Revista D

José Antonio Monzón: Trabajar de cerca con la muerte hace valorar la vida

El hombre de 70 años, originario de Quetzaltenango, labora como sepulturero en el Cementerio General de Guatemala. Considera que, a pesar de todo, su trabajo le permite ser creativo.

José Antonio Monzón Sepulturero

José Antonio Monzón trabaja de sepulturero en el Cementerio General desde hace más de 10 años. (Foto Prensa Libre: Esbin García).

Para cualquier tipo de trabajo se requieren habilidades específicas para desarrollarlo de la mejor manera. Cuando se labora de cara con la muerte estas destrezas son, sobre todo, el poder conservar los pensamientos en un solo lugar y mantener un buen sentido del humor.

Existen muchos tabúes alrededor del trabajo de los sepultureros, o de las personas que trabajan en un cementerio. Una de las preguntas más frecuentes es cómo puede alguien acabar de enterrador y dándole mantenimiento a los nichos, lugar en el que se aloja un cadáver, restos o cenizas de un ser humano y si ha tenido alguna experiencia paranormal.

En el imaginario colectivo, los sepultureros son aquellas personas que caminan en las calles de los cementerios con sus botas de hule y la mayoría de las veces llevan en sus manos herramientas como palas, piochas y cubetas. En su rostro se refleja seriedad y cansancio. Este último quizá por la actividad física o por lo pesado que es trabajar por la muerte.

Para José Monzón, quien tiene más de 20 años trabajando en el Cementerio General de Guatemala, estos imaginarios están un poco errados. La forma de vestir de los sepultureros varía del lugar en el que laboren, así como sus funciones. Aunque por fuera se vean serios, la mayoría coincide en la amabilidad y el buen sentido del humor, ya que es una de las formas que tienen de sobrellevar el trabajo. Además, tienen una mejor percepción del valor de la vida.

Aunque es de los cuestionamientos más comunes, ¿Cómo llegó a trabajar en el cementerio general?

Después de trabajar 12 años en una panadería comencé a tener problemas de salud, así que decidí, de forma obligada, a cambiar de trabajo. Debido a que antes ya me había desempeñado como albañil un amigo me recomendó en una obra que se construía en la zona 4 y me nombraron ayudante de albañil.

Aunque no ganaba lo mismo que en la panadería y el trabajo fuera más duro, sí descansaba más porque al menos no laboraba los fines de semana.

Terminamos la obra, que ahora es el edificio del Banco Industrial, y me desempeñé como albañil independiente. Sin embargo, el trabajo era escaso. Por ello, unos amigos me comentaron que en el cementerio general estaban buscando personal, así que me recomendaron y comencé también como ayudante de albañil porque, aunque ya sabía manejar el cemento, había cosas que no podía hacer, como un mausoleo.

¿Qué otro trabajo ha tenido antes?

Muchos. Comencé a trabajar desde los 7 años, aproximadamente, porque mi tío, que era como mi papá no se podía hacer cargo de la casa él solo, así que fui a vender cicles, a lustrar zapatos y a lavar carros.

A los 12 años me comentaron que en una panadería necesitaban a un joven que fuera a repartir el pan. No sabía manejar bicicleta, pero aprendí y me contrataron. En mis tiempos libres, cuando no habían pedidos, iba a platicar con los panaderos, quienes me enseñaron sus secretos de cocina. Esto me llevó a laborar en panaderías como Las Victorias, La Mejor y La Europa por muchos años.

Debido a los desvelos y a la inhalación de humo, por los hornos de leña, se vio afectada mi salud. Hasta el momento tengo padecimiento en mis pulmones. Por eso decidí comenzar la albañilería.

José Antonio Monzón ha trabajado desde su niñez en panadería y albañilería. (Foto Prensa Libre: Esbin García).

¿En qué consiste su trabajo en el cementerio?

En el cementerio uno hace de todo. Desde elaborar e instalar las jardineras, los floreros y las lápidas, hasta darle mantenimiento a los nichos y mausoleos. También ayudo a las personas a localizar el lugar en donde descansan sus seres queridos, según las indicaciones o datos que me den, ya que me conozco muy bien el lugar.

La restauración de las lápidas, por ejemplo, consiste en retocar las letras y pintar otra vez el fondo. Volver a darle brillo con una tinta especial. Los mausoleos se lavan con una mezcla de cloro y ácido muriático, sobre todo cuando están hechos de granito. Hay personas que me pagan mensualmente para darle mantenimiento a sus propiedades.

¿Ha participado en una exhumación?

Sí. Las personas que sepultan a sus familiares en nichos del cementerio general tienen derecho a dejarlos por un pago de 200 quetzales, por cuatro años. Luego deben pagar 180 por otros cuatro años. En caso de que no paguen entonces se hace la exhumación y se llevan los restos a la fosa común.

También hay exhumaciones en mausoleos, pero esto es porque los familiares piden que se haga. Muchas veces porque los llevan a cementerios privados.

¿Qué es lo más curioso que ha visto en una exhumación?

Es interesante cómo diversos factores afectan la descomposición del cuerpo. A veces hacemos la exhumación de alguien que fue enterrado hace seis años y no encontramos más que huesos; pero también hemos desenterrado a quienes llevan más de quince años y todavía tienen carne. Esto lo hemos visto, sobre todo, cuando los ataúdes son de metal, porque guardan cierta temperatura.

JOSE ANTONIO MONZON SEPULTURERO
José Monzón se transporta en bicicleta para dar mantenimiento a los mausoleos del cementerio. (Foto Prensa Libre: Esbin García).

En una ocasión exhumamos a una persona que había sido repatriada de Estados Unidos y tenía como 21 años de haber sido enterrada. Cuando sacamos el cuerpo estaba entero, como si hubiera muerto ayer. Se hizo las consultas y se decidió que se quedaría en el mismo lugar porque estaba intacto.

Pero también en otras ocasiones, aunque no tan seguido, nos ha tocado que cortar el cuerpo con serrucho. Se les explica la situación a los familiares y aceptan.

¿También ha tenido que rescatar los restos de alguien en la fosa común?

Sí, aunque ahora ya no es permitido. Antes llegaban familiares buscando a su ser querido y al decirle que estaba en a fosa común pedían que se sacara para llevárselo. Los restos se colocan en una bolsa que se identifica con el nombre de la persona, número del sector en el que estaba enterrado y número del nicho.

Es un trabajo difícil porque había que meterse en la fosa con guantes y botas que llegan hasta las rodillas, mientras que se está amarrado a la cintura con dos lazos que sostienen los compañeros, para que ante cualquier emergencia se pueda subir rápido.

¿Qué tipo de emergencia?

Abajo se encuentran todo tipo de animales. Por ejemplo, serpientes, alacranes y ratas, pero todos de gran tamaño. Una mordedura o picadura de ellos podría provocar la muerte. Por ello hay que estar alertas. Además, muchas veces el trabajo tarda ocho días o más.

JOSE ANTONIO MONZON SEPULTURERO
José Monzón considera que el trabajo de sepulturero le ha ayudado a valorar la vida y vivir el día a día. (Foto Prensa Libre: Esbin Garcia).

¿Ha tenido alguna experiencia paranormal?

Nunca me he encontrado con ningún fantasma, ni he visto algo que me hagan sospechar que existen. Aunque una vez sí tuvimos una experiencia rara, que aún pensamos que quizá fue el cansancio el que nos confundirnos.

Nos tocó la exhumación de una mujer que tenía su pelo largo, pero estaba como una momia. Así que la colocamos recostada en una pared, mientras preparábamos el lugar al que la trasladaríamos. En eso un compañero le comenzó a hablar y vimos cómo se movió y volteó a vernos. Nos quedamos todos asustados y con escalofríos. Nos apuramos y la dejamos en donde debíamos.

He tenido experiencias en las que la mente juega malas pasadas. Por ejemplo, cuando estoy trabajando solo, sobre todo en las áreas que están al fondo del cementerio, a veces escucho voces y risas de niños. Pero como no me hablan a mí, entonces no voy a ver. Por ello no sé si realmente se tratan de fantasmas o quizá son niños que están jugando en las casas aledañas al cementerio.

Luego mis experiencias han sido con los vivos.

JOSE ANTONIO MONZON SEPULTURERO
José Antonio Monzón se recorre el cementerio todos los días, para ofrecer sus servicios de mantenimiento de mausoleos y lápidas. (Foto Prensa Libre: Esbin García).

¿Con personas vivas?

Sí. Hay áreas del cementerio que son peligrosas por la delincuencia del país. Una vez estaba dándole mantenimiento a un mausoleo cuando apareció un señor de camisa amarilla y se puso a platicar conmigo. Me preguntó si yo era dueño del lugar y le dije que no, sino que me pagaban por ese trabajo, así que se fue.

Cuando terminé y fui a un área más arriba del cementerio mis compañeros me contaron que un señor de camisa amarilla acababa de robarle a una señora que estaba visitando a su familiar. La descripción de la persona coincidía con quien me estuvo hablando a mí.

¿Qué es lo que más le gusta de este trabajo?

Que uno puede ser creativo. Es decir, con los diseños de los floreros, jardineras y mausoleos. Al saber manejar los materiales se pueden enseñar más diseños al cliente, para que coloque bonito el lugar en donde descansará su familiar.

También que se llega a conocer a las personas, a los visitantes frecuentes. Hay quienes llegan a visitar a su ser querido constantemente, quizá se pasan varias horas cada día o vienen rápido todos los días. Estos dos tipos de visitantes uno los acaba conociendo y saludándolos cada día.

ESCRITO POR:

Andrea Jumique Castillo

Periodista de Prensa Libre especializada en temas de salud, bienestar y cultura, con 5 años de experiencia.