Su interior se caracteriza por la acústica perfecta que genera la construcción de su sala principal, un cubo de 10 x 10 x 10 metros. Sus paredes, incluyendo el techo, están revestidas de murales en los que se observan imágenes religiosas inspiradas en el arte bizantino.
A esta iglesia y a la Episcopal asisten familias guatemaltecas que profesan la religión católica apostólica, pero no siguen los preceptos de la Iglesia Romana, es decir, del Vaticano.
Ambas doctrinas comenzaron a difundirse en el país a finales del siglo XIX, y su número de fieles avanza.
Según el estudio El crecimiento de las iglesias evangélicas en Guatemala, una mirada socio-religiosa (2010), del pastor presbiteriano Vitalino Similox, la transformación religiosa en el país comenzó hace, aproximadamente, 50 años, cuando la mayoría de la población era católica.
Conforme al estudio, el 58 por ciento de los guatemaltecos es católico. El 25 por ciento asiste a las iglesias protestantes, el 14 por ciento no tiene afiliación alguna y un 3 por ciento es miembro de alguna secta.
Una encuesta de Prensa Libre del 2011 reveló que el 48 por ciento de entrevistados dijo profesar la fe católica, un 39 por ciento la evangélica, un 10 por ciento respondió no tener alguna afiliación y un 3 por ciento expresó que pertenecía a otros grupos.
Libaneses y palestinos
Los primeros cristianos ortodoxos llegaron a estas tierras a finales del siglo XIX, eran familias de comerciantes procedentes del Líbano y Jerusalén, a quienes se les unieron, a principios del siglo XX, inmigrantes rusos y griegos de esta misma doctrina.
“Profesaban su fe en familia. Mantenían sus tradiciones, pero nunca conformaron una iglesia como tal. Incluso, sacramentos como las bodas y bautizos los celebraban en su país natal”, afirma la Igumeni (madre) Inés Ayau.
Fue hasta en abril de 1986 cuando la guatemalteca Ayau y la filipina María Amistoso abandonaron su vida religiosa católica romana y abrazaron la ortodoxa de la rama antioqueña, para fundar el Lavra Mambré.
En la actualidad, su grupo de fieles se concreta a los 50 niños del orfanato que dirige Hogar Rafael Ayau, ubicado en Villa Nueva, cerca del Lago de Amatitlán, y unas cien personas que acuden al servicio religioso al templo de la 16 calle 3-61 de la zona 1.
Otras 20 personas suelen asistir al monasterio de la colonia Lago Azul, zona 4 de Villa Nueva, con vista al Lago de Amatitlán.
Una vertiente de la Iglesia Ortodoxa que opera en Guatemala es el patriarcado griego, en Escuintla, el cual fue dirigido durante muchos años por el polémico sacerdote Andrés Girón (1941-2014). Hoy está a cargo de Mihail Castellanos, y de acuerdo con Ayau, cuenta con cerca de 200 mil fieles en la Costa Sur.
También está el patriarcado de la rama siria de Antioquía, cuya sede está en San Lucas Sacatepéquez, pero tiene seguidores en Huehuetenango, Quiché, Chimaltenango, las Verapaces y Petén, especialmente.
Según el arzobispo Eduardo Aguirre Oestmann, su iglesia está integrada por unos 500 mil seguidores activos, diseminados en estos departamentos.
¿Qué los separa?
En cuanto a los puntos que los divide de la doctrina católica romana, Ayau explica que entre las principales diferencias destaca que la Ortodoxa se organiza en varios patriarcados, con el fin de mantenerse cerca con los fieles. “Son 16 en todo el mundo”, informa.
La manera de celebrar los rituales litúrgicos de los sacramentos varían de acuerdo con la iglesia de cada país, como también existen diferencias administrativas. En el sacerdocio los aspirantes pueden, por ejemplo, optar entre el celibato o el matrimonio.
El divorcio es uno de los temas que admite más flexibilidad, pues la decisión la toma el párroco, quien solo informa al obispo. A los divorciados se les permite la comunión, un tema que recientemente aprobó el papa Francisco entre los fieles católicos.
“La fe es la misma, la Biblia es la misma, tenemos los mismos problemas de todas las iglesias, las traducciones. ¿Cuál es la mejor? No lo sabemos”, se responde Ayau.
Los episcopales
Un grupo de diplomáticos británicos y estadounidenses que profesaba la fe episcopal arribó al país en 1867. El capellán que los atendía lo hacía en la llamada Iglesia de Cristo, cuya misión pastoral correspondía al obispo de Belice.
Los primeros episcopales se acentuaron a principios del siglo XX en Morales, Izabal, a partir de la incursión de la bananera estadounidense United Fruit Company (Ufco) y la empresa ferrocarrilera International Railways of Central America (Irca), cuenta el reverendo Abraham Hernández.
“Trajeron inmigrantes de raza negra y fundaron la primera congregación anglicana llamada San Miguel y todos los ángeles, en dicho municipio”, cuenta.
En 1957, se creó la diócesis misionera de Centro América, que pertenece a la jurisdicción de la iglesia episcopal de los Estados Unidos, y en 1967 se estableció una diócesis en Guatemala.
La expansión de su doctrina en las zonas del sur y occidente del país corresponde a este periodo. De acuerdo con Hernández, en la actualidad 40 templos abren sus puertas a sus feligreses en todo el país.
El reverendo recuerda cuando tuvo la misión de fundar junto a su esposa una iglesia en Cuilapa, Santa Rosa, en los años de 1990, la cual lograron a base de ganarse la amistad y confianza de los vecinos.
Hoy su sede principal es la Catedral Episcopal Santiago Apóstol y Congregación Saint James, ubicada en la avenida La Castellana, zona 8, de la Ciudad de Guatemala.
Su templo es sobrio, sin imágenes, con solo una cruz en el centro. Sus oficios religiosos los imparten separados para la comunidad hispana y para los de habla inglesa.
La Iglesia Episcopal de Guatemala forma parte de la Comunión Anglicana, de la Región Central de América, que a su vez se integra a la comunidad anglicana mundial, “que mantiene la tradición y doctrina del catolicismo primitivo”, indica el documento Somos Iglesia Episcopal de Guatemala, firmado por la autoridad máxima en el país, el obispo Armando Guerra Soria.
Diferencias
Uno de los principales teólogos de esta iglesia fue el arzobispo inglés Thomas Cranmer, quien en el periodo del rey Eduardo VI, en 1549, instituyó varios principios, entre estos, remover las imágenes y cuadros de las iglesias y legalizar el matrimonio de los clérigos.
Más adelante, otros pensadores rechazaron las ideas del purgatorio, las indulgencias y los méritos de los santos, entre otros.
La autoridad máxima es el arzobispo de Canterbury, Inglaterra; Justin Welby.
Los ministros ordenados bajo esta doctrina se dividen en obispos, sacerdotes y diáconos. Una característica es que cuentan con sacerdotisas, y hace dos años, se promulgó la legislación que permite que las mujeres ocupen el cargo de obispo, de acuerdo con la página del Vaticano Aciprensa.
El divorcio de Enrique
Los albores de esta Iglesia se remontan a 1534, en Inglaterra, cuando el rey Enrique VIII (1491-1547) se separó de la Iglesia Católica Romana y fundó su propia doctrina, debido a que el papa Clemente VII le prohibió anular su matrimonio con su primera esposa, la española Catalina de Aragón.
Después de la colonización británica en Estados Unidos y su posterior independencia, en 1784, los estadounidenses tomaron distancia política y religiosa y se nombraron “protestantes episcopales”.
Su presencia en Latinoamérica data del siglo XIX, y su objetivo primordial no fue extenderse, sino atender a sus compatriotas en el extranjero por medio de capellanías, cita el documento.
Buena relación
Vitalino Similox, quien además es el secretario general del Concejo Ecuménico Cristiano de Guatemala, organización que aglutina seis iglesias, comenta que las congregaciones ortodoxas y episcopales mantienen una relación armoniosa con la Iglesia Católica Romana.
Refiere que la organización que preside surgió a raíz de los acuerdos de paz y el objetivo es trabajar en la reconciliación de Guatemala.
“Lo nuestro es trabajar en lo que nos une, no en lo que nos separa”, a pesar de que hay grupos interesados en mantenerlos divididos para no impactar, expone Similox.
Después de estudiar la expansión de las iglesias de distintas creencias cristianas en el país, Similox es crítico de su discurso.
Considera que deberían tener mayor incidencia en temas sensibles de la realidad nacional, reinvindicando los auténticos valores del Evangelio: verdad, justicia y paz.