Pero, antes de hablar de él, recordemos cómo era aquella época. Para empezar, la población apenas era de un millón 224 mil habitantes. De ellos, en la capital y en los municipios circundantes, vivían 155 mil.
Gran Cruz Isabel La Católica (España)
Orden de Bocayá (Colombia)
Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes (Cuba)
Orden Nacional Cruzeiro do Sul (Brasil)
Orden del Quetzal, en grado de Gran Cruz (Guatemala)
Doctor Honoris causa, por la Universidad de San Marcos (Lima, Perú, 1925) y por la Universidad Nacional de México (actual Universidad Nacional Autónoma de México, 1927).
La Sexta Avenida de la zona 1 apenas se había extendido; destacaban las grandes y lujosas residencias de las familias acomodadas. Por las noches lucía solitaria pero, sobre todo, era muy, muy oscura. De hecho, en esa época solo había alumbrado público de gas.
Por las calles transitaban elegantes carruajes que solo los ricos podían comprar. Para entonces gobernaba Justo Rufino Barrios.
Por ahí había un niño llamado Enrique Gómez Carrillo, quien solo tenía 7 añitos. Otro, llamado Jorge Ubico, era un bebé de dos años. En cambio, el novelista José Milla y Vidaurre ya pintaba canas a sus 58.
Así, en ese contexto, transcurrió la niñez de Matos Pacheco.
Quien sabe, quizás algún día jugó en la calle con Gómez Carrillo, antes de que este último se mudara con su familia a España, en 1881. O bien, que se haya topado con Jorgito tiempo después, o con Rafael Arévalo Martínez, quien nacería en 1884 y que escribiría notables obras como El hombre que parecía un caballo (1920) y ¡Ecce Pericles! (1945).
Todo era sumamente tranquilo, con apenas actividades de entretenimiento y donde uno que otro ladronzuelo era descubierto muy de vez en cuando.
El doctor
José Félix Matos Pacheco nació en la Ciudad de Guatemala, el 1 de septiembre de 1875, cuando el país apenas iba a cumplir 54 años de haber firmado el Acta de Independencia.
Matos Pacheco fue uno de los fundadores de la Sociedad —actual Academia— de Geografía e Historia de Guatemala.
Sus padres eran los inmigrantes colombianos Félix Matos Castillo y Clementina Pacheco Rueda, quienes llegaron al país en busca de mejores oportunidades.
Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones. Continuó en la Escuela de Derecho de la Universidad Nacional —así se llamaba en esa época la actual San Carlos—, donde obtuvo el título de Ciencias Políticas y Sociales, en 1896, con solo 21 años.
Julio Gálvez, don Búho, famoso librero del Centro Histórico, compró la biblioteca de José Matos Pacheco. Gálvez falleció el 24 de octubre del 2015.
En 1897 consiguió el cargo de secretario de la legación de Guatemala en Madrid, España, por lo que se marchó. Allá obtuvo el doctorado en Derecho, por la Universidad Central, al redactar una tesis sobre Derecho Civil.
Convulso regreso
En aquellos tiempos, Guatemala pasaba por momentos políticamente difíciles.
Manuel Lisandro Barillas, al dejar su cargo en la presidencia, se dedicó a los negocios. Sin embargo, con la llegada de Manuel Estrada Cabrera al poder, tuvo que exiliarse en México por la constante vigilancia que tenía sobre sí de parte de la policía secreta.
Desde allá, junto con José León Castillo —aspirante a la Presidencia guatemalteca y quien había perdido unas elecciones contra Estrada Cabrera— maquinaron en 1906 una revuelta para derrocarlo.
En venganza, el Señor Presidente mandó a matar a Barillas, lo cual se consumó el 7 de abril del año siguiente. Ese suceso tensó las relaciones entre México y Guatemala.
Se dice que el mandatario mexicano, Porfirio Díaz, planeó invadir el país en represalia. Fue entonces que salió a escena Matos Pacheco, quien por entonces era subsecretario de Relaciones Exteriores. Con otros ilustres guatemaltecos, negociaron con los mexicanos; el ataque, que parecía inminente, se detuvo.
Otra versión indica que el ministro de Relaciones Exteriores de México, de apellido Mariscal, fue quien en realidad convenció a Porfirio Díaz de no agredir a Guatemala al decirle: “Fácilmente venceremos; pero de allí regresará un general victorioso y con él, ya lo sabe usted como buen mexicano, un aspirante a la presidencia”.
Ascenso
En 1922, Matos Pacheco escribió su obra maestra, Curso de derecho internacional privado, que hasta la fecha se emplea en las facultades de Derecho de las universidades del país.
Matos Pacheco escribió Estudio del Derecho Internacional de los países americanos y medios por los cuales puede ser más efectivo (1915); Segunda Sesión del Instituto de Derecho Internacional (1917); Curso de Derecho Internacional Privado (1922); Los principios del domicilio y la nacionalidad (1925); Repertoire de Droit International (1930); Organización Internacional de Ginebra a San Francisco (1947).
Publicó, asimismo, los artículos Le Statut International Privé du Guatemala, en el Dictionnaire de L'Académie Diplomatique Internationale (1929) y Le Droit International Privé du Guatemala, en el Répertoire de Droit International Public, de Lapradelle y Niboyet.
Un año más tarde fue nombrado Rector de la Universidad Nacional. A la vez fue catedrático de Derecho Internacional Público y Privado por 12 años.
Uno de sus estudiantes fue Miguel Ángel Asturias. Incluso, el Nobel de Literatura 1967 le dedicó palabras en su libro París 1924-1933. Periodismo y creación literaria, en un apartado titulado Un profesor de Guatemala. Asturias elogió a Matos Pacheco por una lección que brindó en Europa, de nombre Esfuerzos en el sentido de evitar una nueva guerra mundial. “La autoridad científica del maestro de tantas generaciones en nuestra universidad, es incuestionable, y en su alabanza nada podría agregarse ahora que la agregación de La Haya corona sus esfuerzos y le coloca entre los internacionalistas más visibles de Hispanoamérica. Cabe, sin embargo, decir que si a Guatemala corresponde la gloria de uno de sus hijos, en terrenos académicos donde lo único que cuenta es el valor intrínseco de la personalidad, a los guatemaltecos que todavía creen en los valores espirituales les es doblemente cara la obra realizada por el doctor Matos, pues, una vez más, siguiendo la tradición, el nombre de la patria suena en el extranjero asociado al de uno de sus hombres más cultos. Un profesor de Guatemala…”
El 1 de marzo de 1923, Matos Pacheco pronunció el discurso inaugural de la Universidad Popular, en representación de la Universidad Nacional.
En esa época, de 1923 a 1945, renovando en 1954, fue miembro de la Corte Permanente de Arbitraje, con sede en La Haya, Holanda, cuya finalidad consiste en la resolución de conflictos internacionales.
En 1926, durante el gobierno de Lázaro Chacón, se le designó secretario de Relaciones Exteriores.
Luego, con Jorge Ubico en la silla presidencial, Matos Pacheco fue nombrado Ministro Plenipotenciario, cargo que ejerció en Francia, Inglaterra, Bélgica, España, Italia y Holanda.
Por su talento diplomático, entre 1927 y 1933, representó a Guatemala ante la Sociedad de Naciones (SDN), en Ginebra, Suiza, un organismo creado después de la Primera Guerra Mundial y que tenía funciones similares a la actual Organización de Naciones Unidas (ONU).
De hecho, fue electo presidente del Consejo en la sesión de mayo a septiembre de 1932, algo que emuló el también guatemalteco Emilio Arenales Catalán, quien, entre 1968 y 1969, fue presidente de la XXIII Asamblea General de la ONU.
Matos Pacheco, en la SDN, a finales de la década de 1920 y principios de 1930, medió en el conflicto entre Colombia y Perú por la ocupación del territorio de Leticia. También contribuyó a resolver el problema que enfrentaba a Bolivia y Paraguay en la disputa del Chaco.
Por supuesto, la actividad fue intensa en Europa. “Aquella era una época muy tensa en ese continente, pues acababa de salir de una guerra y hubo movimientos que hicieron pensar que se podía generar otra”, narra Francisco Javier Aguirre Matos, uno de los pocos familiares cercanos que quedan del insigne diplomático guatemalteco.
La Sociedad de Naciones mantuvo la paz hasta donde pudo, pero el ascenso de Adolf Hitler fue crucial para que, otra vez, el mundo se desangrara.
Poco antes de la hecatombe, Matos Pacheco decidió regresar con su familia al país.
Fue una lástima, porque en París, Francia, su hija Antonia Matos Aycinena destacaba como pintora; de hecho, fue la primera latinoamericana admitida en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de aquella ciudad. Allá se rodeó de varios artistas que hoy tienen expuestas sus obras en el Museo del Louvre.
A su regreso a estas tierras, Antonia Matos, apoyada por su padre, expuso algunas de sus pinturas, el 9 de junio de 1934, en una galería que estaba cerca del Cerrito del Carmen. Aquella fue la única exposición que presentó, pues se decepcionó porque Bellas Artes de Guatemala, escandalizada, la censuró: su obra presentaba desnudos.
Matos Aycinena falleció en 1994. Su patrimonio quedó en manos de personas que la rodeaban. Hasta hoy se desconoce el paradero de muchas de sus pinturas.
En la eterna primavera
Matos Pacheco tuvo una vida más tranquila en Guatemala. Su casa estaba en la 5ª. avenida, entre 5a. y 6a. calles de la zona 1 capitalina. Ahí mismo tenía su despacho.
El doctor José Matos Pacheco hablaba español, francés e inglés.
Estuvo casado con Antonia Aycinena y Payés, con quien procrearon dos hijas, María y Antonia. Ninguna tuvo descendencia.
“A su casa llegaba mucha gente para pedirle consejos; políticos o diplomáticos”, cuenta Aguirre Matos, quien de niño convivió con Matos Pacheco. “Recuerdo que había un muchacho que iba bastante a verlo. Era estudiante de Derecho. Le agarró cariño a la familia”, agrega. “Era Alejandro Maldonado Aguirre, expresidente de Guatemala. Aquel jovencito aprendió mucho de mi tío abuelo”.
El diplomático murió el 7 de diciembre de 1963, a los 88 años. “Soldados de alta en la Guardia de Honor montaron guardia ante el cuerpo del doctor Matos Pacheco; hoy a las once horas se le trasladará al salón de recepciones del Palacio Nacional en donde funcionarios públicos montarán guardia ante su féretro”, publicó Prensa Libre.
El jurista fue trasladado a la iglesia La Merced y después se le despidió en el Cementerio General, donde hoy descansan sus restos.
“Necesitamos —Centroamérica— terminar con nuestras rencillas y nuestra mentalidad aldeana, ver más amplio, enfrentar serenamente el porvenir y pensar honradamente en el futuro de nuestros hijos, para mantener siempre incólumes los atributos de nuestra soberanía”, fue uno de los pensamientos que dejó el ínclito diplomático guatemalteco.