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Música, ritmos y sonidos de la actualidad en Guatemala
Durante las últimas décadas, la música desarrolla una propuesta constante y los artistas guatemaltecos destacan a nivel nacional e internacional.
El compositor, músico y maestro guatemalteco Joaquín Orellana con los útiles sonoros. (Foto Prensa Libre: María Renée Barrientos)
Pensar en el panorama musical de la segunda mitad del siglo XX es recordar géneros como blues, jazz y rock, entre muchos otros. Todas estas vertientes musicales provenientes de influencias extranjeras llegaron a Guatemala para transformar los sonidos de la época.
La marimba logró adaptarse bien durante mucho tiempo a estos nuevos ritmos, cuando Sebastián Hurtado y Julián Martínez Paniagua incluyeron el segundo teclado al instrumento, equivalente a las teclas negras del piano.
A partir de 1920, la marimba como instrumento tradicional guatemalteco se vio influenciada por las bandas de jazz que invadieron los centros nocturnos de Estados Unidos, haciendo que los músicos de la época quisieran incorporar nuevos sonidos a las composiciones.
Hacia la década de 1930, los instrumentos musicales comenzaron a adaptarse y acompañar a la marimba, en especial en algunos eventos artísticos de carácter popular. Es así como aparece el violón, el clarinete, el saxofón y la trompeta, en un principio para formar los grupos de marimba orquesta.
Axel Adolfo Aceituno llevó a cabo una investigación para la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac), sobre la evolución de la marimba orquesta en el país, en la cual expone cómo se podría considerar que el origen y desarrollo de esta expresión musical ocurrió de manera ocasional, ya que la marimba fue acompañada primero con instrumentos de cuerda, como el contrabajo o el violón, luego con los de percusión y más adelante con los de viento.
A mediados del siglo esta nueva agrupación musical —la marimba orquesta— ganó la aceptación popular y se dio a conocer en eventos sociales alrededor de 1965. Sin embargo, según Aceituno, no fue bien aceptada en los sectores urbanos y acomodados. “Es en los sectores pobres y clase media donde adquirió estilo, distinción y respaldo que la llevaron a popularizarse en nuestra sociedad”.
Muchos de los músicos populares de marimba orquesta en las décadas de 1970 y 1980 aprendieron esta manifestación musical de sus padres, porque en el Conservatorio Nacional de Música, durante sus primeros cien años, la enseñanza de la marimba fue escasa o casi nula, subraya el maestro Lester Homero Godínez.
Destaca que uno de los pioneros en la enseñanza de marimba en el Conservatorio fue el maestro Fernando Morales Matus.
Además, varios de los grupos de marimba orquesta de la época incorporaron en su repertorio diferentes sonidos impulsados por varias influencias extranjeras, haciendo que la marimba cromática y su repertorio de salón viviera su época de oro en la primera mitad del siglo XX, para iniciar su declinación en el gusto del público en los setenta.
Exponentes del siglo
De forma paralela a la evolución de la marimba orquesta, surgieron otros músicos. Dieter Lehnhoff, compositor y director de orquesta menciona en su libro Creación Musical en Guatemala que entre las primeras educadoras musicales del siglo XX destacó Lucía Martínez Sobral de Tejada (1888-1965), autora de la obra didáctica Dramatizando aprendemos, y muy conocida por su colección Cantos y rondas infantiles. Fue pionera en la utilización de la radio y de la televisión para difundir programas educativos.
Otro nombre que no puede quedar fuera como educador y compositor es Jesús María Alvarado (1896-1977), quien nació en Mazatenango. Fue director de la marimba Hermanos Alvarado e integrante y director de la Banda Militar de su ciudad. Compuso piezas como el vals Mi deidad (1912), canciones regionales y música religiosa. A partir de 1924 se dedicó a la educación musical en la Escuela Nacional para Niñas de Mazatenango. Jardinerita, Los ositos, Mamita tú eres y Muñequita de cristal forman parte de las piezas que compuso.
A ellos se suma Roberto A. Valle (1918-1994), quien cantó en la Ópera Nacional y fue uno de los integrantes fundadores del Coro Guatemala. Se concentró en la música vocal y coral.
En el libro ¡Viva la música!, de Ethel Batres, se indica que Julián González, Herculano Alvarado y Luis Felipe Arias fueron becados a Europa a principios del siglo XX. Al egresar introdujeron en Guatemala la modalidad de recital pianístico.
Germán Alcántara fue de los más aclamados compositores de esa época con su vals La flor del café y Bella Guatemala. A su nombre debemos agregar los de Julián Paniagua, Belarmino Molino, Mariano Valverde, Wostbelí Aguilar, Paco Pérez y Fabián Rodríguez, entre otros.
“Tenemos un gran cambio a partir de 1944, cuando se abren oportunidades. Al Conservatorio Nacional de Música, por ejemplo, llegan músicos europeos, entre ellos Franz Ippisch, y se recibe la tradición de la composición posromántica europea”, expresa Martín Corleto, director del Conservatorio Nacional de Música.
Jorge Sarmientos dejó obras como el Concertino para marimba y orquesta (1957), el Concierto para cinco timbales y orquesta (1962) y el Poema sinfónico Tecun Uman (1964). Está también Enrique Anleu Díaz, con obras como Dos parábolas sinfónicas.
Orellana “tenía como 7 u 8 años cuando el ritmo y el sonido eran una obsesión. Todo el tiempo tamborileaba las mesas con los dedos sus ritmos inventados, o zapateaba. Les hacía a los animales cantaletas reiterativas que exasperaban a los adultos. Esa obsesión dio lugar a la creatividad musical. Hacer música no fue en realidad un propósito determinado, sino un deseo de expulsar obsesiones. Esos impulsos internos son incontenibles como la marea”, describía el maestro Orellana en una entrevista con Prensa Libre.
Con sus ahorros se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara.
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Entre las obras que le han impactado está la que le hizo ganar la beca —en el Instituto Torcuato Di Tella— en Argentina, que es el ballet Contrastes, trabajo encargado por el coreógrafo Roberto Castañeda para una obra en la cual iba a haber un coreógrafo que imaginaba diferentes estilos de baile, casi con delirio y alucinaciones. Se estrenó en el Teatro Lux en 1965, con la Orquesta Sinfónica Nacional, y se considera una de las más importantes de la época.
Entre las posteriores estaban El violín valsante, de Huisderio Armadel, que escribió de forma simultánea con la obra literaria. La obra se estrenó en el 2008. Tiene un coro oculto, sonidos pregrabados y declamaciones.
Está también Peonimio sinfónico para violonchelo y orquesta, que es reciente y antigua al mismo tiempo. El violonchelista Juan Carlos Paniagua se la encargó en 1964 o 1965 y empezó a componerla, aunque la obra no fue presentada sino hasta el 2013.
Sinfonía desde el Tercer Mundo nació en Guatemala y fue presentada por primera vez en agosto del 2017 en Documenta 14, el festival de arte contemporáneo más importante que se celebra cada cinco años, en Atenas, Grecia. Un año después se presentó en su país natal en la Gran Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias.
En plena pandemia, 2021, se presentó en Nueva York Joaquín Orellana, la vértebra de la música, evento organizado por la Americas Society. Incluyó la exposición de los útiles sonoros creados por Orellana, así como una muestra de los artistas Carlos Amores, María Adela Díaz, Akira Ikezoe y Alberto Rodríguez Collia, inspirada en Orellana. En esa ocasión y de forma virtual Orellana estrenó la pieza Efluvios y puntos.
Otro gran autor e investigador es Igor de Gandarias, quien ha publicado partituras de más de un centenar de piezas inéditas y de compositores guatemaltecos de los dos últimos siglos, algunas de las cuales han servido de fuente principal en trabajos discográficos que han sido interpretados por solistas en ensambles de España, Costa Rica y Guatemala.
Existe también una nueva generación entre quienes se menciona Xavier Beteta, Job Sis, Alejandro Muñoz, Sergio Valle, Daniel Zuleta y Sophie Kuba.
Más músicos
Otros cantautores de esa generación fueron Juan Francisco Padilla (1914-1993) y José Luis Velásquez (1915-1985). Este último participó en festivales de la canción y tuvo primeros lugares con su canción Como una sombra y Hoy, ayer y en el ocaso. Asimismo, Miguel Ángel Alvarado compuso un gran número de canciones.
Pedro Julio García (1921-2001), un influyente periodista y fundador de Prensa Libre, escribió canciones que él mismo interpretó, como Despedida patética. Otro fundador, Álvaro Contreras Vélez, nacido en Costa Rica y naturalizado guatemalteco, grabó Lo llaman pecado, Pedacito de Mujer y Contrabando, entre otras.
En los géneros más comerciales han destacado la Súper Banda Raudales, FM de Zacapa y Coronobo, así como La Gran Familia, Grupo Rana, Tentación y Tormenta, entre muchas otras. Otro gran exponente fue José Ernesto Monzón.
Monzón nació en Todos Santos Cuchumatán, Huehuetenango, y escribió a todas las regiones del país. Compuso más de 250 canciones y entre las más destacadas están Soy de Zacapa, Petén, Guastatoya y Milagroso Señor de Esquipulas.
Entre las grandes vocalistas está Alicia Azurdia, mejor conocida como la Alondra de América, quien dedicó 60 años de su vida a divulgar y engrandecer la música nacional dentro y fuera de las fronteras.
La cantante, que falleció en el 2015, perteneció a la época de oro de la música guatemalteca, en la que interpretar temas con marimba o de la autoría de compositores nacionales era una forma de enorgullecerse de la tierra que los vio nacer.
Entre los cantautores actuales están Ricardo Arjona y Gaby Moreno, ambos destacados con premios internacionales, así como Aroddy en la música evangélica. También aparece en escena Sara Curruchich, Zelaya y Fabiola Roudha, entre otros.
La música popular
El concepto de música popular comenzó a cobrar más relevancia. El músico, compositor y maestro musical Jacobo Nitsch hace la distinción de que la música académica se refiere a la que se estudia en los conservatorios, aunque hace énfasis en que este concepto fue cambiando con el paso del tiempo.
“En el siglo XX se cambia un poco esa percepción, porque aparecen, no de manera académica, el blues, el jazz, el rock y la música electrónica hecha con este tipo de instrumentos. Los rockeros nunca fueron al conservatorio, aunque no hablo de todos, pero en general los músicos aprendían en casa”, aclara Nitsch.
A su criterio, “dentro de la música popular los intérpretes tomaban su guitarra mientras estaban inspirados y componían una canción para una persona, al paisaje, expresaban sus sentimientos y no necesitaban estudiar cómo hacer música en un conservatorio”.
Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial muchos conservatorios y universidades comenzaron a impartir más educación musical, por lo que definir el concepto de “música popular” es más complejo, dice.
“Podríamos definir como música popular la que escucha la mayoría de personas, las masas (…) En Latinoamérica podemos hablar de la cumbia, el reguetón, la bachata, el rock, electrónico, dancehall, una lista muy grande. Ahora se estudia en las universidades, Entonces, a pesar de que todo es subjetivo, podría decirse que estos géneros ya son académicos, porque se estudian en las universidades”, manifiesta.
Nuevos ritmos
A lo largo del fin del siglo XX, los más jóvenes comenzaron a inclinarse por un repertorio de música comercial impulsada por los medios de comunicación masiva provenientes de EE. UU. y Latinoamérica.
Nitsch indica que la marimba continuó siendo un símbolo cultural, pero los nuevos ritmos que aparecieron en esa época ampliaron el espectro musical de aquel entonces.
Dentro de los nuevos ritmos, los músicos comenzaron a dejar de lado la armonía y la escritura de la música tradicional y comenzaron a experimentar sonidos diferentes con innovaciones tecnológicas y nuevos instrumentos eléctricos.
“Desde luego, las influencias han sido en su mayoría occidentales (…) Todo lo que se haga afuera impacta al país y un ejemplo claro es la instrumentación”, sostiene Nitsch.
De 1960 a 1970 los grupos musicales de rock invadieron el ambiente juvenil musical, en especial en los estratos medios urbanos y rurales, según el estudio de Aceituno.
Uno de los grupos que surgió en esos años fue Viernes Verde. De acuerdo con Omar Méndez, vocalista de la agrupación, cuando ellos comenzaron a hacer música en el país las personas “no se identificaban con una banda guatemalteca (…) Nosotros, como movimiento de rock, logramos romper ese paradigma que existía de identificarse con bandas extranjeras y que la gente empezara a escuchar música de Guatemala”, expone Méndez.
Para Nitsch, aunque los ritmos tradicionales siempre estuvieron presentes, géneros como el rock aportaron un soplo de frescura a la música nacional. Asimismo, el jazz y el blues encontraron su espacio en nichos específicos. No obstante, en la actualidad su difusión ha sido limitada si se le compara con géneros más populares.
La música coral
Al hablar de esta temática, Gabriel Valle, de Vocalis, comparte que los coros son una herencia cultural. Añade que la historia coral está vinculada, en especial, a la liturgia y a la religión católica.
Según Lenhoff, “la actividad coral es de enorme beneficio para la participación comunitaria y el incremento de la calidad de vida en una sociedad tensa y acosada por problemas de toda índole como la guatemalteca. En ese sentido, los coros de aficionados representan una actividad valiosa que irradia coherencia y armonía en un clima de angustias y violencia”, afirma.
“Existen coros que han luchado por subsistir en el país. La disciplina y puntualidad son parte de los valores que se aprenden. La música nos une a todos en forma distinta y cantamos con nuestro cuerpo y voz”, refiere Valle.
Felipe de Jesús Ortega, psiquiatra y músico profesional con más de 200 obras musicales y alrededor de 350 arreglos, como estudiante de Medicina fue llamado como pianista al coro de la Usac. Recuerda que en ese tiempo existían pocos coros, solo el Coro Nacional y el coro Arrullo, dirigido por la maestra Lolita Batres.
En la actualidad el auge del coro continúa y se han creado diferentes festivales que motivan a niños y jóvenes, así como adultos, a perfeccionarse en la modalidad coral.
“Nos hace falta más cultura y más coros en Guatemala, así como un semillero para los coros de adultos en el futuro”, puntualiza Ortega, quien ha dirigido diferentes coros.
Difusión y tecnología
La radio, la televisión, los casetes, los discos láser y después el mp3, junto a todas las nuevas tecnologías de la época, fueron un gran aporte para la escena musical del siglo XX. “Creo que la música ha incorporado elementos conforme el humano ha evolucionado”, indica Nitsch.
Considera que el primer elemento fue incluir instrumentos a lo que en un principio fue solo vocal. Le siguió la invención de grabar las melodías, un paso que empezó a cambiar la distribución de la música, y más adelante, los videos musicales que comenzaron a distribuirse por los medios de comunicación masiva. “En los años ochenta y noventa el surgimiento de canales como MTV influyó para que los jóvenes consumieran más música”, menciona Nitsch, al agregar que este tipo de canales también estimulaban a los músicos a crear sus propios videos para mantenerse vigentes.
A partir de ahí los ritmos también fueron evolucionando y el surgimiento de otros impactaron de manera directa o indirecta a los músicos del momento.
La música del Siglo XXI
Nitsch remarca que Guatemala está viviendo su “punto más alto en la historia” en cuanto a producción musical. Este crecimiento se ve reflejado en el número de artistas emergentes que están creando música propia, sin depender de géneros establecidos, y que están siendo reconocidas tanto dentro como fuera del país.
Diversas bandas como Viernes Verde, Bohemia Suburbana, Alux Nahual o Malacates Trébol Shop, entre muchas otras, han demostrado que la música guatemalteca puede trascender fronteras.
Nitsch sostiene que este crecimiento no es casualidad, sino fruto de un proceso de evolución que ha permitido que muchos creadores tengan acceso a mejores herramientas y plataformas para crear y difundir su música. “Antes, solo Malacates o Bohemia podían grabar; ahora, todo el mundo puede grabar y hay buenas canciones”, señala.
Este panorama musical también está marcado por la diversidad de géneros y estilos que cada banda explora, desde el rock hasta la fusión con ritmos locales. El aparecimiento de nuevos artistas como Dovella es un claro ejemplo de cómo los músicos guatemaltecos están adaptando influencias extranjeras, sin perder su esencia local. A medida que más grupos emergen, la música guatemalteca empieza a consolidarse no solo en el país, sino también en toda Centroamérica.
Sin embargo, Nitsch reconoce los retos en la escena local, en cuanto a la creación de un mercado nacional fuerte. “El problema que a mi juicio enfrenta la música guatemalteca ahora es cómo cultivamos un mercado local fuerte”, hace ver.
Con la llegada de plataformas digitales que permiten la difusión masiva de música, las bandas guatemaltecas deben encontrar maneras de diferenciarse en un mercado global saturado. La solución que el músico propone se basa en la autenticidad y en la creación de contenido que conecte con el público guatemalteco y centroamericano.
Plataformas como Spotify, Apple Music y YouTube ha democratizado el acceso a la música, al permitir que cualquier artista, sin importar su ubicación, pueda compartir su trabajo con el mundo. No obstante, el enorme volumen de música disponible hace que destacar sea una tarea ardua.
A ello se suma el poder de los algoritmos, que, según Nitsch, no siempre juegan a favor de los artistas locales.
“El tema de Guatemala es complejo por los algoritmos”, menciona, al destacar cómo estos favorecen la visibilidad de artistas internacionales por encima de los guatemaltecos.
Los artistas guatemaltecos deben buscar cómo evitar que su música se diluya en un mercado global cada vez más competitivo. “Se está subiendo más de un millón de canciones al mes; nuestra música se está perdiendo entre tantas opciones”, se lamenta.
Para evitar esto, es preciso que los músicos locales se enfoquen en crear un mercado nacional fuerte, que respalde su trabajo y les permita vivir de su arte sin tener que depender de plataformas internacionales.
El uso estratégico de redes sociales y plataformas de contenido también ha sido fundamental para la promoción de la música guatemalteca. Las redes no solo permiten a los artistas interactuar directamente con su audiencia, sino que además les brindan la posibilidad de mostrar su talento de manera más creativa e inmediata. Esto abre un nuevo espacio para que los artistas se diferencien, no solo por su música, sino también por la manera en que la presentan al mundo.
Otro aspecto crucial es el desarrollo de un diferenciador que permita a los artistas destacar entre tantos otros. Nitsch subraya la importancia de encontrar una voz auténtica. Esta autenticidad y la capacidad de ofrecer un producto único serán clave para que los músicos guatemaltecos puedan sobresalir en el futuro.