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Milla, de tendencia conservadora, se marchó al exilio al triunfar la revolución liberal, y es esa vivencia la que se refleja en su libro. No obstante, ya había emprendido la búsqueda de las raíces del término “chapín”, el cual asocia parcialmente con cierto tipo de zapato utilizado por algunos jóvenes guatemaltecos.
Pero lo más destacable es la descripción moral de tal individuo: “El chapín es un conjunto de buenas cualidades y defectos…. Es hospitalario, servicial, piadoso, inteligente; y si bien por lo general no está dotado del talento de la iniciativa, es singularmente apto para imitar lo que otros hayan inventado. Es sufrido y no le falta valor en los peligros.
Es novelero y se alucina con facilidad, pero pasadas las primeras impresiones su buen juicio natural analiza y discute, y si encuentra, como sucede con frecuencia, que rindió el homenaje de su fácil admiración a un objeto poco digno, le vuelve la espalda sin ceremonia y se venga de su propia ligereza en el que ha sido su ídolo de ayer.
Es apático y costumbrero; no concurre a las citas, y si lo hace, es siempre tarde; se ocupa de los negocios ajenos un poco más de lo que fuera necesario y tiene una asombrosa facilidad para encontrar el lado ridículo a los hombres y a las cosas”.
En efecto, al crear a Juan Chapín lo construye con tales características, mucho ingenio y a la vez cierta ingenuidad. Su descripción sigue así: “Ama a su patria ardientemente, entendiendo con frecuencia por patria la capital donde ha nacido; y está tan adherido a ella, como la tortuga al carapacho que la cubre. Para él, Guatemala es mejor que París; no cambiaría el chocolate por el té ni por el café (en lo cual tal vez tiene razón). Le gustan más los tamales que el volován, y prefiere un plato de pepián al más suculento roastbeef”.
Con información de Cuadros de costumbres y Un viaje al otro mundo pasando por otras partes”, de José Milla y Vidaurre
SERIE HISTÓRICA (61)