“El choque”, mural de Alfredo Gálvez Suárez, que representa el enfrentamiento entre pueblos originarios y españoles, que se encuentra en el Palacio Nacional de la Cultura, durante la conquista de Guatemala. (Foto: Hemeroteca PL)

Especial: 500 años de la conquista y fundación de Guatemala

12 de julio de 2024

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En este especial, expertos describen cuál fue el impacto de la llegada de los españoles a nuestro territorio, en 1524, y cómo esta definió las características actuales de la sociedad guatemalteca.

Relatos históricos dan cuenta de la llegada de los españoles a nuestro territorio, quienes justificaban sus acciones bélicas contra los indígenas con su labor de evangelización.

Cuatro años antes del arribo de las huestes españolas, según el “Memorial de Sololá”, la viruela diezmó a la población. Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices y de mal de orina. Fue en verdad terrible el número de muertes que hubo en esa época. Antonio de Herrera y Tordesillas, biógrafo e historiador español (1559-1625), en una de sus obras ilustra al ejército de Pedro de Alvarado con bombardas, arcabuces y perros mastines, que llegó a nuestro territorio en 1524.

Hernán Cortés organizó en 1523 dos expediciones: una hacia las Hibueras, hoy Honduras, bajo el mando de Cristóbal de Olid, y otra hacia Señoríos indígenas en el Altiplano, ahora territorio de Guatemala. Esta última partió el 6 de diciembre de 1523, encabezada por Alvarado.

A mediados de enero de 1524, en Utatlán —Q’uma’r Ka’aj—, Iximché y Tziquinahá, capitales de quichés, cakchiqueles y tzutujiles, respectivamente, se recibieron noticias del avance de un ejército de teules —como llamaban a los españoles—, que llegaba apoyado por guerreros mexicas, tlaxcaltecas y cholulas.

Los quichés fueron los primeros en ser atacados en Zapotitlán, Retalhuleu;  Quetzaltenango y Utatlán, Quiché, donde los españoles quemaron a sus señores, incendiaron la ciudad y, con ayuda cakchiquel, capturaron a miles de quichés, como Alvarado se vanaglorió en carta escrita a Hernán Cortés: “Y viendo que con correrles la tierra y quemársela yo los podría traer al servicio de su majestad, determiné de quemar a los señores”.

Ilustración de españoles en el momento en que quemaron Utatlán, capital de los quichés. Acuarela de Víctor Manuel Aragón.

(Foto Prensa Libre: cortesía de Horacio Cabezas)

Los capturados fueron marcados en la cara con hierro candente y repartidos como esclavos entre los principales capitanes. Sancho de Barahona, Bartolomé Becerra y Pedro de Portocarrero obtuvieron 1 mil indígenas cada uno.
De Utatlán, los españoles viajaron a Iximché, donde, según Alvarado, “fui muy bien recibido de los señores de ella que no pudiera ser más en casa de nuestros padres y fuimos tan proveídos de todo lo necesario que en ninguna cosa hubo falta”. El contento fue breve, pues al amanecer amenazó a los Señores cakchiqueles.

Después de conquistar a los tzutujiles, mientras se dirigía a Cuscatlán, incendió el pueblo de Panatacat o Izcuintepeque, hecho criticado por el cronista Bernal Díaz del Castillo: “Fue a ellos por robarles muy hermosas indias, y que no los llamó de paz […] y sin ser sentidos, dio una mañana en ellos, en que se hizo mucho daño y presa, y valiera más que así no lo hiciera sino conforme a justicia”.

Díaz del Castillo se refería a que no había dado a conocer el Requerimiento —ver cápsula—. No se conoce caso alguno en que Alvarado lo haya hecho.

“Fue a ellos por robarles muy hermosas indias, y que no los llamó de paz […] y sin ser sentidos, dio una mañana en ellos, en que se hizo mucho daño y presa, y valiera más que así no lo hiciera sino conforme a justicia”.
Bernal Díaz del Castillo

Después de varios enfrentamientos, como el de Acajutla (El Salvador), en que un flechazo dejó cojo a Alvarado, los españoles llegaron a Cuscatlán. Según Alvarado, “halló todo el pueblo alzado, y mientras nos aposentábamos, no quedó hombre de ellos en el pueblo, que todos se fueron a las sierras”.

Aunque los buscó, solo derrotó a los de Ilopango y herró como esclavos a los capturados. Como el invierno había entrado, retornó a Iximché el 10 hunahpú —21 de julio de 1524—, día en que el jefe del ejército español se apropió de Suchil, esposa del Ajposotz’il Kaji’ Imox,  y la hizo su manceba, como lo señala el Juicio de Residencia a Alvarado de 1529:

“Sabido por el dicho Alvarado que el Señor de la dicha provincia tenía una mujer muy hermosa le prendió y tuvo preso hasta que se la dio a la dicha su mujer, el cual le trajo joyas de oro y plata y esclavos y esclavas, y le rogó que le diese a su mujer y tomase todo lo que le traía, y el dicho Pedro de Alvarado tomó todas las dichas joyas y esclavos y se quedó con la dicha mujer”.

Trampas cakchiqueles y aperramiento por españoles que aparecen en el Lienzo de Quauhquechollan, crónica pictográfica nahuatl sobre la conquista española de Guatemala.

(Foto Prensa Libre, cortesía de Horacio Cabezas)

Por esos mismos días, según el “Memorial de Sololá”, Alvarado dijo a los Señores cakchiqueles: “¿Por qué no me habéis traído el metal? Si no traéis con vosotros todo el dinero de las tribus, os quemaré y os ahorcaré”. Luego, los sentenció a pagar 1 mil 200 pesos de oro, y como respuesta a la rebaja pedida, señaló: “Conseguid el metal y traedlo dentro de cinco días. ¡Ay de vosotros si no lo traéis! ¡Yo conozco mi corazón!”.  Por esto, los cakchiqueles y sus pueblos aliados se alzaron en guerra y abandonaron la ciudad el 7 ahmak —24 de agosto de 1524—. Días después, el 27 de julio, haciendo uso de su calidad de teniente de gobernador,  fundó la Villa de Santiago de Guatemala y nombró a las autoridades edilicias.

Nuevos reyes


El 4 Camey —5 de septiembre de 1524— Alvarado empezó a combatirlos, con ayuda de tzutujiles y quichés. Los cakchiqueles respondieron con emboscadas, trampas y ataques sorpresivos.

“¿Por qué no me habéis traído el metal? Si no traéis con vosotros todo el dinero de las tribus, os quemaré y os ahorcaré”.
Pedro de Alvarado

Sublevaciones


Cakchiqueles de Sacatepéquez, así como pokomames de Mixco y Popoyá (Petapa) se alzaron y apoyaron la sublevación. En 1524 hubo enfrentamientos en Ayampuc, Ucubil (San Pedro Sacatepéquez) y Paluk, así como en Chiochal o Jilotepeque, y los pobladores fueron sometidos con el apoyo de Xinacó y Sumpango, y obligados a tributar.

Sin embargo, en 1526 volvieron a insurreccionarse porque Gonzalo de Alvarado había incrementado los tributos y los cobraba con violencia. Según Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Paniaguali, uno de los sacerdotes nativos, los animó a deshacerse de los teules de Castilla, quienes venían a quitarles su tierra y libertad.

Fueron derrotados por Pedro de Portocarrero, apoyado por Huehuexuc, un indígena de la regiónOcho principales fueron ejecutados en Ucubil, usando el garrote vil.

En 1525 los pokomames de Mixco fueron sitiados por Gonzalo de Alvarado, y con refuerzos que   Pedro de Alvarado llevó. Fueron vencidos porque Chinautla los traicionó. La ciudad fue quemada y sus habitantes trasladados al actual Mixco.

Conquista de Panatacat o Ytzcuintepec (Escuintla), según ilustración que aparece en el Lienzo de Tlaxcala.

(Foto Prensa Libre: cortesía de Horacio Cabezas)

Aunque los mames de Zaculeu ayudaron a los quichés en Quetzaltenango, después de la quema de los Señores quichés, Tepepul, el nuevo Ahpop Camhá —el segundo en jerarquía de los dos gobernantes quichés de Utatlán—, para ganarse el favor de los asesinos de su padre, informó que Caibil Balam, Señor de los mames, había sido quien les aconsejó encerrarlos y quemarlos. Es más, según Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, añadió: “Y si deseas castigar su delito, para lo que yo te serviré de guía, conseguirás con la muerte de los reos muchos tesoros y una provincia dilatada”.

“Conseguid el metal y traedlo dentro de cinco días. ¡Ay de vosotros si no lo traéis! ¡Yo conozco mi corazón!”. 
Pedro de Alvarado



Gonzalo de Alvarado, apoyado por indígenas auxiliares mexicas y tzutujiles, fue quien sitió Zaculeu, donde se habían atrincherado. Después de varios días de asedio, ante la falta de comida y los estragos de una epidemia, Caibil Balam intentó negociar la paz, pero tuvo que capitular.

Continúa resistencia

Tres años después de iniciado el asedio militar español, la resistencia de las comunidades indígenas continuaba y Pedro de Alvarado enfrentaba un reclamo por no haber pagado el quinto real —impuesto que se pagaba a la Real Hacienda, que equivalía al 20% del oro, plata y piedras preciosas recolectados en las posesiones coloniales, así como sobre los indígenas capturados durante las batallas y esclavizados—. Fue entonces que dejó en su lugar a Jorge de Alvarado, quien llegó acompañado con 5 mil o 6 mil guerreros, entre quauhquecholtecos, tlaxcaltecas, cholultecos y mexicas, mientras Pedro de Alvarado viajaba a la Corte para negociar su futuro.

El Lienzo de Quauhquechollan muestra las entradas que Jorge hizo de 1527 a 1530. También ilustra que sometía a los capturados al aperramiento —hacer uso de perros para matar  y despedazar a los indígenas—.

Fue en este período cuando los pueblos indígenas fueron sometidos y  se trazó la ciudad de Santiago de Guatemala, en Bulbuxyá o valle de Almolonga, el 22 de noviembre de 1527.

En agosto de 1529 llegó a Santiago de Guatemala el juez de Residencia Francisco de Orduña, quien destituyó a Jorge de Alvarado y al alcalde ordinario Gaspar Arias Dávila. Además, continuó la guerra contra Uspantán, así como contra Cunén, Cotzal, Nebaj, Chajul y Sacapulas, en Quiché, como Fuentes y Guzmán lo señaló: “Viendo los indios, que nunca han sido ignorantes en el mal, establecer su conveniencia, que los españoles estaban desunidos y era, para su intento, la ocasión oportuna, se levantaron muchos pueblos”.

También prosiguió con los ataques a Chiquimula, Jumay, Jalpatagua, Guazacapán, Mitlán, Esquipulas y Copán.
A finales de 1529, tropas de Pedrarias Dávila, encabezadas por Martín de Estete, incursionaron en Chorotega Malalaca (Golfo de Fonseca) para cazar, marcar con hierro candente y esclavizar indígenas, con el hierro que le había entregado el protector de Indios Diego Álvarez de Osorio, en León (Nicaragua). Después de capturar en las faldas del Popocatépetl (volcán de San Vicente) a Diego de Rojas, teniente de gobernador de San Salvador, se dirigió hacia Cuscatlán o Nequepio. No fue sino hasta marzo de 1530 que Orduña envió a Francisco López a enfrentar al capitán De Estete, pero este optó por la retirada, llevándose alrededor de 2 mil indígenas, entre ellos a  Elvira o Elvirilla.

“Viendo los indios, que nunca han sido ignorantes en el mal, establecer su conveniencia, que los españoles estaban desunidos y era, para su intento, la ocasión oportuna, se levantaron muchos pueblos”.
Antonio de Fuentes y Guzmán

El 11 de abril de 1530, en Santiago de Guatemala (Almolonga) Pedro de Alvarado, vestido con el hábito de Santiago, tomó posesión como gobernador y adelantado. Había retornado con refuerzos militares y acompañado del presbítero Francisco Marroquín, a quien impuso como cura, tras destituir a su antecesor, Juan Godínez.

Fue entonces que los Señores cakchiqueles decidieron entregarse en Pancán o Panchoy el 8 noh —8 de mayo de 1530—, pues había división entre sus aliados, en especial, Chij Xot (Comalapa, Chimaltenango) y Tecpán Atitlán (Sololá), que se habían rendido y aceptado el tributo. Tunatiuh los obligó a lavar y extraer oro y a construir las viviendas de los españoles. El “Memorial de Sololá” describe la nueva situación:

“Este año (1530) se recaudó una cantidad pavorosa de tributo. Se tributaron metales preciosos a Tunatiuh, se tributó también 400 hombres y 400 mujeres para lavar metales. Todas las personas escarbaron metales en Pan Q’än (Lugar Amarillo). Fueron 400 hombres y 400 mujeres los que fueron tributados, los que fueron impuestos por Tunatiuh en Pan Q’än, llevándose también a los Señores del pueblo”.

"¿,,,qué ha sido la causa sino callar yo como ruin perlado, y pastor y protector, viendo que se comían los lobos mis ovejas, y yo me estaba holgando y callando? De esto no se me debe nada, cuanto a Dios, pues  Él me lo tiene de pedir”.
Obispo Francisco Marroquín

Nueva religión


Los reyes católicos habían autorizado la conquista de las Indias Occidentales para cumplir con el mandato papal de llevar la fe católica a sus habitantes. En la década de 1524-1534, en Guatemala la buena nueva de las enseñanzas evangélicas no se dio. Al contrario, los conquistadores se distinguieron por sus horrendos crímenes contra los indígenas y, entre ellos mismos, por la quema de ciudades y pueblos, por su sed insaciable de riquezas, por su sadismo, por la violación de mujeres, por esclavizar y por someter a los indígenas al trabajo forzado.

Un personaje clave en el marcado con hierro candente y la esclavización de los indígenas  para emplearlos como tlamemes en el acarreo  de mercaderías desde Veracruz (México) hasta Iztapa (Guatemala), así como en la construcción de la Armada a Perú, fue el presbítero  Marroquín, quien prefirió aceptar el báculo y la mitra solicitados al Vaticano por Alvarado y consejeros reales, en vez de denunciar ante la Corona los pavorosos  crímenes que el comendador de Santiago estaba cometiendo, cuando una cédula real prohibía esclavizar indígenas.

La Audiencia de México así lo señaló: “Decían que disponía de todo a su arbitrio y sin respeto alguno a los intereses de la Real Hacienda; que daba y quitaba indios sin atender a la justicia, aplicándose a sí mismo la mayor parte de ellos. y que tenía gran número de esclavos trabajando en sus minas, contra las reales órdenes que prohibían  ese abuso, y que para nada atendía ni acataba las disposiciones del soberano”.

Utilización de mano de obra indígena para el transporte durante la Conquista, según el Lienzo de Tlaxcala.

(Foto Prensa Libre, cortesía de Horacio Cabezas)

Años después, cuando Marroquín ya era obispo, exteriorizó en una de sus cartas el remordimiento y el “mea culpa” por haber contribuido a la esclavización de los indígenas:

“Decían que disponía de todo a su arbitrio y sin respeto alguno a los intereses de la Real Hacienda; que daba y quitaba indios sin atender a la justicia, aplicándose a sí mismo la mayor parte de ellos. y que tenía gran número de esclavos trabajando en sus minas..."
Audiencia de México

“Digo que, por mi consagración, y salvación, que va más, juzgo haber ido contra los naturales en favor de los encomenderos en cada tasación en más de la cuarta parte. Y porque de esto tengo testigos, a ellos me remito, que uno de tres soy, y en mi conciencia que no tengo pasión ni afición, ni hay por qué ni para qué. Esta es la razón que todo ese pueblo tiene para quejarse de mí, pues si nos acordamos del tiempo pasado y todos están ricos, ¿qué ha sido la causa sino callar yo como ruin perlado, y pastor y protector, viendo que se comían los lobos mis ovejas, y yo me estaba holgando y callando? De esto no se me debe nada, cuanto a Dios, pues  Él me lo tiene de pedir”.

“Quisiera yo, señores, que cuando se herraban los esclavos y se tasaban los pueblos a voluntad de cada uno hubiera una grita de estas para la pobre alma del que lo hacía y consentía, y después ha consentido muchas culpas, que se pudieran bien castigar y evitar, Dios sabe por qué, y si se tuvo respecto a que la planta era nueva, y que convenía que primero se echasen raíces”.

 Lógico es que el Segundo Juicio de Residencia hiciera cargo al presbítero Marroquín de haber sido sobornado por Alvarado para que no escribiese a Castilla contra él.


Ubicación de Jilotepeque Viejo (San Martín Jilotepeque, Chimaltenango), sede de los chajoma', y de Chinautla Viejo o Mixcu, principal sitio pokomam. Dibujo de Víctor Manuel Aragón.

(Foto Prensa Libre, cortesía de Horacio Cabezas)

Requerimientos

-Nombre de un documento redactado por el jurista Juan López de Palacios Rubios, durante la primera década del siglo XVI, a petición de la Corona española.
-Tenía como propósito justificar la guerra de conquista contra los indígenas, para poder cumplir con el mandato papal de cristianizarlos.
-En 1513 se estableció que los jefes de las expediciones conquistadoras llevaran ejemplares del Requerimiento y, antes de hacer la guerra, debían exponer su contenido a los nativos, por medio de un intérprete.

*Historiador, egresado de la  Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.