“Este afán por hacer bien las cosas lo hemos llamado la Cultura Irtra”, explica Ricardo Castillo Sinibaldi, presidente de la institución mientras camina por el parque temático Xetulul, en Retalhuleu, donde actualmente están en marcha los trabajos de una nueva área de atracciones. Intenta ir como un transeúnte más en la visita, pero la gente lo reconoce y se le acerca espontáneamente para saludarlo y felicitarlo. “Bonito tiene el parque”, le dice un caballero. “Este es el trabajo de mucha gente, nosotros solo aportamos algunas ideas, pero aquí hay muchos esfuerzos que se han sistematizado”, le aclara, bajo el sol de Zapotitlán.
Cultura de alegría
Desde la inauguración de su primer parque, en Amatitlán, en 1963, el Irtra tiene como misión proveer de sano entretenimiento a los trabajadores guatemaltecos. “Creemos en el descanso, sagrado medio con el que Dios premia nuestros esfuerzos y fatigas cotidianas. Creemos en promover la recreación y la diversión en ambientes agradables, modernos, seguros y al alcance de los trabajadores de la empresa privada”, reza el credo de la institución.
Cinco décadas después, las risas y conversaciones en los diversos complejos muestran que el objetivo no solo se cumple, sino sigue más vigente que nunca; eso sí se ha diversificado y modernizado. En el 2005 se instituyó un proceso denominado de “Fidelización”, mediante el cual se busca la excelencia constante para brindar la mejor experiencia al visitante.
Parte importante de esto ha sido la construcción de los parques Xetulul y Mundo Petapa — este último remodelado en el 2012— y del complejo acuático Xocomil. “Nos enfocamos en que las familias vivan un momento de felicidad”, dice Manuel Valdés Berthet, gerente general del Irtra.
Presentaciones de teatro, música y magia son frecuentes, sobre todo en el remodelado auditorio de Mundo Petapa o en el teatro al aire libre de Xetulul. En la nueva zona temática del Caribe, en fase de construcción, en este mismo parque, el espíritu lúdico no se agota. “Recrearemos pueblos como Lívingston o de islas de las Antillas, para dar esa sensación”, agrega.
Cultura de servicio
“Cualquier elemento del personal con quien se encuentra le dice ‘buenos días’ y si le atiende en alguna de las áreas, lo hace con amabilidad y una sonrisa”, explica Pedro Gálvez Padilla, gerente de Los Hostales de Retalhuleu. Pero no se trata solo de un gesto, es una actitud. “No podría pensarse un lugar de descanso, en donde sus empleados no le transmitan esa misma sensación, y por eso también a ellos se les capacita, se les brindan oportunidades de superación”, dice Castillo.
“Buscamos que nuestros huéspedes o visitantes queden agradablemente sorprendidos, anticipándonos a sus deseos y necesidades“, afirma Gerson Morales, del área de Capacitación.
Cultura de seguridad
Múltiples medidas de seguridad existen en todos los parques. Lo más visible son los 66 salvavidas que custodian a lo largo del día las áreas de piscinas y toboganes en todos los parques. Es usual escuchar sus gorgoritos para advertirle a alguien sobre conductas riesgosas para sí mismo o para otros usuarios. Están listos para lanzarse en cualquier momento al agua para auxiliar a quien lo necesite.
Todos los juegos mecánicos cuentan con certificados internacionales de seguridad: de hecho, deben cumplir con estándares alemanes para su instalación y funcionamiento.
Como dato curioso cabe mencionar que en los hostales y parques de Retalhuleu se encuentran instalados 33 pararrayos, pues es una región de tormentas frecuentes.
Salubridad total
Cada restaurante o puesto de comida dentro de los parques está sometido a supervisión constante, para verificar la higiene de los procesos. Nadie lo nota —y de eso se trata— pero, por ejemplo, en los Hostales de Retalhuleu, hay un experto microbiólogo que efectúa muestreos periódicos de las manos, guantes y ropa del personal.
Cada bandeja de pollo, caja de fruta o pedido de carne es supervisado con criterios usados en parques de Estados Unidos. Cada estación de cocina, mesa de preparación, horno o recipiente pasa por un proceso de lavado tras cada uso.
“En el caso de los hostales, la ropa de cama y toallas es cambiada a diario y sometida a un lavado bajo supervisión constante, en una instalación propia; lo mismo ocurre con los uniformes de los empleados”, indica Elio Monterroso, responsable del área de lavandería.
En los parques hay enfermería y personal paramédico para atender cualquier contingencia.
Conciencia ecológica
Absolutamente todos los desechos generados en los parques pasan un proceso de tratamiento para ser reciclados —vidrio, plástico y papel— o bien convertidos en abono orgánico —huesos, vegetales o residuos de comida—. “Aquí nada se tira”, dice el ingeniero Guillermo Ramos, responsable de la planta de tratamiento de residuos sólidos contigua a los parques Xocomil y Xetulul, de cuya existencia nadie se percata, primero porque se encuentra en un área alejada, pero además, porque en ese lugar no hay mal olor.
Una vez clasificados los desperdicios biológicos, son triturados y dispuestos entre capas alternas de tierra dentro de enormes contenedores, que una vez llenos permanecen herméticamente cerrados por casi tres o cuatro meses: bacterias y lombrices hacen su trabajo. Pasado ese tiempo, la mezcla pasa a una segunda etapa, en otros contenedores, dos metros abajo. A los seis meses, se tritura el compost resultante y se utiliza como abono para los jardines de todos los parques. “Ese es el secreto de nuestros parques siempre tan verdes y no gastamos ni un centavo en abonos químicos”, dice sonriente Castillo.
Las latas, botellas, papel y cartón son comprimidos en pacas y vendidos; los fondos obtenidos pasan al fondo común de la institución.
En cuanto al agua utilizada en los parques, es sometida a tratamiento en tres plantas con capacidad de procesar hasta 150 mil galones diarios, antes de devolverla a las cuencas cercanas.
Para poblar los jardines de los parques tampoco deben comprar plantas, pues tienen su propio vivero con más de cien especies, la mayoría oriundas de la Costa Sur. “Actualmente estamos en proceso de reproducción de mangle, que como sabemos es una especie en peligro de extinción”, refiere Sergio Romero, encargado de esa área, donde se puede encontrar desde un tapete de grama hasta una jardinera con palmeras exóticas.
Transparencia
Uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de los proyectos del Irtra ha sido el manejo de los recursos económicos aportados por los patronos de los afiliados. Hay constantes procesos de auditoría y cuentadancia, puesto que al ser fondos provenientes de la iniciativa privada, a este sector le interesa que sean bien invertidos. A lo largo de 50 años esta ha sido una constante.
“Los resultados están a la vista”, señala Castillo al aludir la calidad de las instalaciones que incluso reciben a turistas extranjeros. En los Hostales, los afiliados pagan tan solo una parte del valor real de los servicios, en tanto que los no afiliados sí deben hacerlo, precisamente para mantener la calidad de los servicios”, dice.
Amor a Guatemala
En los parques del Irtra, que han recibido galardones internacionales, prevalece el espíritu nacionalista: alusiones a la cultura maya, así como versiones a escala de famosos edificios antiguos, como el Palacio de los Capitanes de Antigua Guatemala, el templo colonial de San Agustín Acasaguastlán o la antigua Estación de Tren de Puerto Barrios, dan cuenta de ello. “Todo lo que hacemos en el Irtra es de guatemaltecos para guatemaltecos”, explica Castillo mientras suena la marimba a la entrada de la Estación Central del Ferrocarril: basada en la que alguna vez existió en la 18 calle de la zona 1 capitalina. Algo similar se implementó en Mi Barrio, plaza de Mundo Petapa: siempre con la misma finalidad: mantener vivo el orgullo por la propia identidad, a través de una vivencia feliz. A la fecha ya sobrepasaron las 55 millones de visitas.