En cuanto a la literatura, es 1976 la fecha señalada como el amanecer de la nueva novela por Seymour Menton en la Historia crítica de la novela guatemalteca, luego de la publicación de Los compañeros, de Marco Antonio Flores.
No fue sino hasta el 2006 cuando se le reconoció con el Premio Nacional de Literatura, al igual que a otros escritores como Mario Roberto Morales (2007) y Arturo Arias (2008), quienes explotaron el conflicto como tema literario.
“En términos nacionales, se trata de una reconciliación tardía, pero necesaria, de un reconocimiento del aporte literario de los sobrevivientes de la guerra”, señala Ronald Flores en su ciberbitácora.
“Queda cierta sensación de que se ha cerrado un ciclo en la literatura guatemalteca”, concluye Flores. Así, para la nueva generación de escritores, denominada X, la temática estaba agotada. Tal como sucedió en otros países como España, en donde luego del derrocamiento de Franco, los artistas se volcaron hacia tendencias estéticas que poco tenían que ver con aquel tópico.
Terry Eagleton, teórico de la literatura, dice: “Todas las esferas del pensar y actuar humanos, incluyendo la literatura, están determinadas por la forma en que organizamos nuestra vida social en común y por las relaciones de poder que ello presupone”. Por lo tanto, antes o después, debía retomarse el asunto.
Lo anterior es fácil de comprobar, pues el espacio no ha quedado totalmente vacío. Títulos como Sopa de caracol, de Arturo Arias (2002); El último silencio, de Ronald Flores (2001); y Jinetes en el cielo (2013), de Mario Roberto Morales, tratan desde distintos puntos de vista hechos relacionados con el conflicto.
“Pero la gran novela de la guerra aún no se ha escrito en Guatemala”, refiere Armando Rivera, gerente de la editorial Letra Negra, pues este también es un evento que puede ser el motivo de una obra monumental, tal como sucedió con Diez días que estremecieron al mundo, de John Reed, que relata la naturaleza de la Revolución de Octubre en Rusia.
Nadie duda de que el tema siga vigente, pero no son los escritores consagrados quienes lo tratan, sino autores con distintas ideologías y posturas que se ocupan del asunto desde varias perspectivas: testimonial, ensayística y de recuperación de la memoria histórica.
“La guerra es un fenómeno social; es la incapacidad de negociar nuestras diferencias. Darle un rostro humano es también darle vida a este proceso, y contar lo que sucedió es legitimizar los hechos a través de la verdad”, expone el coronel Jorge Ortega Gaytán, quien ha publicado seis libros y es autor de Los kaibiles (2003), texto que ha vendido más de 10 mil copias.
Ese cúmulo de textos, con un buen manejo del lenguaje literario algunos, y otros no tanto, tienen como autores a integrantes del aparato militar, excombatientes de la guerrilla y terceros que se vieron involucrados por una u otra circunstancia. Algunos se auxilian de investigación documental, bibliográfica, hemerográfica, y testimonios de otros. Los hechos son conocidos, pero el enfoque personal y el contexto humano enriquecen la historia.
Entre las publicaciones más recientes es posible identificar formatos de novela corta, novela, historia, ensayo y testimonio. Lo indispensable es diferenciar entre lo que busca ser ficción y lo que no.
“Son muchos los aspectos que no aparecen tan claros. Entre ellos se ha debatido el carácter literario o documental de esos textos, la necesidad o no de la absoluta veracidad de los hechos relatados, la función principal de este tipo de discurso, las características del testimonial o las cualidades del referente histórico. Se observa que son diferentes los aspectos en que unos y otros han puesto el énfasis”, indica Miguel Barnet en su ensayo Postboom y el género testimonio.
“Toda la literatura contiene elementos que contribuyen a recuperar la memoria histórica. La gente está tratando de contar sus historias en un itinerario que busca salud”, asegura Rivera.
Tanto revolucionarios como ciudadanos ya habían escrito al respecto, pero “el gran vacío éramos nosotros”, expone Ortega Gaytán. “Es necesario dar a conocer que el soldado tiene una función natural y primordial dentro de la estructura social y del Estado; sus vivencias de guerra, sentimientos, valores, desamores y traiciones. Todo le puede interesar al lector”.
Por supuesto que aún falta mucho por decir sobre este tema. Al respecto, Rivera afirma: “No pasar por un tamiz editorial es un buen ejercicio de la libertad, pero no literario”.