Sin duda alguna es la película más galardonada de nuestra reciente historia cinematográfica. ¿Pero cuáles son las razones del éxito arrollador de la ópera prima de Bustamante?
Según el cineasta y antropólogo Alfonso Porres, de la Asociación Luciérnaga, la historia en sí es excelente, pero es necesario resaltar cuatro elementos. El primero los conflictos sentimentales de María, su protagonista —interpretada por María Mercedes Coroy— que refleja la dura realidad de muchas jóvenes indígenas que son obligadas a casarse con hombres que hasta les podrían triplicar la edad.
Le sigue el contexto donde se desarrolla la trama, una parcela aislada, con tierra infértil. El tercer punto es la relación de la joven con su madre; y por último, el hipertexto: el país y la situación de exclusión, las carencias en servicios de salud y la migración, los cuales amarran, en conjunto, una denuncia sobre las condiciones en que viven la mayoría de guatemaltecos del área rural.
Considera que el mejor logro de la cinta es la relación madre e hija, la cual rompe con la tradición judeo-cristiana, en los que tales niveles de confianza son difíciles de encontrar entre las familias.
“No solo es la complicidad de acompañarse sino en la toma de decisiones, como el aborto. Hay una solidaridad total”, resalta. “Considero que lo premian por esta faceta”, agrega.
En la primera escena, sobre el arreglo matrimonial entre las dos familias, en realidad se trata de un asunto de sobrevivencia de una mujer joven, más allá del amor, la ternura o de sus derechos. La consigna es conseguir un buen esposo y proveedor que la ayude —y a su familia— a no morir de hambre.
Sobre el aborto, señala que es una realidad que es practicada por las comadronas y que depende de un consentimiento familiar, no individual.
“Ciertamente los mayas defienden la vida, pero hay una lógica sobre esto. Además, la cinta refleja que la maternidad en el mundo indígena no tiene ninguna atención del sistema de salud”.
Ixcanul también aborda la construcción de la sexualidad de las jóvenes mujeres. “El mundo indígena tiene sus propias formas de manifestarlo. Esto se observa en varias escenas”, dice.
Le molesta especialmente una parte, la relación sexual a la par de la cantina. “Eso no se hace en ninguna cultura y no era necesario desarrollarla. Plantea un elemento del mal gusto, considero que hay una intimidad en los espacios”, critica Porres. Sin embargo, la escena en la que María se masturba con un árbol es una toma erótica y muy bien actuada”, asegura.
El cineasta Sergio Valdés Pedroni resalta que la película goza de una buena “factura”. “Tiene las herramientas necesarias para una producción de alta calidad, si bien la historia presenta una narrativa tradicional”.
Para el cineasta Elías Jiménez, el éxito de esta cinta está precisamente en su historia: “sencilla pero a la vez universal”. Con el valor agregado de presentar la Guatemala rural.
“En lo personal la puesta en escena, es decir, el conjunto de elementos que integran el cuadro en la película, así como la sensibilidad y sencillez con que Jayro aborda este punto es mi parte favorita”, destaca Jiménez.
Feas realidades
Para el crítico de cine Gonzalo Restrepo Sánchez, de Colombia, “esta cinta toca la fibra de todo latinoamericano acostumbrado a tanta injusticia. Este trabajo es claro eco de una etnografía audiovisual perfecta, habla sin tapujos de feas realidades. Bien pues por esta película, que no es un documental, ni falso documental”, cita en su blog.
La trama
La cinta narra la historia de María, una joven kaqchikel de 17 años que vive con sus padres en una finca cafetalera en las faldas de un volcán. Su familia concertó su matrimonio con Ignacio, el capataz de la propiedad, pero ella busca evadir el compromiso y cambiar su destino.