Crear las piezas ha sido un proceso que comenzó siendo muy joven. Estudió diseño de interiores y en 1976 tuvo la oportunidad de seguir sus estudios de posgrado en Inglaterra, donde se especializó en diseño de hoteles.
En este proceso tenía clases electivas como parte de su carrera, así que se decidió por la cerámica y ahí podría decirse que se consagró a la profesión.
En 1982 obtuvo una beca en Taiwán, durante la cual perfeccionó su técnica en cerámica, parte de su travesía por este delicado mundo.
Ha impartido cursos a varias generaciones de estudiantes y presentado exposiciones, y además creó el proyecto de una tienda donde ofrece piezas elaboradas a mano. Cada año hace el lanzamiento de dos colecciones distintas y muchas de ellas se van a diferentes partes del mundo.
Uno de sus objetivos sigue siendo mostrar a través de cada objeto la arquitectura, colores y belleza de Antigua Guatemala.
¿Desde la niñez se interesó en el arte?
Veía desde niña a mi abuelo pintar y me emocionaba visitarlo en Coatepeque, Quetzaltenango. Quería ser como él, una artista. Me inscribieron a los 12 años en un curso de óleo y ese fue mi primer contacto con el arte. Al principio pintaba paisajes. Somos seis hermanos, pero solo yo me dediqué a esta profesión.
¿Qué siente cuando está frente a las piezas de cerámica?
Desde que empecé con la cerámica fue amor a primera vista y dejé todo lo demás. En algún momento pensé regresar a pintar cuando tuviera más tiempo, en especial óleo y acuarela, esta última se parece mucho a la cerámica porque el esmalte es traslúcido, a base de agua y transparente.
Lo increíble de la cerámica es el hecho de mezclar la arcilla, el agua, el horno y el calor que forma algo permanente, eso hace que uno se enamore del proceso. Solo la imaginación puede detenerlo a uno para crear. Cada vez se descubren más técnicas.
La cerámica es una forma de vida y de aprender a cómo vivirla. Se inicia por formar las piezas según las queramos. Pasan por fuego, que representa las pruebas de fuerza y resiliencia que nos forjan y donde se purifican, dando una forma permanente para luego decorar con pinceladas de color, que quedan cada vez mas finas con los años de experiencia que adquirimos en el camino.
Otra enseñanza es que uno cree que ya conoce el tema, pero siempre aparecen nuevos conocimientos.
“Desde que empecé con la cerámica fue amor a primera vista y dejé todo lo demás”.
Lilyan Benecke, ceramista guatemalteca
¿Recuerda la primera pieza que elaboró?
Estudiaba diseño de interiores en Guatemala y el reconocido artista guatemalteco Roberto González Goyri llegó a darnos varias clases de pintura a la universidad y una de modelado, pero aunque la formamos no la horneamos, y por eso no la tomó en cuenta, pero fue la primera pieza que hice.
¿Cuándo se decidió a vender y crear una empresa dedicada a ello?
Durante mucho tiempo no vendía las piezas. De 1978 a 1993 tenía solo un estudio en la Avenida de las Américas donde enseñaba cerámica. Vendía las piezas en crudo y enseñábamos a las personas por medio de clases. Una vez al año hacíamos exposiciones de los trabajos en hoteles de la ciudad. En la beca en Taiwán aprendí más del proceso para formar la empresa, cómo reproducir las piezas, no para hacerlo industrial, porque nos caracterizamos por tener una metodología artesanal, pero sí para hacer algunas piezas de un mismo molde, mientras el decorado de cada pieza se pinta a mano y se seca al sol, una por una.
¿Cómo se siente forjar este legado creativo para Guatemala?
Solo siento que estoy haciendo algo que me gusta y lo comparto. Nunca lo hice planeando un emprendimiento como los que se ven ahora, que tienen un concepto completo. Solo pensaba en hacer algo que me gustara y que involucrara a muchas personas.
Todo se fue desarrollando y Dios ha sido bueno porque hemos ido creciendo y sobrevivido a diferentes motivos. A veces hay crisis, pero nuevas puertas se abren.
El año pasado con el covid-19 mi preocupación más grande era que tenía que cerrar y tengo personas que llevan más de 20 años de estar conmigo.
Me preguntaba qué podría pasar con ellas. Cada uno comenzó aproximadamente a los 17 y 18 años y aprendieron la delicadeza de este trabajo. Actualmente trabajan 20 personas incluyendo artesanos y la parte administrativa.
Lejos de que la pandemia los cerrara dieron un paso a una nueva sucursal.
La idea es trasladarnos por completo a una nueva sucursal, siempre en Antigua Guatemala. Aquí podemos exponer las piezas de una manera distinta y tener nuevos proyectos.
¿Cómo es el proceso creativo para una pieza?
Me inspira todo lo que veo para crear. Las fotos, la arquitectura y los paisajes se transforman en las nuevas piezas y diseños, en la búsqueda de destacar la belleza antigüeña.
¿Todos podemos aprender este arte? ¿Es complicado?
Todos pueden aprender y expresarse en este arte. El arte es eso, una forma de expresión y cada quien es libre de hacerlo según su voluntad y su habilidad, no hay perfección en el arte.
Los niños disfrutan del arte desde jugar con la arcilla húmeda y los adultos por medio de la decoración de la pieza terminada. Es para todos.
¿Cuáles son los planes a mediano y largo plazo para usted?
Primero es darle vida al nuevo lugar donde nos ubicamos. La renovación del espacio también nos llevará a desarrollar un estudio para impartir clases, pero mi meta no es solo ser instructora sino invitar a expertos para que exista un intercambio de experiencias. Uno nunca deja de aprender.