Esa contribución del curandero de origen guatemalteco, fallecido a la edad de 103 años, se extendió al estadounidense Instituto Nacional del Cáncer (NCI, en inglés), para la investigación orientada al estudio de posibilidades para curar el cáncer y el sida, por iniciativa del doctor Michael Balik, prestigioso profesional en botánica y director del mencionado jardín neoyorquino.
Fue significativo que importantes publicaciones como el New York Times y The Toronto Star, de Canadá, se ocuparan de informar sobre la actividad en el campo de la herbología de Panti, así como de las iniciativas logradas en su nombre en el territorio de Belice a partir de que la prensa de Norteamérica en función noticiosa no suele dar prioridad a esa clase de información, a menos de que se contextualice en el marco del interés científico. De ahí la importancia de que el nombre de Eligio Panti trascendiera en las páginas de esos medios de amplia difusión.
El prestigio de un hombre humilde, que sin educación formal llegara a convertirse en una figura de renombre, se acredita a la doctora estadounidense Rosa Arvigo, una profesional de la medicina alternativa, quien tras un laborioso recorrido por la región maya de Campeche y Yucatán, en busca, sin encontrarlo, de algún nativo experto en el conocimiento de plantas medicinales, ya casi a punto de renunciar en su empresa, viajó a Belice donde encontró a Eligio Panti, quien la impresionó por su sabiduría desde el momento de conocerlo, lo que consideró el final exitoso de su búsqueda.
Arvigo, quien al establecerse en Belice junto con su familia en los años de 1980 y conocida a partir de entonces en ese medio solo como la doctora Rosita, fundó una granja para la reproducción de las plantas colectadas por Panti, quien por más de 10 años se convertiría en su instructor, en una paradoja en la que un hombre iliterato se convertiría en el mentor de una profesional con formación universitaria. En esas condiciones Arvigo le pidió a Panti que extendiera sus conocimientos al ámbito internacional, con lo que por medio del doctor Balik se concretó el envío de plantas para los lugares ya mencionados.
Existe en la comunidad de San Antonio, al sur de Belice, donde se estableció Panti desde su llegada a ese territorio, una reserva botánica, tipo biotopo, con el nombre de National Park Eligio Panti, designación oficial otorgada por el gobierno beliceño, que adjudicó el terreno con una dimensión de seis mil hectáreas, destinado a la preservación de las plantas catalogadas de medicinales y también de otras especies de la fauna y la flora fundamentada en el área descrita.
Aunque Panti fue más conocido en los medios profesionales por su práctica de la medicina natural derivada de las plantas, también tuvo reputación de curandero espiritual conforme la tradición heredada de sus ancestros mayas. Ambas cualidades atrajeron infinidad de visitantes a San Antonio, en busca de alivio para sus problemas de salud, aunque para la comunidad de profesionales de la medicina, el interés estaba centrado en el valor científico supuesto en las plantas escogidas por Panti. La doctora Rosita, basada en ese interés, consideró importante dar a conocer a la comunidad científica internacional la presencia de aquel hombre en las selvas de Belice, poseedor de conocimientos de la flora ambiental, que serían de valor para el eventual uso en la medicina convencional del mundo.
Se dio a conocer entonces que Eligio Panti era originario de Petén, Guatemala, donde en 1931 al compartir trabajo en extracción del chicle de una variedad del árbol de zapote, para la industria foránea de las gomas de mascar, con el indígena Jerónimo Requena, experto curandero, aprendió de éste los principios de la medicina herbolaria, en una tradición de la cultura maya remontada a los tiempos del florecimiento de esa civilización. Panti fue dotado de una innata intuición, recibida por él, según su propia concepción, en ofrenda de la diosa maya de la medicina Ix Chel. Ahí estuvo el principio de lo que sería una significativa carrera en el arte de sanar, para aquel heredero de la sabiduría maya, que sin saber leer ni escribir, se convertiría en motivo de admiración de científicos y legos en la medicina.
Eligio Panti se casó a los 15 años con Gumercinda Tzil, de 14, pareja que procreó una sola hija, Emilia, quien a su vez tuvo cinco hijas, que prolongarían el linaje con otros hijos, entre quienes se encuentran Ladis Tzib, quien junto con María García Panti, sobrina en tercera generación del patriarca Panti, siguen la tradición en el arte enseñado por su pariente. María es administradora del área de ecosistema creada en homenaje a Eligio. “Nuestra meta es proteger y mantener la tierra en que vivimos y que tiene presencia en este parque nacional Panti, oficialmente a nuestro cuidado. Defendemos aquí a las plantas y las aguas de la contaminación por la propagación de los productos químicos, así también evitamos la caza furtiva de los animales y otros peligros de la invasión del mundo industrial. Protegemos esta magnífica selva tropical con sus montañas, cuevas antiguas y ruinas mayas, las aves, los jaguares, árboles gloriosos, plantas y hierbas para que se preserven en su continuidad en los siglos por venir”, dijo.
En esa reserva con carácter de parque silvestre, hay instalaciones educativas donde se enseña a los jóvenes no solo la tradición continuada por el maya Eligio Panti, sino como María lo explica: “Para aprender a apreciar, proteger, mejorar y dedicarnos con pasión a amar este paraíso en que vivimos”. En una instalación ad hoc, se imparten seminarios con la presencia de expertos en botánica y recursos naturales, como el simposio con el título de Healers Forum, celebrado en fecha reciente con la asistencia del médico Alan Moore y la farmacéutica profesional Sharon Anderson y organizado por los médicos Balik y Arvigo, autora de los libros Mi aprendizaje con un curandero maya, publicado por la editorial Harper, en San Francisco, y una edición de bolsillo titulada Recursos de la selva – Cien hierbas curativas de Belice.
Es significativa la afluencia de turistas a ese parque, conforme lo cita la Guía del viajero a Belice, diseñada para el conocimiento de ese territorio y que menciona como evento especial el Día de la Medicina Maya, y enfatiza la invitación a visitar el parque dedicado al último de los sabios mayas de nuestra era, manso, humilde, acreedor al premio de Ciudadano Distinguido, otorgado por el colegio universitario de Belice, y así también la distinción póstuma de Miembro del Imperio Británico, por acuerdo del gobierno de ese territorio, que perteneciera a la soberanía de Guatemala, de donde surgió el “médico” maya, acreedor a esos merecidos honores.
(Texto basado en recortes de la prensa en inglés, reportes de la fundación Noj Kaax Meen, proclama de María García Panti y en la sinopsis, catalogación de la señora Aída Cordón de Franco.)