Revista D
Las nuevas guerras
Expertos en relaciones internacionales aseguran que el concepto tradicional de guerra cambió.
“Puedo ser totalmente claro con usted, esta no es una lucha contra los separatistas apoyados por Rusia, esta es una guerra real con Rusia. El que hayamos capturado soldados de fuerzas especiales regulares rusas es una fuerte prueba de ello”, afirmó a la cadena BBC, hace dos semanas, el presidente ucraniano, Petró Poroshenko.
Nigeria
El recién electo presidente Muhammadu Buhari le declaró en abril la guerra al grupo islamista Boko Haram, que tiene buena parte del control del norte del territorio del país más poblado de África, 173 millones.
Congo
Los principales grupos armados se autofinancian con el comercio de minerales. Las consecuencias son tan devastadoras que desde 1999 la ONU creó una misión para garantizar el desarme. Una fuerza militar con apoyo de Uganda y Ruanda irrumpe en Congo a cada poco y sostienen luchas con grupos rebeldes.
Ucrania y Rusia
Ambos países mantienen un conflicto territorial que ha cobrado 6 mil 250 vidas y un millón de desplazados. Rusia ha negado acusaciones de enviar tropas regulares en ayuda a los rebeldes independentistas pro rusos del este de Ucrania.
Siria
La guerra se originó por la lucha contra la corrupción. La familia del dictador Al Asad llevaba 50 años en el poder.
Irán
Arabia Saudí y Egipto amenazan con la invasión terrestre a Irán. Los ministros árabes acordaron crear una fuerza conjunta. La ofensiva pretende el avance de los grupos rebeldes conocidos como hutíes. Es el principal refugio de Al Qaeda.
México
La guerra contra el narcotráfico es un conflicto armado interno que enfrenta al Estado y los grupos de Autodefensa Popular contra los cárteles de la droga. Comenzó en Michoacán el 11 de diciembre de 2006, cuando el gobierno federal lanzó un operativo contra el narcotráfico.
Israel y Palestina
Se remonta a principios del siglo XX. Muchos intentos se han dado para negociar una solución de dos países que implica la creación de un Estado palestino.
Sudán del Sur
La guerra civil comenzó el 14 de diciembre de 2013. Una fracción del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán intentó dar un golpe de Estado en Sudán del Sur.
Yemen
El conflicto comenzó en 2004. Hussein Badreddin al Touhi, líder de los hutíes, pronunció una rebelión contra el gobierno. El Gobierno yemení acusa a los rebeldes de querer poner en práctica la ley religiosa chiíta.
Somalia
Al Shabab es una milicia que prende instalar un régimen islámico en el país y está enfrentada con el Gobierno y con la fuerza de paz de la Unión Africana. Esta es insuficiente para garantizar el control de Mogadiscio, la sede del gobierno y domina el centro y el sur de Somalia.
Afganistán
La campaña militar cumplió 13 años, comenzó como respuesta a los atentados de 2011 en Nueva York. El 2 de mayo de 2011 Osama Bin Laden fue asesinado. En diciembre de 2014 Estados Unidos dio por concluida la guerra más larga de la historia.
Las declaraciones ocurrieron después de que dos prisioneros rusos admitieron ser parte de una unidad de reconocimiento de 200 integrantes que entraron en la zona de conflicto, un par de meses atrás.
La lucha civil que se desató en abril del 2014, entre las fuerzas independentistas de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk y el gobierno de Ucrania, alcanzó su punto máximo.
La de Ucrania contra Rusia es una de esas pocas guerras declaradas que encajan dentro del antiguo concepto en el que un Estado se proclama enemigo de otro.
“La definición tradicional que implica a dos Estados declarándose la guerra y entrando en abierta confrontación es algo que no digo que no exista, pero ha disminuido increíblemente”, afirma Daniel Hering, director del Centro de Investigación Internacional Ibn Khaldun de la Universidad Francisco Marroquín.
Para Hering es más útil hablar de amenazas más que de guerras. “¿Cuál es tu gran problema de seguridad? Ese es el punto. Puede ser más que un bando al que declaras la guerra; un grupo de personas que está haciendo algo para minar la soberanía o la seguridad de los que habitan en tu territorio o fuera de este”, explica.
Las batallas pasadas
A partir del 11 de septiembre del 2001 —cuando ocurrió el atentado en contra de las Torres Gemelas y el Pentágono— la concepción de la guerra cambió.
Al Qaeda, el promotor de ese atentado, es un grupo que financia a otras organizaciones para hacerle la guerra a Estados Unidos o otro país que lo apoye. Se dedica, también, al entrenamiento. Sus integrantes entienden que si fueran una sola organización no tendrían el mismo alcance. Por eso este movimiento tiene células en Chad, Nigeria, Mauritania, Siria, Irak y en Filipinas, agrega Hering.
Rodrigo Fernández Ordóñez, historiador y abogado, hace ver que otra diferencia es la duración. Aunque no en todos los casos, ahora suelen ser más cortas, pero mucho más cruentas.
En opinión de un tercer especialista, Roberto Wagner, en el cual no hay uniformes, ni banderas y la línea entre un civil y un adversario o la que separa a un político de un terrorista es difusa, explica Wagner.
El experto se cuestiona quienes están detrás de grupos terroristas o de narcotraficantes, protagonistas de las nuevas guerras, que se mueven en secreto y aprovechan la tecnología para sus propios fines. “Creo que estamos entrando en la quinta generación de guerras y es la del conflicto permanente”, opina.
A la lista, Wagner agrega aquellos grupos que desencadenan un conflicto porque están en contra del sistema, del Estado, pero no de una forma crítica sino violenta. En esta categoría encuadran los ejércitos de niños organizados por Joseph Kony, el principal dirigente del grupo guerrillero paramilitar Ejército de Resistencia del Señor, en el norte de Uganda, explica.
Las cinco guerras de Naím
El periodista venezolano Moisés Naím, uno de los columnistas más leídos en Iberoamérica y autor de más de 10 libros sobre economía y política internacional, trata de explicar cómo la globalización ha facilitado un mundo más violento.
La globalización ha liberado a los integrantes de estas redes de las limitaciones geográficas, aumentó su tamaño, sus recursos y mercados ilegales, y ha desatado las guerras contra el tráfico de drogas, armas, propiedad intelectual, personas y dinero.
Mucho de lo que Hering habla se sustenta en esta teoría de Naím. “El concepto de seguridad ha ido evolucionando muchísimo en la literatura de seguridad. Ese concepto que de la seguridad de un territorio se ha ido pasando a la defensa de la seguridad de una persona es importantísimo”, explica el analista. Una de estas guerras es la que muchos Estados, como Colombia, libran contra el narcotráfico, ejemplifica.
Durante las décadas de 1960 y1970, en el marco del enfrentamiento Este-Oeste, algunos estudiosos enmarcaron dentro de este período las actuaciones de la guerrilla colombiana.
“Al finalizar ese conflicto, su conexión con el narcotráfico, desde los atentados del 11 de septiembre del 2001, la vinculación con terrorismo internacional ha empezado a ocupar, cada vez más, un primer plano. Según el punto de vista, se reconoce a los guerrilleros como actores armados con metas políticas o se les tilda de grupos ilegales”, explica Sabine Kurtenbach, autora del libro Análisis del Conflicto Colombiano.
“Tenemos un mundo interconectado, tanta información, tan rápida, tan asequible y barata produce una asimetría entre los responsables de detener las amenazas y quienes las producen”, opina Hering.
“La del 11 de septiembre del 2001 se organizó con medio millón de dólares entre las transferencias que se mandaban a las personas que vivían en Estados Unidos, los cursos de vuelo que tomaron los terroristas y la organización logística. Pero para detener otra serie de amenazas similares, el gobierno de Estados Unidos ha debido invertir miles de millones de dólares”, ejemplifica.
Los conflictos armados tienen más posibilidades de florecer en espacios geográficos no controlados por el Estado. En el Congo el Estado prácticamente no existe y hay grupos descentralizados que provocan la violencia; en Siria el gobierno poco legítimo ha emprendido una acción bélica contra la oposición; y en el caso de Colombia hay una parte del espacio geográfico no controlado. “Todo eso lo que te indica es que el impacto de nuevas amenazas es mucho mayor cuando los espacios están vacíos de autoridad”, agrega Hering.
En Guatemala, la presencia del Estado es muy baja en muchas zonas y ahí es donde aumentan esas amenazas. En otros casos el espacio es tan estrecho que las fuerzas de seguridad no pueden entrar, como por ejemplo, en ciertas colonias marginales de la capital dominadas por las pandillas y el narcomenudeo”, amplía el experto.
En América Latina, en el Congo y en Siria, la intensidad de los conflictos es mayor porque el Estado no juega un mayor papel. No se pueden suprimir estas amenazas pero sí reducir el daño con Estados más fuertes.
Tanto Hering como Wagner coinciden en que gran parte del problema es que las estructuras de los Estados actuales tienen dificultad para reaccionar con relación a estas pequeñas y medianas estructuras “de las que se corta una cabeza y surgen dos o tres”.
En otros casos como el de México, la sociedad civil se ha levantado para pedir que sean investigadas las atrocidades cometidas por el mismo Estado, en el marco de la guerra contra el narcotráfico.
En septiembre del 2014, la Federación Internacional de Derechos Humanos, que aglutina a 172 organizaciones de un centenar de países, pidieron a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) que investigue la comisión de crímenes de lesa humanidad en México, durante el mandato de Felipe Calderón (2006-2012).
Según los demandantes, las instituciones de seguridad del Estado (militares y policías federales, estatales y municipales), llevaron a cabo torturas y desapariciones forzadas sistemáticamente.
El arte de la guerra
Aunque han pasado casi 25 siglos desde que vivió, sus escritos aún siguen vigentes. “Cuando un país se empobrece a causa de operaciones militares, es debido al transporte distante; llevar suministros a largas distancias deja al pueblo desamparado. Mientras las tropas están reunidas, los precios suben. Cuando los precios suben, la riqueza del pueblo baja. Cuando la riqueza baja, el pueblo sufre duras exigencias. Con esta pérdida de riqueza y fuerzas, los que tienen recursos se ven extremadamente empobrecidos”.
El Congo vive sumido en una guerra eterna, es uno de los países más pobres del planeta. Ahí, el guión cambia poco en cada ocasión: una fuerza militar con apoyo de Uganda y Ruanda irrumpe, se instala durante un tiempo al este del país, en las zonas montañosas con volcanes y con minas de estaño, tungsteno y otros minerales —necesarios para la industria de las nuevas tecnologías—, hasta que las divisiones internas y pactos conducen a cortos períodos de paz.
Además de pobreza, lo más terrible que han dejado las nuevas guerras es la cifra de víctimas.
En Irak, Afganistán y Pakistán “el número total de muertes en los tres países podría exceder los dos millones, mientras que una cifra inferior a un millón es muy improbable”, según un conteo de la organización Body Count (Conteo de bajas) dedicada a la actualización del cálculo de muertes generalmente aceptado de la guerra contra el terrorismo en Irak, Afganistán y Pakistán.
El recuento fue elaborado por la organización ganadora del premio Nobel de la Paz Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear y publicado en Estados Unidos por la organización Physicians for Social Responsibility, cita Amy Goodman, autora del ensayo El costo de la guerra, el precio de la paz.
Según cifras oficiales de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, (Acnur) los refugiados en el mundo, como resultado de estas guerras, suman ya los 51 millones.