literatura, sin embargo, es la pintura la que sigue destacando entre los comalapenses, convirtiendo así a San Juan Comalapa en una tierra de artistas.
OTRA VISIÓN
El libro Arte Naïf Pintura maya guatemalteca contemporánea se refiere a un pintor naïf como alguien que obedece a su intuición y se deja llevar por sus instintos y convicción.
Sin embargo, para la historiadora Nudia Andrea Pineda Cópin referirse a las obras de San Juan Comalapa como arte naïf es un término que ahora queda corto, pues los artistas comalapenses tienen una paleta definida; en sus obras cuentan una historia y utilizan algunas técnicas precolombinas.
La ruta del arte de San Juan Comalapa
Aunque está claro que San Juan Comalapa ha pintado su historia de arte, basta con recorrer sus calles para asombrarse de las diversas expresiones artísticas. En una visita organizada por la Fundación Paiz para promover el arte del país, nos adentramos a los estudios, galerías y hogares de algunos de los artistas comalapenses, con el objetivo de conocer su esencia y el valor que le dan a la cultura guatemalteca.
Oscar Perén
Un día cualquiera, el pequeño Oscar pasó frente a una casita de adobe sobre la calle principal de San Juan Comalapa, vio una puerta entreabierta en la que se asomaba un señor pintando, acompañado por algunas visitas de extranjeros apreciando sus obras. Contemplar esta escena llamó su atención y decidió entrar a la casa a husmear.
Al principio no entendía qué pasaba, pero observar cómo Andrés Curruchich se desenvolvía frente a otras personas pintando y haciendo arte, lo inspiró. Cuando Oscar volvió a su casa luego de confesarle a su mamá que quería pintar y ser artista, tomó un trozo de papel y se puso a dibujar la escena de una cocina tradicional de la época, con piso de tierra, tres piedras, un comal, unos jarritos de barro, sus tías haciendo tortillas y cocinando el tradicional jocón.
Contento con el resultado, Oscar le mostró el dibujo a su madre y ella, en un intento de protegerlo del racismo de aquel entonces le dijo “está bien que querás pintar, te apoyo, pero dentro de nuestro hogar, te pediría que no lo hicieras”. Estas palabras provocaron en Oscar un bloqueo artístico que lo llevó a abandonar los lápices y los pinceles por un tiempo.
Muchos años después, luego de regresar de trabajar de la capital guatemalteca, Oscar conoció a su actual esposa, quién lo apoyó para que él pudiera desarrollarse en el arte.
"Un cuadro bello transmite su mensaje sin la mediación de las palabras del autor"
Oscar Perén
Al igual que muchos exponentes, él pintaba de manera autodidacta. “Obviamente sus primeros lienzos no lucían como ahora, sus técnicas eran muy básicas y en muchas ocasiones él no podía comprender cómo era trabajar con el óleo”, comentó su hijo Cesar Perén que también mencionó que su padre le contaba cómo utilizaba aceite de cocina para disolver el óleo.
Su interacción con otros artistas de Comalapa le permitió a Oscar conocer más técnicas de arte para aplicarlas a sus pinturas y así con muchos intentos, años de práctica y experiencia, Oscar se convirtió en unos de los exponentes de arte más emblemáticos de San Juan Comalapa.
Su arte se identifica por la manera en la que se organiza, posiciona y relaciona las figuras, los diseños geométricos y su sentido de balance. La mayoría de sus cuadros estaban inspirados en leyendas e historias relatadas por su padre o sus abuelos. Sin embargo, como artista, Oscar también tuvo que involucrarse en distintos escenarios como el baile de los feos, o la quema de un torito de fuego, además de destacarse por plasmar en sus lienzos escenas que no eran común retratar como por ejemplo la violencia política o la separación de las iglesias.
Actualmente Oscar Perén, cuenta con una trayectoria artística de más de 60 años. Ha expuesto sus obras en países como Suiza, Noruega, China, Estados Unidos, entre muchos otros, y también ha participado en exposiciones como la XXII Bienal de Arte Paiz. Sus obras, así como las de sus hijos Edgar, Orlando y Cesar, llenan las paredes de su galería en la entrada del pueblo de San Juan Comalapa.
Maria Elena Curruchiche
Criada en un ambiente donde el arte fluía en la sangre familiar, de pequeña una curiosa Maria Elena mostró un interés innato por la pintura, sentándose junto a su padre, Vicente Curruchiche, mientras este daba vida a sus cuadros.
Sin embargo, en una época donde el papel de la mujer en el arte no era bien recibido, María Elena encontró dificultades para desarrollarse plenamente como artista. En ese entonces, que las mujeres se dedicaran al arte no era bien recibido, por eso ella pintaba con mucha irregularidad.
Fue el terremoto de 1976, que devastó Guatemala, lo que marcó un punto de inflexión en su carrera llevándola a pintar con mayor frecuencia. La muerte de su padre en 1988 fue otro golpe que la impulsó a dedicarse por completo a su pasión artística, sintiendo la responsabilidad moral de mantener viva la tradición familiar a través de sus pinturas.
María Elena encontró su inspiración en el trabajo de las mujeres de Comalapa y la cosmovisión maya. Consciente de la importancia de dar voz a las vivencias de las mujeres, decidió centrar varias de sus obras en este tema, viendo en el arte una herramienta poderosa para rescatar la cultura de sus antepasados y las tradiciones y costumbres del pueblo desde un punto de vista femenino.
“Mi inspiración en el arte es el trabajo de la mujer, el tejido y la cosmovisión maya. Yo sigo trabajando, lo hago en memoria de mi padre y mi abuelo”
Maria Elena Curruchiche
Durante muchos años, ella junto a otras artistas comalapenses formaron un grupo de mujeres artistas lo que la llevó a tener aún más reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional y su talento ha sido reconocido al ganar el máximo galardón en la Bienal de Arte Paiz.
Pese a esto María Elena reconoce el profundo impacto que el arte ha tenido en su vida y en la de su familia. Ella admite que de no tener la oportunidad de desarrollar sus habilidades artísticas su destino hubiera sido muy diferente.
Su proceso artístico actualmente es bastante versátil, pues además de pintar también se dedica a las labores domésticas y al arte textil. "Yo trabajo como toda mujer indígena comalapense, hago mis oficios y luego me pongo a tejer un rato, y en la tarde ya me pongo a pintar. Hay días en los que pintó, otros en los que mejor tejo”, comentó la artista.
En la actualidad Maria Elena también es miembro del Movimiento Nacional de Tejedoras en el que tiene la oportunidad de dar clases a personas que aún no han aprendido de estas técnicas, y así preservar el arte textil. “Estamos también en la lucha para proteger la propiedad intelectual y colectiva de los tejidos”, añadió.
El legado artístico de la familia Curruchiche finaliza con ella, pues su hija Iveth también se encuentra aprendiendo a desarrollarse como artista.
Con cada pincelada Maria Elena continúa compartiendo las historias y las experiencias de las mujeres mayas, recordándonos que todas tienen algo valioso que decir.
Edgar Calel
Al haber crecido en un lugar rodeado de arte, la cosmovisión y las tradiciones comalapenses, la obra de Edgar Calel destaca por su profundidad y conexión con sus raíces ancestrales.
Pertenece a una nueva generación de artistas proveniente de la región de San Juan Comalapa, pues nació en 1987, y fue precisamente esta región y el mundo artístico en el que se crio lo que inspiró a Edgar para que desde muy pequeño se dedicara a explorar y expresar la cosmovisión maya de su comunidad a través del arte.
Desde que empezó en el mundo del arte, el trabajo de Edgar reflexiona sobre la movilidad y los procesos de cambio, en constante tensión con la ancestralidad y la conservación cultural. Desde muy joven las enseñanzas de su familia, inmersa en las tradiciones kaqchikeles, lo guiaron en el arte de pintar.
A los 19 años, Edgar recibió una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas en Ciudad de Guatemala, lo que marcó el inicio de una vida como artista.
El joven artista dedica su trabajo a su cultura ancestral y reflexiona sobre el movimiento y la transformación de la vida. Su temática principal gira en torno a las prácticas indígenas de su comunidad, la espiritualidad, los rituales, la identidad y la migración.
Su arte, profundamente conceptual, se manifiesta en diversas formas, incluyendo performances, instalaciones, pinturas y dibujos. Estas obras evocan recuerdos de su familia y rinden homenaje a las comunidades indígenas guatemaltecas.
"Alimentamos el espíritu de la gente con arte"
Edgar Calel
La Casa Kit Kit
"Esta era la casa de mi abuelita, ella trabajaba aquí. Antes había más árboles, pájaros y gallinas. El nombre de la casa está basado en un canto que ella utilizaba para llamar a las aves y gallinas para darles semillas de maíz. Yo traduzco ese canto como un llamado al espíritu para venir a alimentarse; antes se alimentaban a las aves, ahora alimentamos el espíritu de la gente con arte y basado en eso construimos el concepto de la casa como Casa Kit Kit”, comentó el artista.
Este concepto de la casa se puede traducir como la esencia de su obra: un llamado al espíritu para nutrirse, una traducción de la cosmovisión maya a un lenguaje contemporáneo que resuena en el mundo actual.
Calel trabaja en una variedad de medios, explorando las complejidades de la experiencia indígena a través de la cosmovisión maya kaqchikel, la espiritualidad, los rituales y las prácticas comunitarias.
La obra de Edgar se podría considerar como un puente entre el pasado y el presente, entre lo ancestral y lo moderno. Su arte no solo es una expresión de identidad y resistencia, sino también un medio para fomentar la comprensión y el diálogo intercultural. A través de sus creaciones, el artista invita al espectador a reflexionar sobre la movilidad, la transformación y la permanencia del ser, y a reconsiderar las formas en que percibimos y valoramos las culturas indígenas en el mundo contemporáneo.
Paula Nicho Cúmez
Como era usual entre las mujeres de Comalapa y la familia Nicho, Paula aprendió el arte textil desde muy joven, una enseñanza proveniente de su madre.
Su abuelo, uno de los pintores pioneros del pueblo, vio algo más en ella, una chispa artística que podía explotar más allá del textil, y fue así como ella, motivada por él comenzó a sentir cierta afinidad por el dibujo y la pintura.
En ese entonces, en San Juan Comalapa el mundo de la pintura era dominado por hombres que retrataban la cotidianidad del pueblo desde un punto de vista muy masculino, así que la incursión de Paula a la pintura no fue un camino fácil.
Durante muchos años ella se resistió a pintar, pues era muy complicado desarrollarse en este ámbito, pero impulsada por las palabras de su abuelo y de su esposo se animó a retratar su arte y no limitarse solo a lo textil.
Ella quería pintar algo más allá de lo que los hombres de Comalapa ya venían trabajando, sus cuadros se inspiraron principalmente en la naturaleza, la cosmovisión maya y el poder de la mujer inclinándose al arte surrealista.
“El tejido y la pintura son formas de sanar, una obra de arte es una inspiración puesta en un lienzo”
Paula Nicho
En sus cuadros, Paula utiliza diseños de los huipiles, fajas y otros tejidos como elementos fundamentales de su composición, resaltando siempre elementos naturales, sin dejar atrás su aprendizaje sobre el arte textil, combinando sus dos pasiones artísticas: tejer y pintar.
Con su trabajo Paula también cuenta historias, en cada uno de sus cuadros sobresale el espíritu y las ganas de decir lo que ella siente.
Ella recuerda cómo en una oportunidad de pequeña sufrió discriminación por utilizar su vestimenta originaria. “En una ocasión no tuve la dicha de ir a desfilar porque para hacerlo las niñas debíamos llevar un uniforme, mi mamá no podía comprármelo así que me tejió un huipil, pero la directora de la escuela me dijo que no lo podía usar para desfilar y no me dejó hacerlo. Al ser un poco más grande me di cuenta de que esto era discriminación y que pasaba en muchos lugares del país, ya que en colegios y hasta universidades no había libertad para la gente indígena”, comentó.
Esta experiencia causó mucho dolor en Paula, “la gente piensa que la indumentaria no vale. Cada pueblo tiene su propia indumentaria y colores y esto es parte de lo que plasmo en mis obras”, añadió la artista.
En muchos de sus cuadros ella retrata a mujeres tatuadas con diseños de textiles sobre su piel, que más allá de tatuajes, son historias, colores y representaciones de diferentes lugares del país.
Su arte ha sido reconocido a nivel nacional y recientemente regresó de Venecia Italia, en donde debutó en la 60 Bienal de Arte Paiz. Ella alienta a todos a estar orgullosos de dónde venimos y qué mejor el arte para plasmar esa historia.
Angélica Serech
En el arte de San Juan Comalapa además de destacar la pintura y las piezas conceptuales también brilla el textil. En su mayoría las mujeres del pueblo aprenden esta disciplina desde muy pequeñas, siendo este el caso de Angélica Serech.
“Cuando yo nací, a mí no me entregaron un libro, a mí me obsequiaron un huipil”, recuerda la artista quien se introdujo en los textiles desde muy pequeña.
Angélica relata cómo aprendió a tejer junto a su hermana, aunque recuerda que, de las dos, ella era la “peor” tejedora, ya que sus tejidos estaban lejos de ser convencionales, siempre buscando ir contra la corriente. Esta actitud por parte de Angélica preocupó a su madre y a sus tías, pues notaron cómo mientras su hermana avanzaba ella estaba “en otro mundo”.
Consternada por no avanzar, Angélica decidió dar un paso gigante a algo que ella no imaginaba, y empezó a intentar hacer arte con el tejido, ella lo recuerda como un proceso de “experimentación, búsqueda y encuentro”. Al no poder trabajar con los tejidos tradicionales, su tía la introduce en el telar vertical y es allí donde por fin sintió la libertar de “gritar, correr, y ser libre”, de hacer las locuras que siempre soñó.
En 2003 Angélica finaliza su primera pieza creyendo firmemente que ese telar era una obra de arte. No sabía con quién consultar esta inquietud, pues ella no tenía ni idea de qué es arte y qué no.
“Los tejidos me han dado la fuerza y la potencia que necesito para desarrollarme en la vida y han reivindicado de alguna manera mis sueños”
Angelica Serech
Finalmente decidió consultar con un referente del arte contemporáneo del pueblo de Comalapa, y se llevó la sorpresa de recibir una respuesta negativa sobre su pieza. “Esto que hiciste no es arte, es cualquier tipo de artesanía, una alfombra o lo que sea, pero no es arte”, relató la artista. Estas palabras “matan” sus expectativas llevándola al punto de querer dejar de tejer.
Años después, su amigo Fernando descubre su trabajo y la alienta a darlo a conocer. Sin embargo, Angélica tuvo miedo, pues siempre fue una niña muy tímida que le costaba mucho alzar la voz, pero a pesar de ese miedo se animó a exponer sus piezas.
Angélica recuerda cómo los primeros que adquieren sus tejidos fueron personas que pertenecían a la Junta Directiva del Museo Ixchel, ellos la motivan y ella nuevamente empieza a crear.
Sus textiles se destacan por ir más allá de lo convencional, entre los materiales que ella utiliza se pueden encontrar cáscaras de maíz, ramas de árbol y elementos que entrelazan la vida cotidiana y la naturaleza de San Juan Comalapa.
Cada uno de sus tejidos son un lienzo en blanco que le permite contar historias y los materiales afianzan su amor por el textil y la naturaleza que destaca el arte de comalapense.
Sus obras han sido reconocidas tanto en Guatemala como en el mundo y se siente muy orgullosa de representar a su pueblo y a las mujeres tejedoras en países como Corea del Sur y Canadá, Francia, entre muchos otros.
Fin de la ruta
Hablar de todos los artistas provenientes de un pueblo que destaca por el arte es prácticamente imposible. Sin duda San Juan Comalapa seguirá resaltando más allá de sus pinturas, textiles y composiciones.
Destaquemos que sin Comalapa nuestra historia del arte estaría incompleta, y recordemos que no podemos hablar de arte sin hablar de Comalapa.