Uno de estos ejemplos sucedió durante el mandato del presidente José María Reina Barrios (1892-1898), quien disolvió la Asamblea Legislativa en agosto de 1897 y convocó a una Asamblea Constituyente en la que abundaron sus amigos, lo cual le fue útil, ya que lo nombraron gobernante por cuatro años más, lo que le permitiría finalizar su período hasta 1902.
“Los diputados electos en esa ocasión para sustituir la Asamblea (Legislativa) que disolvió el general José María Reina Barrios fueron escogidos con cuidado por el gobernante, especialmente los empleados suyos del Ejecutivo, para que fueran leales y obedientes servidores de sus designios”, escribió el periodista José Santacruz Noriega en el libro Vida pública de don Rosendo Santa Cruz, recopilado por Zoila Santa Cruz de Moll.
Pocos meses antes, el abogado Manuel Estrada Cabrera había sido nombrado el primer designado a la presidencia, con lo cual principió a abrirse paso, para, posteriormente, convertirse en el dictador que por 22 años gobernó el país.
“Estrada Cabrera fue el más beneficiado de esta selección, pues tuvo el inteligente cuidado de mantener a algunos funcionarios en sus puestos públicos y a otros en goce de prebendas”. Sin embargo, hubo algunos (…) que no lograron tomar posesión, y otros que fueron elegidos por los vecinos, pero prefirieron no presentarse.
Estrada Cabrera consideró estas vacantes como una oportunidad propicia para llevar a la Asamblea a sus amigos, agrega Santacruz.
Descontento
Estas maniobras las llevó a cabo Reina Barrios, quien era sobrino del general Justo Rufino Barrios, pese a que había perdido mucha popularidad, relata el historiador Rodrigo Fernández Ordóñez.
El país estaba endeudado por la Exposición Centroamericana y habían bajado los precios del café, por lo que extender su período presidencial generó más descontento. El 7 de septiembre de 1897 estalló una revolución en Quetzaltenango que buscaba derrocarlo.
Reina Barrios fue asesinado a tiros la noche del 8 de febrero de 1898, antes de comenzar su segundo período presidencial. Algunos coinciden en que el autor intelectual fue Estrada Cabrera, el siguiente en ocupar la silla presidencial, refiere Fernández Ordónez.