Revista D

Frases de filosofía popular en el transporte público

Se lee de todo en los buses, hay frases para reír, llorar o enojarse; cada pasajero elige cuál le queda a la medida.

El sarcasmo es un elemento presente en los mensajes, así como las frases religiosas. (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).

El sarcasmo es un elemento presente en los mensajes, así como las frases religiosas. (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).

Adentro o afuera de los autobuses es común encontrarse con letreros curiosos que, al menos por un momento, nos hacen sonreír, aunque en otras ocasiones terminan por enojarnos aún más.


Hay frases que tratan de minimizar la lentitud de un piloto —“más vale tarde en este mundo, que temprano en el otro”— o ingeniosas como “esta unidad cuenta con localización vía satélite y protegida por Osama bin Laden, Fidel Castro y muchos peludos más”.
La tendencia está presente a lo largo de Latinoamérica y, por lo tanto, en nuestro país uno se topa con ese tipo de mensajes de forma frecuente.
 

Acúseme con mi mamá

La gente espera con cierta impaciencia la llegada de un bus a la parada de camionetas —que en Guatemala es cualquier lugar—. A lo lejos ve que se acerca uno, el cual tira un enorme chorro de humo. En la parte delantera, colgando de la puerta, va un imprudente brocha —ayudante—  que no deja de chiflar para llamar la atención.
El chofer se detiene. El brocha se baja de un salto y finge ayudar a subir a una señorita. Ella, al tan solo colocar un pie sobre la primera escalera, siente cómo el bus se pone en marcha a la vez que el ayudante, maliciosamente, le coloca la mano sobre la cintura “para darle un empujoncito”. Así empieza el viacrucis.
Una vez dado su quetzalito de pasaje, se adentra en un submundo lleno de colores, apretujones y olores.
Antes de que se le ocurra mostrar su descontento, lee un letrero que dice: “Cualquier anomalía en esta unidad, por favor repórtelo con mi mamá y mi papá”.
El camino transcurre entre acelerones y frenazos. La velocidad sube por tramos a la vez que se escucha un intenso bocinazo que intenta hacer que los demás se aparten. Aunque nerviosa, la dama recorre visualmente los letreros y encuentra uno ad hoc: “La máquina furiosa”, que va acompañada por un correcaminos.
Esa mañana, la señorita se había levantado temprano para estar a tiempo en su trabajo. Incluso, agradeció al cielo porque el bus llegó con prontitud. “Qué contentos se pusieron, cuando en la vía me vieron”, leyó.
El escándalo del piloto siguió a lo largo de varios metros pero, cual parqueo, se detuvo sobre una transitada avenida para “recoger pasaje”; de ahí no lo movía ni la comitiva presidencial.
Mientras esperaba, la chica vio esta frase: “Si tiene prisa, madrugue. No culpe al piloto”.
Por cierto, la camioneta se llama “La insoportable”.

Ingeniosos

Los carteles son variados. En la parte de afuera de los autobuses extraurbanos es usual que esté el nombre con el que los han bautizado: Kimberly, Sharon, Ana María o Jeny, por ejemplo. “Son en honor a nuestras hijas o esposas”, dice René, quien, desde hace unos 15 años maneja transportes que van hasta el occidente del país. “Unos compañeros ponen el de la amante”, agrega.
Atrás pegan calcomanías o pintan oraciones como “el odio y la envidia es peor que el ambre” (sin “h”), “sufres al verme”, “tu envidia me bendice”, “yo también fui último modelo” o “no es turbo, pero storbo”.
Muchos colocan también sus mensajes religiosos. En los vidrios de las puertas es usual ver imágenes de la Virgen María y un complemento como “Dios bendiga este bus”.
Adentro, tanto los transportes que van a la provincia como los urbanos, colocan letreros tan pintorescos como “si el matrimonio fuera bueno, no necesitaría testigos”, “no manden a mi suegra al infierno; voy a sentir pena por el diablo” o “rezonga y se queja, pero a pata no me deja”.
Por supuesto, también están los románticos que, en ciertos casos, se pasan de listos: “Mujeres divinas”, “Tú eres mi tesoro” y “Tú eres mi verdadero amor, no te enojes por las demás”.
En fin, los usuarios pueden ir entreteniéndose con tales mensajes, por lo menos para no sentir tan largo el camino. Tal como dice un letrerito por ahí: “Es más triste andar a pie”.

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