Lo más terrible fueron las muertes, alrededor de 23 mil, así como los 77 mil heridos y la tercera parte de la población que se quedó sin hogar.
Muchos edificios construidos antes de 1970 se dañaron severamente, ya que, pese a ser de concreto reforzado, tenían serias deficiencias. De esa cuenta, solo las construcciones posteriores a ese año resistieron.
La destrucción fue aún más notoria en las casas, sobre todo las de adobe. Después del sismo mejoraron los métodos de construcción. Hoy, sin embargo, los problemas en la estructura de las viviendas continúan. Hay que recordar que a raíz del desastre de 1976 hubo una enorme migración hacia la Ciudad de Guatemala. Muchos invadieron los inseguros terrenos baldíos, como las laderas de los barrancos. La gente, es cierto, construye con bloc, pero en esos casos el punto débil es el suelo. Si hoy ocurriera un temblor de una magnitud similar se verían múltiples escenas de dolor. Por eso, el Estado debe ser fuerte y no permitir asentarse en ese tipo de sitios, ya que son altamente peligrosos. Se tiene que dejar atrás la práctica de tomar decisiones políticas y no técnicas.
Años más tarde, el 22 de marzo de 1979, ocurrió el asesinato del líder socialdemócrata Manuel Colom Argueta, quien fue alcalde de la capital (1970-1974). En esa época, además, iba a ser inscrito como candidato a la presidencia por el Frente Unido de la Revolución.
El ataque fue relevante porque Colom Argueta representó a una generación de resistencia al sistema. Asimismo, desnudó una de las partes más trágicas y menos conocidas de la guerra interna: no solo la izquierda “dura” sufrió represión, sino también la “blanda”; es decir, la que anhelaba la democracia.
Aquel suceso, que fue titular de este medio el 23 de marzo —Repudio generalizado por asesinato de Colom A.— hizo que la agenda de la izquierda democrática, la que proponía la participación de partidos políticos de cualquier ideología, pasara a un segundo plano. Por eso, el debate se radicalizó y se focalizó en “ser de izquierda” o “ser de derecha”.
Otro suceso que ocupó el titular de Prensa Libre fue el asesinato de Mario López Larrave, el 8 de junio de 1977, cuando fue ametrallado frente a su oficina jurídica, en la zona 4. Era decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos.
El crimen nunca fue resuelto, aunque la Comisión para el Esclarecimiento Histórico indica que fue perpetrado por las fuerzas represivas del Estado.
También fue portada de este diario el zafarrancho entre agricultores, el 29 de mayo de 1978, que dejó un saldo de 38 muertos y 35 heridos. En aquella ocasión, habitantes de Panzós, Alta Verapaz, se enfrentaron contra los de Senahú, que tenían la intención de invadir tierras de cultivo en las orillas del río Polochic.
El 1 de febrero de 1980, Prensa Libre destacó la toma de la embajada de España. Unos 30 campesinos llegaron para hacerse escuchar. Las cosas se salieron de control cuando los cuerpos de seguridad de Romeo Lucas García ingresaron al edificio, pese a que el embajador Máximo Cajal y López los instó a retirarse. Alrededor de las 15.20 horas se escucharon disparos y luego se produjo un incendio. Fallecieron el ex vicepresidente Eduardo Cáceres Lehnhoff, el excanciller Adolfo Molina, dos diplomáticos españoles, cinco administrativos, un visitante y 27 campesinos, entre ellos Vicente Menchú, padre de Rigoberta Menchú Tum.
*Con la colaboración de David Martínez-Amador, Héctor Monzón Despang y Eddy Sánchez.