Durante aquellos años, gran parte de los afluentes de las 38 cuencas que existen eran más caudalosos, lo cual facilitaba el desplazamiento. Además, no estaban contaminados, por lo que fueron importantes centros de recursos alimenticios.
Según el Departamento de Recursos Hídricos del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (Iarna), de la Universidad Rafael Landívar, los ríos tienen demasiados problemas, porque además de ya no ser vías de comunicación en muchos tramos, el 95 por ciento está contaminado.
Tres vertientes
En el territorio nacional el 41 por ciento del agua de lluvia se escurre de forma superficial (ríos) y llega a los océanos. Estas corrientes se dividen en tres vertientes: Pacífico, Atlántico o del mar Caribe y la del Golfo de México.
Los ríos del Pacífico descienden con fuerza desde las laderas de las cuencas y “cambian bruscamente a pendientes mínimas en la planicie costera, lo que genera grandes zonas susceptibles de inundaciones en la parte baja”, refiere Mónica Cueto, jefa del departamento de Investigación y Servicios Hídricos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh).
Estos torrentes son capaces de generar crecidas de gran magnitud en corto tiempo. Arrastran considerables volúmenes de material volcánico, pues se encuentran a lo largo de la cadena de estos colosos, explica Cueto.
Aún se pueden surcar en su desembocadura La Paz, Los Esclavos Suchiate, Samalá y el Ocosito.
La longitud de los caudales de la vertiente del Atlántico es mucho más grande, por ejemplo, la del Motagua tiene 486.55 kilómetros. “Las pendientes son más suaves y su desarrollo es menos brusco, ya que en la parte montañosa los ríos hacen su recorrido en grandes barrancas y cañones”, comenta Cueto.
Las crecidas duran más y son más constantes. Los ríos que aún son navegables en esta vertiente son el Sarstún, Polochic y el complejo Lago de Izabal-Río Dulce.
Al igual que los del Atlántico, los del Golfo de México poseen grandes longitudes, siguen recorridos sinuosos y sus pendientes son suaves. Entre los más caudalosos están el Usumacinta, el Chixoy y La Pasión.
El Chixoy nace en Malacatancito, Huehuetenango, con el nombre de Río Negro, y en su recorrido toma diferentes apelativos. Entre Sacapulas, Quiché y Chamá, Alta Verapaz, se le conoce como Chixoy y Salinas, porque en este punto recibe el agua salada del río de los Nuevos Cerros.
De sus 418 kilómetros —el segundo más largo después del Motagua— solo 225 son navegables.
Pese a su deterioro los ríos forman parte de la vida de las comunidades, en su subsistencia, como medio de transporte, como fuente de vida para la poca flora y fauna que crece en sus riberas.
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Protagonista colonial
En 1530, Pedro de Alvarado planificó construir una armada para conquistar Perú, lo cual finalmente no concretó. Su punto de partida fue Puerto Viejo, hoy Iztapa, Escuintla, a orillas del río María Linda. Este lugar se convirtió en el primer astillero de Centroamérica, situado en la costa del Pacífico, de acuerdo con Álvarez.
El sitio fue escogido por su ubicación, ya que muy cerca había madera, brea y otros materiales para construir barcos.
En 1538, el Cabildo decidió cimentar un camino que uniera a ese puerto con la entonces capital de Guatemala, con el fin de efectuar el embarque y desembarque de mercaderías. Para 1564 ya se habían construido una bodega.
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Río Motagua
Los expertos explican que el río más largo del país, es el Motagua. Durante la Colonia el único puerto en la costa del Atlántico cercano a Guatemala fue el de Omoa, departamento de Cortés, Honduras.
A esta terminal pluvial llegaban todos los productos provenientes de Europa, y de ahí también salían las exportaciones de añil y grana, refiere el historiador Miguel Alfredo Álvarez.
Cuando los productos llegaban a Guatemala eran cargados en pequeñas embarcaciones, llamadas piraguas, que recorrían este afluente hasta llegar a Gualán, Zacapa. Al finalizar el trayecto la mercancía era llevada por yuntas hasta la capital del reino.
A raíz de este movimiento comercial se establecieron pequeñas poblaciones en las riberas del caudaloso río.
En la cuenca de este afluente también se encuentra la falla del Motagua, frontera tectónica entre la placa Norteamericana y del Caribe, que fue el epicentro del terremoto del 4 de febrero de 1976.
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Suchiate, fronterizo
Los últimos 75 kilómetros del río Suchiate marcan la frontera entre México y Guatemala. Nace en una altitud de 3 mil metros sobre el nivel del mar en el volcán Tacaná, San Marcos y corre en dirección sur-suroeste hasta desembocar en el Pacífico, en territorio mexicano.
Su cuenca tiene una superficie de mil 64 kilómetros cuadrados en Guatemala y 336 en territorio mexicano. Su nombre deriva de la voz náhuatl Xochi atl, que quiere decir agua de flores.
Hoy es un paso de indocumentados, pero siglos atrás a la orilla de este río floreció Izapa, un rico yacimiento arqueológico situado en Chiapas, México.
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El puerto de Panzós
Hace más de un siglo el puerto de Panzós, en Alta Verapaz, jugó un importante rol en el desarrollo del valle del río Polochic, habitado desde tiempos remotos por las poblaciones qeqchí y poqomchí.
Después de la Reforma Liberal de 1871, el presidente Justo Rufino Barrios (1873-1885) adjudicó tierras de la zona a agricultores alemanes. El Decreto 170 facilitó expropiar los suelos comunales. La principal actividad comercial de ese entonces era el cultivo y exportación de café, banano y cardamomo.
En la década de 1880, Panzós era un importante puerto fluvial empleado para la exportación de café. La producción era llevada en yuntas por veredas, o en pequeñas embarcaciones por los ríos que desembocaban en el área.
Luego la transportaban en lanchas más grandes hacia el mar Caribe con destino al Viejo Continente, refiere Fulgencio Garavito, hidrogeólogo del departamento de Investigación y Servicios Hídricos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh).
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En Petén
La red fluvial más grande de Petén es el río Usumacinta (Mono Sagrado) y forma parte de la principal cuenca hidrográfica del país, refiere Marco Antonio Leal Rodas en su estudio Ríos y Arqueología de Petén.
La Pasión es navegable casi en su totalidad. “En su lento recorrido de más de 350 kilómetros, desciende unos 30 metros, aproximadamente, desde el punto de confluencia Sebol-Santa Isabel, hasta que se une al Salinas. En el corto trayecto que es frontera departamental entre Petén y Alta Verapaz, se ubica el sitio arqueológico de Cancuén”, describe Leal Rodas.
En el documento Aplicación del Sistema de Información Geográfico a la interpretación del asentamiento del sureste en Petén, un grupo de arqueólogos explica la importancia de los ríos Salsipuedes y Chiquibul. Los estudiosos describen las zonas que bañan estos afluentes como una amplia sabana húmeda de Dolores y Melchor de Mencos, Petén y El Cayo, Belice.
“Este paraíso de caza y pesca, con sectores navegables que facilitaron el traslado de mercancías, fomentaron un sistema económico estable durante el Clásico maya, pero en la actualidad se encuentra deforestado. Aunque sigue siendo una zona espectacular, los ríos ya no son navegables y la fauna no es abundante”, establece la investigación.