La mayoría de ellos, sin embargo, no tiene acceso a una evaluación que, al menos en el papel, confirme su excepcional condición. Por ese motivo, muchos talentos se pierden en un sistema educativo que no los comprende y que, paradójicamente, los empuja al fracaso. “La educación tradicional está diseñada para repetir la información y eso frena su forma de aprender”, dice Aldana. “Son niños con altas capacidades intelectuales, pero incomprendidos”, indica.
La violinista
Jeannyfer Campos apenas tenía 2 años y ya sabía leer y escribir. A los 3 era capaz de identificar los países de Centro, Norte y Sudamérica. Luego aprendió los de Europa. La niña, sin embargo, tuvo problemas para relacionarse con sus compañeros. “Sentía que me miraban con indiferencia, pues mientras ellos jugaban, yo escuchaba la música de Beethoven, Mozart o Tchaikovsky, y me enfocaba en ejecutar el violín”, cuenta la joven, hoy de 20 años.
Ella también pasó por las aulas del Benito Juárez. En el 2010 le otorgaron una beca para estudiar en el Colegio del Mundo Unido, en Singapur, una institución que maximiza el potencial intelectual de sus estudiantes. Allí se graduó de Bachiller Internacional. Hoy aprovecha otra beca, esta vez para cursar Música en el prestigioso St. Olaf College, en Minnesota, Estados Unidos.
Otros menores han tenido experiencias similares a las de Jeannyfer. Algunos, a una cortísima edad, conocen los nombres de los planetas del Sistema Solar, con todo y sus satélites. Otros tienen un apetito voraz por la lectura, lo que les permite tener un amplio vocabulario. Son, asimismo, inusitadamente hábiles para el pensamiento simbólico —habilidades matemáticas— y gran capacidad para el razonamiento y pensamiento complejos —ciertos niños, a los 3 años, resuelven rompecabezas de hasta 300 piezas—. Los casos, por supuesto, son diferentes. El científico Albert Einstein, por ejemplo, no aprendió a leer sino hasta los 7. Su mamá, de hecho, pensaba que tenía retraso mental y su maestro lo calificó de “mortalmente lerdo”. En 1905, Einstein publicó la Teoría de la Relatividad.
Otros genios famosos han sido Da Vinci, Cervantes, Shakespeare, Mozart y Picasso, quienes, según algunos autores, tuvieron un CI en torno a los 170 y 180.
Cosas de niños
El ambiente del Benito Juárez se percibe normal a primera vista. Los chicos se divierten. Juegan. Se la pasan bien. En cierto momento, el fotógrafo Estuardo Paredes se tumba en el piso para tomar una serie de imágenes. Los niños, en tanto, ensayan una obra de teatro con su maestra.
Ethan Juárez Pinto, un menudo chiquillo de 7 años, se acerca y pregunta sobre lo que hace el fotógrafo. “¿Para qué sirve tal botón? ¿Por qué desde ese ángulo?”. Ethan no se conforma con respuestas sencillas y hay que explicarle aspectos técnicos, como las aperturas y velocidades de disparo de la cámara. “¡Ah! ¡Depende de la luz y de la sombra!”, deduce.
Cerca de ahí está Marco García Villeda (6). De cariño le dicen Marquitos. Está sentado sobre una silla y parece no prestar atención a lo que hacen los demás. Le gusta estar solo. Pese a ello, al momento de las evaluaciones, no tiene ninguna dificultad para resolver los problemas, afirma Aldana.
Por supuesto, estos niños necesitan profesores capacitados porque de lo contrario se aburren, frustran y, muy probablemente, fracasan a nivel escolar. A la vez, por su alta capacidad intelectual, se sienten diferentes a los demás y llegan a pensar que les pasa algo malo. Incluso, se ha comprobado científicamente que las dificultades emocionales y sociales se incrementan si alguien tiene un CI superior a los 150 puntos.
“El sistema de educación está estandarizado, factor que les impide seguir con su precoz y acelerado ritmo de aprendizaje. A ellos, por ejemplo, no les gustan las repeticiones”, comenta Andrés Gálvez, director del Centro de Investigaciones Educativas de la Universidad del Valle de Guatemala. “Asimilan por el descubrimiento y la investigación permanente. Necesitan un sistema educativo autorregulado, de modo que se planteen retos para dar saltos intuitivos”, refiere.
Así que si no existen programas especiales para ellos, es muy probable que los muchachos muestren bajo rendimiento escolar, pese a tener un CI superior.
Guatemala carece de estadísticas, pero, al menos en España, el 70 por ciento de ese tipo de niños muestra un nivel académico deficiente y entre el 35 y el 50 por ciento cae de lleno en el fracaso escolar. Las razones pueden ser múltiples, “pero la predominante es que la educación no se ajusta a sus necesidades”, insiste el especialista.
Existen, asimismo, ciertos casos en los que presentan problemas como el síndrome de Asperger, que son personas que tienen un talento fuera de serie para actividades muy concretas, pero que se les dificulta concentrarse en otros campos del conocimiento que no sean los suyos. Son, además, incapaces de relacionarse con los demás. Recientemente trascendió el caso de un chico que habla con fluidez el español, inglés, alemán, francés, griego, italiano, portugués y sueco, pero no puede captar un doble sentido.
Por todo esto, los padres de familia e instituciones educativas deben detectar a los menores con altas capacidades y, de esa manera, brindarles una educación acorde. El mejor momento para hacerlo es entre los 4 y 8 años, aunque también se puede efectuar hasta los 15, pues, a esa edad, terminan de desarrollarse la mayoría de capacidades. “A partir de entonces decrece el número de conexiones neurológicas para tener memoria, acceso a la información y rapidez de pensamiento”, explica Gálvez.
Respecto de las evaluaciones, el especialista indica que se analizan áreas como el lenguaje, la memoria, el pensamiento conceptual y el razonamiento verbal y numérico.
¿Dónde estudiar?
Jeannette Bran, directora general de Educación Especial del Ministerio de Educación, indica que, para la realidad guatemalteca, “lo ideal es que los niños superdotados se eduquen en un centro ordinario, pero que sean atendidos con acciones complementarias”. Una de esas soluciones es que adelanten cursos o que se involucren en actividades extracurriculares.
Un ejemplo de ello es el caso de Allison Higueros Cáceres, quien tiene 12 años. Ella está sumamente involucrada en sus estudios porque tiene un objetivo claro: ser médica. A la vez, practica ballet cinco horas diarias en la Escuela Nacional de Danza. Para lograrlo, por supuesto, requiere del compromiso total de sus padres.
Esto, asimismo, aplica para todos los niños. “No hay que enfocarse solo en el CI. Hay que fomentar la formación de la personalidad y los talentos, así como los valores éticos y morales; los docentes tienen la gran responsabilidad de hacerlo realidad”, afirma Bran.
Mentes ocupadas
“En Guatemala hay muchos problemas originados por la inseguridad. Hay que mantener ocupada la inteligencia de estos niños y encauzarla para que la exploten el máximo. Si les gusta la danza, que bailen, igual que pinten o que elaboren esculturas si se inclinan por las artes. Todo sea para que estén lejos de las pandillas”, resalta Aldana.
Al salir del colegio, por supuesto, deben estar capacitados e incentivados para seguir una vida profesional de éxito.
La Asociación Becaria Guatemalteca, una organización no lucrativa, otorga becas a estudiantes de escasos recursos y con gran capacidad intelectual. “No hay razón para desperdiciar estos talentos”, comenta Aldana. “Tienen capacidad para brindar excelentes soluciones para los problemas del país”, agrega.