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San Juan Comalapa: El municipio del altiplano guatemalteco donde lo cotidiano se transforma en arte

Una generación contemporánea de creadores en San Juan Comalapa expande la tradición artística comunitaria a partir de nuevos lenguajes y desde temáticas reivindicativas.

Arte en San Juan Comalapa Guatemala Chimaltenango

Mural elaborado en el casco central de San Juan Comalapa, elaborado por el artista Ande Perén. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Como un secreto repleto de color, entre los valles cercanos al norte de Chimaltenango se encuentra el municipio San Juan Comalapa, luego de recorrer un camino que atraviesa los extensos bosques coníferos del altiplano guatemalteco. El clima templado del lugar, producto de una altitud que llega a los cerca de 2 mil 100 metros, permite sentir una liviandad que se expande al fijar la mirada en el horizonte dibujado entre montañas y barrancos.

“Quieto” podría convertirse en el calificativo más razonable para este pedazo de mundo, históricamente habitado por una mayoría de población maya kaqchikel y que fue ocupado por primera vez a inicios del siglo XVI, durante la colonización. También conocido como Chi Xot, ya que así se le nombra en kaqchikel y significa “cerca del comal”, el municipio ha construido su historia desde la resiliencia.

En el libro Ru’x, la antropóloga maya kaqchikel Irma Otzoy recuerda que los habitantes del municipio han enfrentado capítulos complejos; entre ellos el afamado terremoto del 4 de febrero de 1976, que “prácticamente botó el pueblo al suelo”, mató a 23 mil personas y destruyó cerca de 250 mil hogares en todo el país.

En el libro, Otzoy también remite a la herida del conflicto armado interno en San Juan Comalapa. Recuerda que en el lugar, entre finales de los 1970 e inicios de los 1980 “hubo al menos 386 mujeres y hombres víctimas” de la guerra.

Parte de estos relatos pueden verse en las calles principales del actual casco urbano de Comalapa. Basta con voltear a ver hacia las paredes frontales del Cementerio General, en el cual, a lo largo de 184 metros, se extiende un muro con 59 escenas pintadas.

Varios pintores de la localidad han recreado esas escenas del municipio que abordan la memoria histórica mediante el reconocimiento de las enseñanzas de los abuelos kaqchikeles, la construcción colectiva del pueblo en actividades lúdicas como los bailes, el protagonismo religioso y espiritual, así como las imborrables cicatrices que dejó el conflicto armado interno.

Los abuelos y su creación pictórica

Este tipo de expresiones no son extrañas para el imaginario de Chi Xot, pues el “arte” ha moldeado su historia desde el siglo XX en muros y cuadros, especialmente los de varios comalapenses que se dieron a conocer a escalas local e internacional, a partir de la década de 1930, por sus creaciones genuinas y poco pretenciosas.

Entre ellos se puede nombrar a artistas como Andrés Curruchich, quien nació en una familia dedicada al trabajo agrícola y a la crianza de animales, pero a sus 29 años de edad tuvo contacto con la labor de retocar imágenes y con la pintura que aprendió de un sacerdote mexicano.

Curruchich destacaba por un talento que vertía al pintar cuadros sencillos, coloridos y algo rudimentarios (al inicio pintaba sobre tablas y latas), en los que evocaba escenas cotidianas de San Juan Comalapa.

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Los murales del cementerio general en San Juan Comalapa se extienden a lo largo de 184 metros y cuentan con 59 escenas pintadas. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Esta capacidad lo llevó a ser reconocido en otros municipios del altiplano como Tecpán Guatemala, Santa Cruz Balanyá o San Martín Jilotepeque, y durante la década de 1930 expuso sus obras en una de las ferias de agosto, en la capital guatemalteca, y allí vendió su primer cuadro, según apunta la antropóloga Linda Asturias de Barrios en el libro Arte naïf Guatemala.

Con el tiempo, varios artistas y galeristas reconocieron el valor de sus pinturas, tanto que se llegaron a exponer en ámbitos internacionales como Estados Unidos, según relata Asturias.

El legado de Curruchich permitió que muchos pobladores de Comalapa se interesaran por la pintura y de esa cuenta, en la década de 1950, surgió un primer grupo de artistas en la localidad, entre quienes destacaron Francisco Telón, Santiago Tuctuc y Vicente Curruchiche, personajes que en resonancia con los afectos artísticos de Curruchich enseñaron e inspiraron a otros desde los trazos. Así como Andrés, varios de estos artistas lograron posicionarse a escala internacional.

De acuerdo con el curador e investigador Martín Fernández, los realizadores de Comalapa “han sido capaces de brincarse a la capital para ser reconocidos fuera del municipio. También han tenido que pelear por un lugar dentro de los mercados del arte en los que se les ha rechazado. “Generar ese propio ambiente de inspiración ha hecho que Comalapa se vuelva un centro de arte muy interesante durante los últimos años”, señala Fernández.

Nietos de Chi Xot

Paula Nicho nació en 1956 y es una de las herederas de esos conocimientos artísticos en Chi Xot. Es una de las primeras mujeres en posicionarse como artista figurativa en la localidad. Se especializó en la pintura y en sus piezas recrea paisajes naturales de ensueño, por lo que se le ha catalogado en un estilo surrealista. En sus cuadros mezcla temáticas en referencia a las mujeres, la migración y el respeto a la Tierra.

Nicho, quien fue condecorada con la Orden Nacional de Patrimonio Cultural de Guatemala, reconoce que el arte nunca se ha detenido en la comunidad y que varias personas intentan contar nuevas historias alrededor de Comalapa. En especial, destaca el valor que han tenido las mujeres a lo largo de las nuevas generaciones.

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Paula Nicho es una de las pintoras con mayor reconocimiento en San Juan Comalapa. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

Varios pobladores han reivindicado la tradición artística del pueblo, transformándola en distintos lenguajes o técnicas que van desde la pintura a la música y del arte textil a la poesía. Allí encuentran la manera de insistir en varias temáticas que aluden a sentires colectivos e individuales.

“Muchos de los artistas jóvenes han revalorizado cómo encajan sus estructuras locales en un mundo posconflicto. El arte de la localidad es una conversación que continúa y que se va nutriendo a través de diferentes medios y voces para que, cada vez más, surjan distintos temas”, afirma Martín Fernández.

Esto lo sabe bien la compositora Sara Curruchich, quien ha recorrido gran parte de Guatemala, así como el centro, norte y sur de América, cantando desde su búsqueda por trasladar su vivencia referida a la colectividad. “En mis canciones abordo temáticas de territorio, de mujeres y pueblos originarios. Son situaciones que cotidianamente estamos sintiendo”, comparte la artista de 28 años, originaria de San Juan Comalapa.

Aunque confiesa que la música siempre estuvo presente en su vida, Sara empezó a componer en algún momento del 2013, y dos años después decidió compartir el resultado con más personas. Su música, adscrita al género world music, ha fusionado ritmos tradicionales de su comunidad con instrumentos electrónicos contemporáneos. Las letras surgen desde lo que Curruchich llama un ejercicio “de introspección y de abrazo” hacia su identidad cultural, étnica y de género.

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Sara Curruchich es una de las nuevas artistas de San Juan Comalapa que aborda la memoria histórica
en su música. (Foto Prensa Libre: Cortesía Sara Curruchich)

Con esta propuesta, la joven ha resonado en Guatemala mediante varias presentaciones que también se han expandido al centro, norte y sur de América. Su talento la ha llevado a colaborar incluso con artisas como la cantante, actriz y antropóloga mexicana Lila Downs.

A inicios de marzo del 2022, Sara emprendió una gira por México, España y Francia, para presentar su segundo álbum, titulado Mujer indígena, en el cual continúa plasmando su universo creativo e identitario.

“Cada producción puede hacer cuestionar, reflexionar e interpelar lo que estamos viviendo en nuestros contextos. Creo que a partir de ese compartir surge una red para que se expanda el trabajo desde una comunidad como San Juan Comalapa, que ha sido fundamental para que yo pueda escribir canciones. Me he inspirado en la fuerza del pueblo y en la sabiduría de los abuelos”, comparte la artista.

Reconstruir la tradición

Angélica Serech es una de las personas que también encuentran espacio en la nueva generación de artistas en Chi Xot. La realizadora, que nació en 1982, elabora piezas en las que combina textiles y materiales orgánicos como ramas de madera, hojas de elote e incluso su cabello.

Sus estructuras destacan por una riqueza de texturas y dimensiones que han llamado la atención de instituciones como la Bienal de Arte Paiz, que durante 2021 expuso una de sus composiciones, la cual destacó por ser un gran tejido en telar de cintura con entramados y brocados en hilo de algodón que medía cuatro metros de largo y dos de ancho.

A la fecha, Serech ha expuesto sus obras en galerías de Guatemala, la Bienal de Arte Paiz, la subasta de arte Juannio e incluso en espacios culturales de México y Colombia.

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En sus propuestas, Angélica Serech toma el conocimiento ancestral del tejido para crear piezas irrepetibles. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

“Para mí, la importancia de todo esto es la sencillez, la naturalidad y la expresión de distintas formas de pensar y hablar en base a lo que tenemos en el mundo”, comparte Angélica.

La realizadora comenta que sus creaciones son una extensión emocional basada en las tradiciones identitarias y culturales que aprendió de su familia, y asegura que más allá de lo que se entiende por una pieza textil tradicional, lo suyo han sido contrapropuestas a esa norma artística.

“Desde niña había soñado con colores distintos en mis huipiles, pero nunca se me dio la oportunidad. El tejido tradicional tiene figuras y colores establecidos, pero yo quería romper con ese patrón”, cuenta Serech.

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Angélica Serech propone una resignificación de los textiles bordados e incluye en ellos varios materiales de la naturaleza. (Foto Prensa Libre: Facebook Bienal de Arte Paiz)

Su búsqueda por nuevas formas ha sido una respuesta a la dificultad que le supuso trabajar en textil cuando era pequeña y adolescente. “Recuerdo que mi hermana fluía y seguía el proceso, mientras que el mío era muy distinto. Siempre se me marcó con esa perspectiva de que no era tan buena para tejer. Desde ahí se fue marcando mi manera de ver las piezas. Quería continuar la tradición, pero también plasmar mi forma de crear”, indica la artista.

Empezó transformando sus huipiles con nuevos colores y menos figuras, algo que molestó a varias personas, pero también despertó curiosidad en otras mujeres que imitaban los modelos. Luego de experimentar con sus huipiles llegó a crear piezas textiles que incluían distintas tramas, diseños y la implementación de materiales naturales.

“Cuando terminé mi primera obra quedé impresionada. Sentía que había hecho arte, aunque no sabía específicamente que eso era arte porque ignoraba la academia. La definición del textil como mi espacio de expresión artística ha venido con el tiempo y la madurez”, dice la realizadora.

Angélica apunta que sus creaciones también le han permitido tener contacto directo con sus fuentes de inspiración desde San Juan Comalapa, donde ha obtenido su “experiencia de vida”. Estas búsquedas creativas van desde el imaginario popular y tradicional, y también han servido de base para artistas que se expresan desde maneras más figurativas.

Martín Fernández, curador de arte

El arte de la localidad es una conversación que continúa y que se va nutriendo a través de diferentes medios y voces para que, cada vez más, surjan distintos temas.

Uno de ellos es el pintor de 22 años Ande Perén, quien, a principios de marzo del presente año, presentó una de sus primeras exposiciones individuales en Antigua Guatemala. El artista reconoce que sus cuadros abordan temáticas como la “cotidianidad y la importancia de preservar la cultura de los pueblos originarios”.

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Igual que su padre y su abuelo, Ande Perén ha seguido una tradición artístico—pictórica. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Hace siete años comenzó a dedicarse a la pintura, influenciado por su padre, Édgar, y su abuelo Óscar Perén, recordado como uno de los pintores con más trayectoria local e internacional en la comunidad.

No obstante, la propuesta técnica de Ande ha rehuido a los trazos lineales y pequeños de su padre y su abuelo. Por el contrario, el joven —influenciado por un imaginario de entretenimiento en los videojuegos o figuras animadas— aborda escenas casi fantasiosas que toman referencia de elementos de Comalapa.

Sus cuadros presentan claroscuros surreales en los que varios personajes cobran formas animales e incluso de la naturaleza. Las escenas que pinta también mezclan el júbilo de las travesuras en los adolescentes, la nostalgia, la tristeza e incluso “la incertidumbre de sentirse encerrado en la propia familia”.

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Perén explica que esta pieza aborda los lazos “como raíces que se enredan en nuestros pechos”, así como el camino y la sanación. (Foto Prensa Libre: Cortesía Ande Perén)

“Trato de tener un equilibrio para que haya cierta oscuridad y elementos de felicidad. Creo que el arte es muy diverso y debe ser para todos”, afirma Perén, quien, aunque ha conocido la dinámica del mercado artístico en la localidad por su padre y su abuelo, también ha tenido que aprender de la autogestión para garantizar una forma de subsistencia desde sus creaciones.

Perén cuenta que “ser artista es difícil, y más en un país como Guatemala”. Por esa razón considera necesario recurrir a la autogestión, ya que “no hay suficiente ayuda para que se conozcan tantos realizadores”. Por esa razón, Ande también ha incursionado en el arte del tatuaje, un oficio que, a pesar de incomodar a algunos familiares, resultó ser un trabajo en el que también plasma sus ideas.

Crear y sanar en compañía

A sus 32 años, Marta Tuyuc reconoce que el arte es “volver a la esencia de la vida, la cual es una creación en múltiples espacios”. Esto lo ha comprendido desde un ejercicio actoral que ha puesto en práctica durante los últimos 16 años, durante los que ha solido investigar, hacer montajes y elaborar vestuarios y escenografías.

“Al principio no lo veía como algo que me iba a dar sustento. Nadie que estaba muy cerca de mí lo pensaba. Me decían que perdía mi tiempo o que me pusiera a hacer algo en verdad productivo”, cuenta la actriz, quien ha formado parte de espacios escénicos como el Festival Nacional de Teatro y el Festival Ruk’ux.

Las posibilidades de la actuación, que surgen del hecho de “colocarse en el lugar de otro personaje”, han ayudado a Marta a aprender y desaprender junto a otras personas. Prueba de ello fue el montaje Ejqalem, en el que, asegura, sintió la importancia de trabajar la sanación, no solo para quienes fueron parte de la obra, sino para ella misma.

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Marta Tuyuc es una actriz de San Juan Comalapa que durante los últimos 16 años ha abordado desde el teatro temas
como las tradiciones ancestrales, la violencia hacia las mujeres y la propuesta sanadora. (Foto Prensa Libre: Cortesía Marta Tuyuc)

En los montajes ha interpretado guiones cuyas narrativas incluyen tradiciones de Comalapa, así como historias de migración, violencia política o la vulneración de las mujeres. “Tengo la convicción política de que es importante sanar nuestras historias y las historias colectivas que nos traspasan y nos han marcado como sociedad”, señala Tuyuc.

Marta Tuyuc opina que esta construcción colectiva ha nombrado una nueva forma de entender la creación artística. “Ha sido importante en el sentido que borra la idea de que el arte solo lo hacen los de la ciudad, pero es importante darle valor artístico a los pueblos originarios, que han existido incluso antes de la academia”, dice.

Construir desde una comunidad como Chi Xot ha permitido que vecinos, familiares y conocidos se encuentren en resonancia desde los mismos intereses.

Según el poeta, pintor y actor Noé Roquel, muchos creadores en San Juan Comalapa “viven lo que actúan, experimentan lo que escriben, observan lo que pintan y sienten lo que danzan”, como respuesta al pixab’ —conocimientos, experiencias, oralidad y vivencias— que heredaron de los abuelos y las abuelas.

Roquel, quien ha participado en encuentros artísticos de Comalapa, Guatemala, Centroamérica e Italia, considera que la creación implica libertad, pero también un sentido de complementariedad con quién es. Este sentir lo ha llevado a que, junto a varias amistades y su esposa —la también poeta y artista Negma Coy—, formaran un colectivo de poesía y arte llamado Ajtz’i, desde el cual publicaron una pequeña antología con poemas escritos por comalapenses.

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Noé Roquel y Negma Coy han trabajado en conjunto en varias ocasiones. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Roquel apunta que “el arte es imaginar, crear, transformar e intervenir la materia con la que se dispone, haciendo partícipe al espectador”. No obstante, definir esas experiencias como “artísticas” podría resultar como algo ajeno a la concepción cultural en los pueblos originarios.
Noé infiere que la palabra “arte”, viniendo del castellano, difiere de la manera en que se entienden ciertas expresiones en la comunidad kaqchikel.

“En esa palabra viene una limitante porque nos hace reconocer que está definido por algunas personas que dictan lo que se supone que es el arte”, expresa. Por otro lado, Negma Coy apunta que desde su idioma nativo se pueden encontrar otras palabras “que dan un entendimiento más fácil de lo que significa crear, sin necesidad de llamarle arte”.

Desde la comunidad kaqchikel podrían utilizarse expresiones más amplias para hablar de ese ejercicio único. Entre ellas podrían ser na’ojillo que viene del conocimiento-, b’anob’allo que uno hace-, nojib’al -lo que uno crea o inventa- o etamab’al -lo que uno sabe y desarrolla-.

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Los murales del cementerio general de San Juan Comalapa son un recorrido por la construcción histórica, cultural y social del municipio. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Negma y Noé subrayan que en los pueblos originarios las personas tienen las posibilidades de expresarse en distintas formas, sin necesidad de encasillarse como artistas. Apuntan que Comalapa tradicionalmente guarda la característica de ser un pueblo donde, al menos en cada familia, hay alguien que puede pintar, hacer música, escribir o tejer.

A decir de la actriz Marta Tuyuc, el “arte” o las creaciones en Chi Xot no han “evolucionado” precisamente, sino que, igual que el movimiento, se han transformado. “No son los mismos artistas de hace 50 años porque los contextos, la coyuntura y las generaciones cambian. Por lo tanto, el arte es igual de cambiante que el movimiento. Es parte de esta vida no estática”, sostiene.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.